lunes, 22 de noviembre de 2010

Ni tensión, ni pasión, ni razón

Josep Cuní (El Periódico de Catalunya)

Tema: Política

Renovarse o morir. Este es el dilema de la sociedad llamada occidental. La que sufre la crisis creada por sus propios mecanismos en manos de sus propios mercaderes. La que lucha para entender lo que le sucede, pero también la que se resiste a admitir su parte alícuota de responsabilidad en lo que la limita. Y, curiosamente, sin este imprescindible acto de contrición no hay renovación posible y sí fallecimiento probable. Sin aceptar que todos estiramos más el brazo que la manga y que nos subimos al carro de una ostentación tan imprudente como impropia no habrá puerta de salida abierta. Y aunque a golpe de realidad algunos lamentablemente ya hayan empezado a darse cuenta, sería prudente que el resto no tuviera que reaccionar por el batacazo que siempre representa la terapia de choque. La paradoja, no obstante, es que el necesario cambio de criterio lo marcan los mismos que se cargaron el paradigma anterior, con lo que se hace imposible facilitar el asentamiento de una alternativa.

Y así, vemos en los bandazos en las políticas económicas el tanteo de unas posibilidades que si lo son para hoy aparecen insuficientes para mañana. Basta con atender los dictados de la Unión Europea para darse cuenta. Medidas entre sugeridas y reclamadas que permiten a gobiernos como el español colgarle a Bruselas la responsabilidad de lo que nos debe imponer. Fuese ayer la reforma laboral ya aprobada y todavía cuestionada, sea mañana la reforma de las pensiones ahora rehabilitada por Rodríguez Zapatero para disgusto de los cargos socialistas en ruta hacia las urnas de mayo. Y así, cree el presidente que él queda salvado por una campana que ya no puede oír. Porque el clamor amortigua su sonido y porque la realidad le noquea a diario.

Todo parece indicar que estamos al final de un ciclo que coincide con el principio de otro siglo. Y que estos lodos envuelven el fracaso de la posmodernidad. Aquella tendencia que la izquierda europea fue haciendo suya mientras traicionaba sus postulados históricos porque pensó que el proceso de liberación de sus ataduras la obligaba a hacerlo también de sus principios. Toni Cruanyes ha escrito un interesante libro sobre esta mutación. Una autopsia que va de Tony Blair a Zapatero y que nos permite asistir al despojo de una izquierda moribunda y mortecina capaz de compilar en un decálogo los mandamientos de su fracaso. ¡Y a fe de su agnosticismo que los ha cumplido! Una izquierda que prestó tanta atención a las formas que se olvidó del fondo. Que se obnubiló tanto con la erótica del poder que se desmarcó de su compromiso social. Un sector que renunció a la vida en tensión para diseñar un placentero paseo alejado de la pasión. Ni dramas ni furor se convirtió en ni esfuerzo ni responsabilidad. Y ahora nos dice que hay que ayudar a los ni-ni a encauzar su futuro si no queremos reducirlos a una excrecencia del pasado. Y nos deja su habilidad como legado. O les pagamos hoy o ellos nos pegarán mañana. Y el fruto de su incapacidad se convierte en un problema colectivo. Ni les debemos dar las gracias ni les podemos contestar que de nada.

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