lunes, 8 de noviembre de 2010

La vida en origen. En el norte de Brasil, viven los zo’é

Sebastiao Salgado (La Vanguardia)

Tema: Indígenas

En el norte de Brasil, viven los zo’é, una tribu que halla en la selva todo lo que necesita. Se puede ver a sus cazadores, con su arco y sus flechas, disparando a un mono y trepando al árbol para cobrar la pieza. Los zo’é son un grupo aislado y así se intentan mantener para proteger su entorno y su vida. Sebastião Salgado les ha fotografiado en su recorrido por los lugares que aún permanecen inmutables en el planeta, su proyecto Génesis

La selva parece impenetrable, pero la cruzan muchos caminos entre la decena de poblados de los zo’é. Y se puede encontrar a algún cazador con su arco y sus flechas apuntando a un mono y trepando al árbol para cobrarse la pieza o proseguir la caza en las alturas.

Esta tribu, de unas 250 personas, vive en un territorio de 624.000 hectáreas situado en la inmensa municipalidad de Obidos, en el estado de Pará, en el norte de Brasil. La tierra de los zo’é (en su lengua, significa soy yo) se sitúa entre los ríos Erepecuru y Cuminapanema, tributarios del Amazonas.

Los zo’é son lo que en Brasil se llama un grupo aislado. No tiene otros grupos indígenas afiliados. La tribu pertenece al pueblo lingüístico tupí-guaraní, el mayor grupo étnico de la costa brasileña atlántica, a miles de kilómetros, pero probablemente el área de donde proceden los zo’é. En la historia de Brasil se menciona la travesía de estos indígenas por el Amazonas unos 400 años atrás.

Hoy, habitan a unos 300 kilómetros en línea recta al norte del gran río. Allí viven de la caza de monos, cuya carne aprecian mucho, aunque se cobran cerdos salvajes, tortugas u otros animales también. Las grandes cacerías de monos –de los que aprovechan hasta los huesos para hacer utensilios– tienen lugar en la estación de las lluvias (primavera en España), cuando abunda también la pesca. Casi todo lo que necesitan los zo’é lo encuentran en la selva: animales, frutos, plantas medicinales... Capturan urubus-rei (cóndor real), unas aves de rapiña, para obtener las plumas con las que las mujeres se hacen unas espectaculares coronas. Cuando los hombres vuelven de cazar alimentan primero a estas aves para que crezca su plumaje.

Otro rasgo es que es el único pueblo indígena en Brasil que lleva poturu, un trozo de madera (del árbol del mismo nombre) que se insertan bajo el labio inferior. Al inicio de la pubertad, a los niños y las niñas, en una ceremonia de iniciación, les perforan la barbilla con un duro hueso de tibia de mono, y les insertan la pieza de madera, que se cambia cada día para ir aumentando el grosor.

Los zo’é cultivan mandioca, algodón, chile y varios tipos de raíces. Tejen (hamacas, mochilas de hojas de palma) y se hacen sus hornos de barro y ollas de terracota, aunque las mujeres envidian los ligeros cacharros de aluminio de los visitantes.

La tribu fue contactada en 1987 por un grupo de misioneros norteamericanos, que se la ganó con regalos como ropa, espejos y machetes, e instaló una misión, empezando por una pista de aterrizaje. Su objetivo era convertir a los indios a un fundamentalismo evangélico monógamo –los hombres zo’é tienen muchas mujeres y las mujeres, muchos hombres– e integrarlos al sistema productivo.

En 1990, Funai, el organismo gubernamental brasileño protector de los pueblos indígenas, que en ese momento dirigía Sidney Possuelo, conocido sertanista –así se llama en Brasil a los defensores de los últimos pueblos indígenas–, desalojó a los misioneros y sus pertenencias. A la vez, se creó el Proyecto de Protección Etnomedioambiental del Frente Cuminapanema, para preservar a los zo’é y su tierra frente a un posible retorno de los fundamentalistas u otros invasores.

En diciembre del 2009, esa tierra fue reconocida por un decreto del presidente brasileño como reserva indígena protegida. João Lobato, el jefe local de Funai y del proyecto zo’é, está a punto de obtener una protección permanente de una franja de 20 kilómetros alrededor del territorio zo’é para garantizar mejor la conservación de la fauna, la flora, la lengua..., para conservar la vida de esta tribu en su edén.
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Los zo’é cazan monos. Una vez han matado uno, como no siempre cae por el espeso follaje, el cazador debe trepar al árbol para recoger la pieza. O, si el mono sólo es herido y salta a otra rama u otro árbol, el cazador continúa la caza en lo alto, como es el caso en esta fotografía
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Una madre lava a su pequeño. Las mujeres zo’é se adornan con tocados de plumas, llevan collares de conchas de caracol y se pintan los cuerpos con urucum, un fruto rojo
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Descanso en las hamacas, que tejen y que son muy usadas, no sólo para dormir, también durante el día, en las comidas, por ejemplo
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A los niños y niñas se les perfora debajo del labio inferior con un hueso de tibia de mono y se les coloca la pieza de madera (poturu), que caracteriza a esta tribu, y que se va cambiando y aumentando de tamaño hasta alcanzar el que se considera apropia. Una mujer prepara la harina de mandioca, su principal alimento, que mezclan con jugo de carne o leche de nueces, aunque la mayoría de las veces la comen como pasteles (beiju)
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Unas mujeres bañándose, un hábito vital entre los zo’é. Se lavan muchas veces al día, incluso durante las cacerías, y consideran que los forasteros que les visitaron, al bañarse sólo una vez al día, no son suficientemente limpios
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En la página anterior, cacería de monos con el arco y las flechas. Su carne es muy apreciada por los zo’é, aunque también cazan otros animales, desde aves a tortugas, dependiendo de la estación del año. Al final de la cacería, cada hombre lleva sus piezas a su familia
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Un pequeño con una pieza de caza. Cada día, los hombres salen en distintas direcciones de la selva de caza y de pesca. A veces, la expedición dura un día, otras son más largas.Cuando cocinan, cada familia lo hace por separado, pero las comidas suelen ser muy sociales: todos van a una u otra choza y pican aquí y allí
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Muy temprano, los cazadores calientan sus flechas para que funcionen mejor. Cada hombre (en la foto, a sus pies) tiene unas cajas (patawa) donde guarda sus puntas de flecha, las cuerdas del arco y resina que usan para reforzarlas
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El Funai, el organismo gubernamental que protege a los pueblos indígenas en Brasil, no permite que los forasteros coman la comida de los zo’é ni viceversa

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