viernes, 12 de noviembre de 2010

¿A qué huele Holanda? La policía distribuye tarjetas con aroma a marihuana para localizar plantaciones

Beatriz Navarro (La Vanguardia)

Tema: Holanda

¿A qué huele Holanda? A marihuana, contestarán muchos... Pues sepan que, a juicio de su nuevo Gobierno, los holandeses no saben cómo huele ni qué aspecto tiene la marihuana. Sólo así se explica la iniciativa de enviar miles de tarjetas aromáticas a los vecinos de La Haya y Rotterdam para que lo descubran de manera totalmente legal; al rascarlas, desprenden un olor similar a la planta de la marihuana.

“Fíate de tu olfato”, reza la campaña, pensada para ayudar a las autoridades a desmantelar plantaciones ilegales de cáñamo. El objetivo es formar y movilizar a la ciudadanía para que denuncie sus sospechas si cree que tiene algún vecino que se ha dedicado a esta actividad ilícita.

También se da pistas a la ciudadanía sobre otros indicios de la existencia de plantaciones de marihuana, como la presencia de ventiladores o las ventanas que tienen las cortinas echadas permanentemente... No sólo es una actividad criminal, advierte la documentación repartida, sino también peligrosa. No es poco el riesgo que estas instalaciones entrañan de que se produzca un cortocircuito o un incendio.

La policía calcula que unas 40.000 personas cultivan esta planta de forma ilegal en Holanda. Y es que, aunque la venta de drogas blandas como la marihuana o el hachís es legal en los llamados coffeeshops, su cultivo está prohibido y la ley no aclara cómo debe funcionar la puerta de atrás por la que entra la mercancía. Esta situación da alas al tráfico ilegal de estupefacientes y drogas duras (Holanda es uno de los principales mercados de cocaína de Europa), y atrae la presencia de redes criminales.

De momento esta semana se han empezado a repartir 30.000 tarjetas en Rotterdam y La Haya, en colaboración con una empresa de distribución de electricidad. La idea se la dio una compañía de gas que hace un tiempo entregó a sus clientes cartulinas que, al ser rascadas, desprendían un olor a gas, también para concienciar a sus clientes de los riesgos. Si la iniciativa funciona, se ampliará a otras ciudades.

En paralelo, el nuevo Gobierno holandés, formado gracias al apoyo parlamentario de la derecha islamófoba de Geert Wilders, ha acordado mantener una política de mano dura con las drogas blandas. Una de las medidas incluidas en el pacto de Gobierno sellado en octubre es convertir los coffeeshops en clubs privados donde sólo se pueda entrar con una tarjeta de miembro que sería exclusiva para holandeses. La justicia europea se inclina por avalar la fórmula, aunque todavía no ha dado su veredicto final.

Estas iniciativas muestran una vez más lo incómoda que una creciente parte de la sociedad holandesa se siente con la imagen internacional de su país como paraíso de las drogas, el sexo o los okupas, ámbitos en que está replanteándose su particular política de tolerancia (gedoogbeleid). La ocupación de edificios, por ejemplo, es ilegal desde hace unas semanas. En Amsterdam, por ejemplo, el Ayuntamiento compró hace unos años una veintena de edificios del Barrio Rojo para sacar sus famosos farolillos del centro histórico de la ciudad.

Hace tiempo que Holanda huele más a campo, industria y autoridad que a marihuana, porros o anarquía, aunque, como han podido comprobar los últimos gobiernos holandeses, no es fácil acabar con los clichés.

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