lunes, 15 de noviembre de 2010

Puigcercós y su kit del placer

Llucia Ramis (El Mundo)

Tema: Elecciones

El Luz de Gas es ese antro en el que acabas cuando han cerrado todos los bares y no has pillado cacho, tu última oportunidad para conseguir carne fresca. Mejor dicho: carne a secas. Pero, por una vez, los chicos que hacen cola en la puerta son tan tiernos que parece que no tengan ni edad para votar, ergo tampoco para entrar en un local de copas. «Es que me he afeitado», se justifica un imberbe.

Son los jóvenes de Esquerra. Al entrar, les dan el vale para una consumición gratis y un llamado kit del placer, compuesto por un preservativo femenino, otro al desuso y un lubricante. Muy optimista, en una ciudad donde mojar no es pecado, sino milagro. Auguro que lo estrenarán para cuando Cataluña sea independiente. Los estimulantes los llevan de serie.

Junto a los condones va una panfleto titulado El Futur. Pregunta trampa: ¿El profiláctico no evita el futuro? Las respuestas más ingeniosas: «Tampoco hay futuro para el Vaticano », «Tendremos un futuro seguro» y «Nosotros controlamos el futuro». Los contestatarios forman parte del grupo que da la bienvenida a Joan Puigcercós con el tartamudo grito de In-inde-inde-pen-den-ci-a: 150 asistentes, según el barman; Cataluña entera, según la organización.

El coitus interruptus lo provoca un vídeo terrorífico sobre en lo que podría convertirse este lugar si se repitiera el tripartito: entre otras consecuencias apocalípticas, la gente tendría que ir a la ciudad para poder ver películas en su lengua. Un chico con micro a lo Madonna recuerda que la campaña acabará el día que la metan. ¿Perdón? Que metan la papeleta para decir sí o no. Todos se ponen a cien. Nunca les han dicho que sí.

La candidata de JERC, Gemma Lago, hace que suba aún más la temperatura llamando a sus compañeros «valientes». «Somos una tierra que quiere decidir desde Fraga hasta Mahón»; «queremos ser libres»; «no van a decidir por nosotros partidos subyugados a la economía de España», etcétera. Su partido logrará esto y mucho más: valiente afirmación. Sobre todo teniendo en cuenta que les ha salido competencia.

Si el enemigo es español, el argumento es fácil. Puigcercós compara la ilegalización de Batasuna con el caso de Sáhara: «El Gobierno y el PP se niegan a condenar la barbarie contra el pueblo saharaui, ¿tenemos que ilegalizar al PSOE? ¿Tenemos que ilegalizar al PP? Los que no son demócratas son ellos». Y tú no eres demagógico.

Cuando el enemigo está en casa, cabe recurrir a la Historia. Por eso, frente a la Solidaritat Catalana de Laporta y el Reagrupament liderado por Joan Carretero, el candidato de ERC tiene que hacer memoria para los que carecen de ella porque acaban de llegar. «Somos la gente de Francesc Macià, de Companys y Tarradellas», recuerda contra lo que él llama «independentismo digital». Sería algo así como la defensa de la tradición frente a los nuevos ricos, los trepas, los aprovechados. Y se explica: «Ya sabemos que la punta de un dedo puede hacer milagros, especialmente cuando es entre dos». Toca la fibra sensible de estos pobres vírgenes que llevan un kit del placer en el bolsillo. Con un resultado revuelto, alterado. Supongo que orgásmico. ¿Y después? El vacío.

¿Marca blanca? No, gracias

Fernando Barciela (El País)

Tema: Economía

Oreo nos envía a diario desde la tele un mensaje clarísimo -"no fabricamos para otras marcas"- dirigido, para que no haya duda, a sus incontables forofos. Esta famosa galleta no es el único producto de Kraft Foods imposible de encontrar trasmutado bajo una marca de la distribución, ya que esta multinacional tiene a gala no fabricar ninguna de sus marcas bajo otra enseña que no sea la suya. Lo que supone todo un reto. Las llamadas "marcas blancas" se han disparado en los últimos años, en parte por la crisis. "Estos productos", dice Ignacio Larracoechea, presidente de Promarca, que reúne a decenas de empresas con las marcas más valiosas, "ya tienen el 33% del mercado de gran consumo".

De este desafío, que le está complicando la vida a muchas marcas, ha partido la decisión de algunas grandes empresas como Kraft, Coca-Cola, Danone, Pascual, Calvo, Ausonia o PepsiCo a reaccionar negándose a atender las invitaciones de sus poderosos clientes para que fabriquen para ellos. De modo que marcas como la citada Oreo, Fontaneda, Matutano, Milka, Shandy, Aquarius, Nivea, Minute Maid, Gatorade, Ruffles o Vivesoy, entre muchas otras, no tienen su clon de la distribución.

Antonio Mariani, director de marketing en Kraft, explica la decisión de su empresa de no fabricar para terceros porque "nos permite decir al consumidor que nuestros productos son distintos y ni siquiera están elaborados en las mismas fábricas". En Danone apuntan que sus "fermentos, la base de los beneficios de nuestros productos, son únicos y sus propiedades también. Por eso queremos fabricar para otras marcas". Y en Leche Pascual, que publicita también su negativa a producir para la distribución, apuntan que "es muy difícil compaginar la producción más costosa (artículos innovadores y de calidad) con la basada solo en precio".

No se trata de una opción fácil. En Promarca reconocen que "resulta difícil negarse a las peticiones de una cadena que puede representar el 10% o el 25% de tus ventas". E incluso a los muy grandes les puede resultar ingrato renunciar a los ingresos adicionales por esas ventas. Lo que explica que las más ni siquiera se hayan planteado esa posibilidad. Sobre todo en una época de crisis. "Es cierto", reconoce Mariani, "que dejamos de fabricar algunos volúmenes; eso sí, de escasa rentabilidad". Larracoechea quita importancia a esas posibles pérdidas de negocio: "Sí es posible que a corto plazo pierdas algunas ventas, pero al final mantienes la diferenciación. Cuando produces para terceros envías al consumidor el mensaje de que tu producto es igual que el de la distribución, lo que hace que este acabe comprando el más barato creyendo que es igual. Y al final sí, terminas perdiendo ingresos".

Claro que no todos han podido permitirse renunciar a la fabricación para terceros. A algunas empresas que lo hicieron no les fue bien. Jaume Llopis, profesor del IESE, cita tres condiciones imprescindibles para renunciar: "Ser una marca líder, tener márgenes elevados y no tener capacidad de producción sin utilizar. Si no, es inviable". A esto añade Larracoechea que "deben ser primeras o segundas marcas, ya que las terceras, debido a la expansión de la marca blanca, se encuentran con crecientes dificultades para estar en los lineales". La diferenciación del producto y la fidelidad absoluta de los consumidores son también básicos.

Esto deja fuera a las marcas poco originales, basadas sobre productos indiferenciados, commodities. Lo que explica que algunas empresas hayan sacado resultados más bien regulares de su decisión. En el sector se apunta que a Calvo el no fabricar marcas blancas le ha costado una reducción de sus ventas. Lo mismo se dice de Leche Pascual, sobre todo con la leche. "Algunos productos", prosigue Llopis, "son tan indiferenciados que encuentran cada vez menos consumidores dispuestos a pagar un plus. Es el caso de la leche, el aceite de oliva, las conservas de bonito o los frutos secos".

Expertos del sector afirman que esta menor diferenciación -en leche- ha obligado a Pascual a reducir los precios de este producto. Pese a ello, Javier Colomina, director general corporativo de Pascual, apunta que en su empresa "trabajar con su propia marca es un principio estratégico".

Igual que negarse a hacer marcas blancas entraña riesgos, lo contrario también tiene sus peligros. "Hay muchas empresas como Sovena que solo fabrican para el retail, y apostar por eso", señala Llopis, "te mete en otro circuito, basado solo en el precio, con márgenes muy bajos". Con el peligro de acabar dependiendo de las cadenas, un oligopolio dominado por cinco o seis empresas. "Te echan, como ha ocurrido con algunas empresas en Mercadona, y te hundes", concluye Llopis.

Las empresas que han optado solo por sus marcas no lo ven de modo tan negativo. "Nosotros", asegura Colomina, "entendemos que las marcas líderes siempre tendrán hueco en los lineales, ya que aseguran a la distribución márgenes más interesantes que los de las marcas blancas, que lo que buscan es volumen de ventas". Colomina añade que "las tiendas necesitan tener grandes marcas para atraer a la clientela de clase media. Por eso Lidl tuvo que dar entrada a las marcas fuertes".

En las empresas que producen para la distribución no se opina lo mismo. "En Nestlé", apunta Llopis, que fue director general del grupo en España, "decidimos hacer marcas blancas en 1986, pero bajo tres condiciones: que hubiera excedente de capacidad (para no mermar nuestros márgenes), no tener que hacer inversiones y no fabricar la marca blanca con la misma composición de nuestra marca líder". Este ejecutivo afirma que, al contrario de lo que apuntan los que dicen que fabricar para marcas blancas cambia el enfoque de la empresa desde la innovación y el marketing hacia la producción masiva barata, "cualquier empresa puede seguir haciendo innovación y cultivando sus marcas mientras fabrica para otros: son dos líneas de negocio diferentes".

Hacerlos también aporta, prosigue Llopis, ventajas nada desdeñables. "Si eres líder y tienes un 25% del mercado con tu marca, y le añades otro porcentaje importante con marca blanca, refuerzas tu posición en la categoría, logras mayores economías de escala y te haces inexpugnable".

¿Por qué odian a Eguiguren? La derecha ataca sistemáticamente al presidente del PSE por creerle poco crítico con los 'abertzales'

Luis. R. Aizpeolea (El País)

Tema: Euskadi

Él vive amenazado por ETA desde hace 26 años.

El 21 de mayo de 2007, en el último encuentro que Jesús Eguiguren mantuvo con Javier López Peña, Thierry, antes de la definitiva ruptura de la última tregua de ETA, el dirigente etarra amenazó de muerte al político socialista y le advirtió de que llevaría corbatas negras mientras él estuviera en la cárcel. Consumada la ruptura de la tregua a los pocos días, el PSE reforzó la seguridad de Eguiguren -más escolta, cambios frecuentes de domicilio-, pero ETA cumplió su amenaza: 10 meses más tarde asesinó al ex edil de Mondragón Isaías Carrasco, amigo íntimo de Eguiguren y de su esposa, Rafaela Romero.

Aquel asesinato fue el último drama íntimo de Eguiguren. Y el más doloroso, al producirse tras acariciar el sueño del fin de la violencia con la tregua de ETA de 2006, en la que tanto se implicó.

A los dos años del asesinato de Isaías Carrasco, la viuda y la hija de este se han solidarizado estos días con Eguiguren por el ataque que sufre desde la derecha política y mediática por su participación obligatoria como testigo de la defensa en el juicio contra el líder de Batasuna, Arnaldo Otegi. También, por unas declaraciones inoportunas en un formato inadecuado -el programa Salvados, de La Sexta-, donde predijo que ETA declararía una tregua permanente y verificable antes de fin de año, y por contar sin distancia sus relaciones con el líder de ETA Josu Ternera en el proceso de 2006.

Los ataques, básicamente procedentes de Madrid, van dirigidos contra uno de los políticos más amenazados por ETA y que ha asistido a más funerales de sus víctimas. Desde 1979, cuando ETA asesinó al socialista Germán González, en Urretxu (Guipúzcoa), Eguiguren, como dirigente del PSE, luego presidente del Parlamento vasco y hoy presidente del PSE, ha presenciado el levantamiento de muchos cadáveres de compañeros y se ha puesto numerosas veces la corbata negra para asistir a funerales. Y desde marzo de 1984, cuando una escisión de ETA asesinó al secretario de Organización del PSE, Enrique Casas, lleva escolta.

Eguiguren es el último de la generación de líderes socialistas de la transición que dieron la cara en Euskadi en los tiempos más difíciles. La mayoría, o han muerto asesinados -Casas, Fernando Buesa- o se han ido -Benegas, Eguiagaray, Jáuregui, Landaburu...-. Pero no él.

Eguiguren (Aizarnazabal, 1954) es un desconocido fuera de Euskadi. Solo se sabe que negoció con ETA en el último proceso de paz. Existe la idea de que es un nacionalista infiltrado en el PSOE o que padece el síndrome de Estocolmo tras su negociación con ETA. Pero esa impresión la desmienten los hechos. Pese a ser de la Guipúzcoa profunda, su origen no es nacionalista, sino de izquierdas. Pasó brevemente por el PCE antes de ingresar en el PSOE hace 35 años. Su primer papel, en los setenta, fue la defensa en solitario de la Constitución en Euskadi porque todos los partidos nacionalistas y la derecha, AP, la rechazaban. Era la etapa de 100 asesinatos anuales de ETA, con un PSE clandestino en el que sus militantes no iban a las Casas del Pueblo por miedo y estas se llenaban de policías que trataban de no correr riesgos evitando lugares públicos.

Entusiasta de Indalecio Prieto, que en la Segunda República combinó el Estatuto vasco con la Constitución, Eguiguren ha sido defensor del entendimiento con los nacionalistas desde posiciones constitucionalistas y antiterroristas. De ahí que en los ochenta abogara por el pacto de gobierno con el PNV y, tras el salto de este partido al soberanismo, defendiera el Pacto Antiterrorista con el PP en 2000 y la Ley de Partidos, que ilegalizó a Batasuna, al pensar que jugaba con ventaja por el amedrentamiento de ETA a sus rivales. Y que en 2009 fuera adalid del pacto de gobierno con el PP vasco.

Eguiguren cree también que las tensiones entre nacionalistas y no nacionalistas no tienen solución definitiva, sino arreglo entre vascos. También precisa que una cosa es la derrota de ETA que, a su juicio, políticamente ya ha llegado, y otra resolver las secuelas de la violencia. Estas tesis las defiende en sus libros como profesor de Derecho Constitucional. Con ellas se sentó con Otegi para buscar una salida al problema vasco. De aquellas conversaciones salió un diálogo con ETA y de este un procedimiento para tratar de resolver el conflicto, que la banda dinamitó. Pero aquel proceso, del que Eguiguren fue pionero, originó el enfrentamiento entre Batasuna y ETA, que con el acoso policial ha colocado a la banda en fase terminal. Y ahí radica su contribución, tan malentendida, al final del terrorismo.

Eguiguren está convencido de que el proceso anterior es irrepetible, que las treguas de ETA ya no son creíbles y que no puede haber negociación hasta que la banda deje las armas. Su diferencia con Alfredo Pérez Rubalcaba es de matiz. Cree que hay que ofrecer a Batasuna un horizonte -la legalización- para animar a que se comprometa definitivamente con el fin de la violencia.

Su entrevista en La Sexta ha desatado las iras de la derecha política y mediática contra él. En ese sentido, viene bien recordar lo que dijo en 2008: "Hay gente que ni sabe lo que es el País Vasco ni lo que es luchar contra el terrorismo ni nada de nada. Son constitucionalistas y antiterroristas platónicos, que viven en Madrid, y se dedican a desacreditar a los que luchamos contra el terrorismo sobre el terreno".

Las críticas llegan en la etapa terminal de ETA, cuando las cosas están cambiando en Euskadi. El mes pasado, en un paseo por San Sebastián, al llegar a la Parte Vieja, dijo: "No sé si lo admitirán los escoltas, porque llevo sin entrar en la Parte Vieja desde que mataron a Enrique [Casas]". Los escoltas le dejaron y entró. Y Jesús Eguiguren, 26 años después, recuperó ese barrio de su ciudad.

Haití sigue temblando

Fernando García (La Vanguardia)

Tema: Haití

Diez meses después del terremoto que dejó 220.000 muertos y devastó el país, Haití sigue sin levantar cabeza. Un millón de personas viven bajo lonas en 1.200 campamentos. En Puerto Príncipe apenas se observan obras y signos de recuperación. Los planes para garantizar la subsistencia no despegan, y la mayor parte de la ayuda internacional no llega. Sólo el trabajo de algunas oenegés o entidades como la Fundación La Caixa se refleja en mejoras.

Un joven semidesnudo golpea con un mazo enorme los restos de la que hasta el 12 de enero del 2010 fue su casa familiar. El muchacho lleva semanas dando martillazos. No tiene otra cosa que hacer. “Busco mi espacio”, dice para explicar su propósito de convertir las ruinas en solar y allí mismo, cuando tenga dinero o alguien acuda en su ayuda, construir un nuevo hogar. Lo que ya no podrá recuperar es su vida. Su familia.

Glyvens Germain acaba de cumplir 18 años y se ha quedado solo en este mundo. Su madre, su padre, sus seis hermanos –tres niñas y tres varones– y dos primas que vivían con ellos murieron aplastados a su lado. Estaban todos ante el televisor. Veían el culebrón mexicano Marina, cuando llegó “el ka-boom”. La vida y la luz se apagaron en un instante alrededor de Glyvens. Él se salvó al quedar dentro de un hueco entre los bloques de hormigón derrumbados.

“No veía nada. Temblaba mucho”, recuerda. Sólo tenía una cosa en la cabeza: “La muerte”. Tres horas tardó en salir del agujero con ayuda de otros supervivientes de Fort National, su barrio en las montañas del centro de Puerto Príncipe. Las esquirlas y los cascotes le habían machacado y abierto el cuerpo. Una cicatriz de 15 centímetros entre la boca del estómago y el vientre, otra en el cuello y varias excoriaciones cerca de la nuca dan fe de las heridas corporales. La mirada y la voz certifican la lesión en el alma.

Glyvens jugaba al fútbol en un equipo juvenil que ya no existe. La escuela en la que cursaba octavo tampoco funciona. Él quisiera volver a los estudios cuanto antes. Piensa hacerse fontanero. Pero por ahora todo eso le queda lejos. Vive en una tienda de lona en uno de los 1.200 campamentos creados o montados espontáneamente para alojar al millón largo de haitianos que perdieron sus viviendas. Sus días transcurren entre los mazazos, las idas y venidas para buscarse la vida y las noches bajo la lona.

Puerto Príncipe está, diez meses después, prácticamente igual que en los días siguientes al terremoto. Casi igual, aunque con algunos cientos de muertos añadidos por el cólera.

Hay algunos escombros menos, pero las máquinas de derribo y excavación siguen siendo rara avis. No se oye ruido de obras. En cinco días dando vueltas por la capital, los indicios de reconstrucción se reducen a un par de brigadillas de obreros reparando tapias o fachadas, un solar con los cimientos de un futuro edificio ya fijados al suelo y una solitaria apisonadora rodando por la céntrica calle Delmas. Los únicos que trabajan sin descanso en la limpieza de las ruinas son los desesperados buscadores de lo que sea. Esos obreros sí que se ven por todas partes.

De noche, las zonas más pobres de la ciudad más pobre de América mantienen el aire de infierno mal iluminado que adquirieron después del seísmo. Las callejuelas adyacentes a la arteria de la Grand Rue son feudo de las ratas, visibles sólo porque hoy luce la luna llena y porque los vecinos han empezado a prender las fogatas con que merman la basura interminable y fragmentan la oscuridad. Parece irreal y excesivo, pero de vez en cuando un murciélago sobrevuela el territorio.

Una de las sombras que pueblan la calle pertenece a Gerald Exantis, 40 años, casado y con cuatro hijos, “todos vivos gracias a Dios”, señala, y ahora con su madre en un campamento cercano. Dice que lo único que perdieron fue la casa, pero la cafetería de la que vivían no está destruida del todo; él duerme allí para que no se la quiten. Ni Gerald ni nadie a quien él conozca ha recibido ayuda alguna, confirma.

Los campamentos de refugio son más variados de lo que puede imaginarse. Los hay que carecen de agua, luz y saneamientos: un marco perfecto para los conflictos, la enfermedad y más muerte todavía. Otros han alcanzado encomiables cotas de organización y dignidad colectivas. Y algunos pocos, como el del antiguo campo de fútbol del barrio pijo de Petion Ville, cuentan con escenario y hasta pinchadiscos para hacer más llevaderas las veladas.

Pero hay un campamento que desde el principio llamó la atención de todos. Lo habían montado a lo largo de 600 metros de mediana de una carretera nacional, la que une Puerto Príncipe con el sur del país, en el barrio de Carrefour. ¡En medio de la calzada! Se podía pensar que aquella era una solución de urgencia para unos días. Sólo así podía entenderse que cientos de personas se hubieran puesto a dormir en la línea de separación de carriles de una vía principal; con unas piedras a ambos lados de la hilera de casitas, como si eso fuera a protegerlas ni siquiera de una motocicleta.

¿Cómo conciliar el sueño? ¿Cómo moverse para entrar y salir de las tiendas, con camiones y coches pasando a toda velocidad a sólo unos centímetros? Imposible imaginar una vida más peligrosa. Pues bien: este otoño allí seguía el campamento suicida.

Más de medio año ha transcurrido desde el día en que la ONU y las potencias mundiales, reunidas en la conferencia de donantes del 31 de marzo en Nueva York, proclamaran el hito de un esfuerzo solidario “sin precedentes”, según lo expresó Ban Ki Mun. “Ha sido una jornada muy buena para Haití… Tranquilos, hemos aprendido de pasadas lecciones y esta vez se controlará todo y se expondrá en la web”, dijo Hillary Clinton.

En aquella fecha, representantes de 138 países, más el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) se comprometieron a donar 9.900 millones de dólares para la reconstrucción de Haití a lo largo de un decenio. Más de la mitad del dinero debía desembolsarse en los dos primeros años, bajo la gestión de una comisión provisional pilotada por el ex presidente estadounidense Bill Clinton y el primer ministro haitiano, Jean-Max Bellerive.

Pero llegó el mes de octubre y hasta ese momento la cantidad volcada sobre la isla no alcanzaba ni siquiera el 20% de la correspondiente al 2010, según la estimación de las Naciones Unidas. Un cálculo incluso optimista si se contrasta con la realidad sobre el terreno y con la opinión de expertos y gestores de ayuda internacional que, por cierto, ya dan por sentado que la comunidad internacional no llegará nunca a dar lo que prometió.

No faltan los argumentos y los intentos de justificación para explicar la inconsistencia de la respuesta internacional ante la tragedia. Nadie dijo que la reparación pudiera resultar rápida ni fácil a la vista del efecto ocasionado por aquellos 35 segundos de apocalipsis, a saber: en la parte humana, al menos 220.000 muertos, 300.000 heridos y 2,3 millones de desplazados en un país que no alcanza los nueve millones de habitantes; en lo material, unas pérdidas equivalentes al 120% del PIB nacional, que se llevaron por delante gran parte del ya maltrecho parque de viviendas y acabaron de reventar las deficientes infraestructuras.

Además, muchos miembros del frágil Gobierno y no pocos cuadros de la función pública desaparecieron a la par que sus sedes ministeriales y administrativas, lo mismo que las estructuras del tejido económico y empresarial del país. La administración del dinero para la reconstrucción tenía que acordarse con las instituciones locales, pero estas se hallan en una especie de stand by a la espera de las elecciones del 28 de noviembre.

El trabajo y los costes para revertir o al menos paliar el desastre son inconmensurables, claro. Pero las grandes promesas internacionales no acaban de llegar a la desesperada población isleña. Existen proyectos industriales y productivos con cuantiosos capitales de por medio, incluidas zonas francas que pueden dar trabajo –está por ver en qué condiciones– a decenas de miles de haitianos. No faltan perspectivas de negocio para compañías grandes y pequeñas en torno a un futuro Haití promisorio. Pero hasta el momento persisten las dudas sobre los grandes planes de la comisión Clinton. Hay otras ayudas menos ambiciosas que, aunque parciales e inconexas, resultan más efectivas por ahora. En ellas reside hoy por hoy la esperanza.

Si se toma Haití como un laboratorio de la ética internacional, el resultado que se muestra es un tubo de ensayo lleno de humo con una pequeña cantidad de sustancia noble en el fondo. Algunas oenegés ya veteranas están sacando los colores a los gobiernos del mundo con su trabajo en este lugar, es verdad que en muchos casos en colaboración con órganos estatales. Tanto en las horas siguientes a la hecatombe como al emerger la epidemia de cólera el mes pasado, la Agencia de Cooperación Internacional, adscrita al Ministerio de Exteriores español, reaccionó sin titubeos y acudió en seguida con su pequeña aportación de recursos materiales y humanos.

Entre las organizaciones ajenas a los gobiernos, un equipo de Cruz Roja Española (CRE) está demostrando cómo se hace para, en la medida de lo posible, resucitar una población derruida. Su campo de acción es la comunidad de Leogane, donde se localizó el epicentro del terremoto. Allí, la sacudida destruyó el 80% de las viviendas. Y aunque la mayoría de sus 200.000 habitantes sobrevivieron, muchos de ellos murieron oficialmente al desaparecer bajo las ruinas los padrones municipales. Así que lo primero que tuvo que hacer Cruz Roja fue volver a censar a los supervivientes mediante miles de encuestas puerta a puerta, a la hora de llevar a cabo su plan de viviendas progresivas en la región, uno de los tres proyectos que la Fundación La Caixa financia en Haití –los otros dos son con Médicos sin Fronteras e Intermón Oxfam–.

El censo era la cuenta nueva después del borrón, sólo que en vez de una pizarra lo que había allí era un pueblo. La operación no resultó sencilla al principio. Los lugareños sabían que de sus datos en el nuevo registro dependería su derecho a una nueva casa. Algunos jugaron a la suplantación de víctimas para hacerse con una vivienda nueva, o bien al préstamo de parientes o amigos a fin de conseguir dos cuando sólo les tocaba una. En las primeras adjudicaciones hubo que rechazar al 15% de los candidatos por haber mentido, según explica el jefe del equipo, Pablo Giménez.

Los engaños se frenaron de dos maneras: con una verificación de datos a cargo de colaboradores haitianos de Cruz Roja y mediante la implicación en las edificaciones de los propios beneficiarios, a quienes, para empezar, se les proporciona un kit de desescombro.

Las viviendas, de 18 metros cuadrados, constan de una estructura de acero galvanizado a prueba de temblores. Los módulos se revisten de entrada con lonas muy resistentes y, a medida que se dispone de otros materiales, con bloques de hormigón y madera. Las letrinas son comunales. CRE lleva construidos unos 400 de los más de 5.000 alojamientos de este tipo que prevé edificar, a los que en unos seis años añadirá 17 escuelas. A ello se suman miles de actuaciones de saneamiento y distribución de agua potable. Con todo, la aportación es microscópica en relación con las necesidades del país. Pero que les pregunten a los de Leogan lo que significa para ellos. Es la posibilidad de “volver a empezar”, como el economista haitiano y colaborador de CRE Adam Yayá defiende que Haití debe hacer: “Con otros enfoques y otra concepción; con gente nueva”. Se trata, dice, de “convertir la desgracia en oportunidad”.

Médicos sin Fronteras (MSF) de España es otra de las organizaciones más activas en Haití. Uno de sus proyectos estrella es la recuperación del hospital Saint Michel en la castigadísima ciudad de Jacmel. El centro da servicio a medio millón de habitantes del sudeste del país, por lo que su puesta al día es crucial en la lucha contra la muerte y las enfermedades. Pero tan importante como la asistencia médica pura y dura que MSF presta ahí y en todo el país es ahora la atención a la salud mental de las víctimas que quedaron en la calle.

El terremoto rompió a muchos haitianos por dentro. Y la desesperación ante la persistencia de las penurias causa estragos. Tensión y estrés, violencia, conflictos familiares, fobias, depresión, ansiedad, impotencia. Locura. “El ambiente que se está creando en campos como el de Tapis Rouge (en el barrio de Carrefour Feuilles), es muy peliagudo”, afirma el coordinador de MSF España en Haití, Francisco Otero. En el campamento al que se refiere viven 14.000 personas. Sin agua corriente, sin luz y sin expectativas. “Cada día hay más peleas, y la promiscuidad es enorme. Crecen los casos de niñas que se embarazan a los 13 o 14 años, a veces antes”, añade. Como también proliferan las violaciones dentro de ese y otros campamentos. Y, aunque se trate de un mal menor, los partos prematuros. A causa del estrés, gran parte de los niños concebidos en fechas próximas al terremoto nacieron a los siete meses. Hasta en eso incidió la onda expansiva del seísmo.

Un psicólogo local de la misión, Wilny Loussaint, hace inventario de algunos de los desajustes psíquicos o de comportamiento observados entre los más de 70.000 supervivientes a los que MSF ha atendido de estos males. Recuerda Loussaint las pesadillas de la chica que discutía por teléfono con su novio cuando el temblor cortó la línea y la vida del muchacho; el pesar del hijo que rompió con su padre tras culparle de la muerte de su madre y ahora se culpa él mismo de todo; la obsesión de la señora que ya nunca más ha podido pulsar un interruptor porque eso es lo que iba a hacer cuando todo se vino abajo. O los episodios depresivos de Jocelyne Menard, ex maestra y colaboradora de MSF, que no puede ponerse el perfume y el desodorante que utilizaba antes del terremoto porque le queman la piel.

Haití sigue precisando cuidados intensivos y ayuda de emergencia; mucha más de la que recibe. Pero también medios para asegurar la subsistencia. Redes, además de peces; pan y trabajo. Intermón Oxfam lidera un plan de apoyo a los pequeños productores de arroz de la vasta región de Artibonite, uno de los principales destinos de los desplazados a raíz de la catástrofe. Para colmo de males, fue precisamente allí, en la ribera del río del mismo nombre, donde a mediados de octubre el cólera materializó el extendido augurio de alguna de esas epidemias que a menudo rematan el padecimiento de los más infortunados.

El proyecto de Intermón en Artibonite beneficia a 1.700 familias sin apenas ingresos, y, según sus promotores, puede favorecer de modo indirecto a 300.000 personas dependientes de ese cultivo en el valle. Pero los agricultores se las ven y las desean para competir con el arroz fuertemente subsidiado de EE.UU., que además mantiene medidas proteccionistas frente a las mercancías de Haití, según denuncia Oxfam. Escasa producción y debilidad ante los abusos en el comercio internacional: dos de los mayores desafíos que el país devastado afronta en el largo plazo.

Los haitianos continúan temblando a la espera del maná de las donaciones récord prometidas por los superpoderes de la comunidad internacional. Menos mal que, mientras tanto, hay quienes les ayudan a curar sus heridas, a levantar nuevas viviendas y a ganarse el pan de cada día. Pero no dan abasto ni de lejos. Al cierre de la edición de este reportaje, un ciclón tropical amenazaba con añadir aún más leña al fuego del infierno en que se ha convertido este país.

Glyvens Germain, el joven del mazo, sigue a solas con sus martillazos a la desgracia.
Un chico observa el panorama de ruinas, mientras dos vendedores recogen una parada de fruta en la calle antes de que estalle una tormenta en el centro de Puerto Príncipe
Multitud de hombres trabajan en las ruinas del demolido edificio del Ministerio de Hacienda para recoger el hierro y otros materiales que puedan vender
Los peatones pasan por la calle y los vendedores montan sus paradas delante de los edificios en escombros en una calle del centro de Puerto Príncipe
El llamado Aviation Camp, un campamento de refugiados de la capital del país en que las tiendas se montaron aprovechando varios aviones abandonados
Un partido de la liga infantil de fútbol se disputa en una pequeña explanada del barrio de Fort National, en una colina del centro de Puerto Príncipe, que fue uno de los más afectados por el terremoto
Una mujer lava ropa en las aguas de alcantarilla en el centro de Puerto Príncipe, una zona donde antes se levantaban muchos edificios de negocios y ahora prácticamente sólo hay escombros
Dos niños juegan a hacer pompas de jabón en uno de los campamentos
Una estudiante hace sus deberes frente a su tienda en un campamento para refugiados de Puerto Príncipe
Un campesino esparce arroz para que se seque tras la cosecha en los campos de Artibonite, en un proyecto que ampara Intermón Oxfam

Berlanga, patrimonio nacional. El director de ‘Bienvenido, Mr. Marshall’, ‘El verdugo’ y ‘Plácido’ muere a los 89 años

Lluís Bonet Mojica (La Vanguardia)

Tema: Cultura
Era el último austrohúngaro, vocablo, el de austrohúngaro, que siempre aparecía en su cine. Sin sus películas, algunas de ellas incuestionables obras maestras, sería imposible comprender la historia española contemporánea. Desde la autarquía hasta la transición, pasando por esta época actual cuya realidad también resulta a veces muy berlanguiana. El cineasta Luis García Berlanga falleció en la madrugada de ayer, en su casa de Somosaguas, a los 89 años. Será enterrado este domingo en el cementerio madrileño de Pozuelo de Alarcón y sus restos mortales saldrán de la Academia del Cine, donde ayer se instaló su capilla ardiente.

El creador de Bienvenido, Mr. Marshall, El verdugo, Plácido o Patrimonio nacional vivía postrado en una silla de ruedas y era víctima del alzheimer. Su última comparecencia pública se produjo el pasado mes de julio, cuando acudió en silla de ruedas a la inauguración de la Sala Berlanga, nombre que en su honor recibía un antiguo cine reabierto en Madrid. Allí apenas pudo articular palabra y ya no conocía a muchos de los amigos y conocidos que le rodeaban. Por azares del destino, hoy aparece en el dominical del diario Abc el último reportaje realizado a Berlanga y su familia, con motivo de su participación en una campaña de Médicos sin Fronteras. En sus escuetas declaraciones, el cineasta, que tenía las dos caderas rotas, se lamentaba en estos términos: “El dolor me jode, pero morirme me jode más”.

Quien escribe estas líneas tuvo el privilegio en 1987 de pasar toda una mañana con Berlanga en la cafetería de un hotel de Barcelona y entrevistarle para La Vanguardia. El asimismo autor de La escopeta nacional y La vaquilla se mostraba como un torrente verbal, difícilmente controlable, pero sin perder nunca el hilo de lo que estaba contando. Debido a ello, una parte de la conversación mantenida no pudo ser publicada por rebasar los límites de espacio. Ahora suponen un valioso testimonio algunas de aquellas opiniones inéditas, a fin de reconstruir la trayectoria del director más influyente en la historia del cine español.

Luis García Berlanga Martí nació en Valencia el 12 de junio de 1921, en el seno de una familia de la “pequeña burguesía”, porque “mi padre era político republicano y lo que entonces se denominaba terrateniente: poseía fincas que fue desmembrando poco a poco, porque en aquella época la política no era como ahora, entonces costaba dinero. Así que debías ir desgajando los patrimonios familiares para poder seguir siendo político, porque las elecciones costaban un riñón y sólo tenían su sueldo de diputado, ninguna otra sinecura”.

La Guerra Civil le pilló con quince años y en su último tramo luchó en el bando republicano. Al término de la contienda, su progenitor fue encarcelado y llegaron a pedirle pena de muerte. La familia tuvo que vender más bienes para pagar una cuantiosa multa impuesta por el denominado Tribunal de Responsabilidades Políticas. El futuro cineasta y su hermano fueron enviados a un colegio de Suiza. Con el tiempo, y para intentar salvar la vida de su padre, Berlanga se alistó en la División Azul. Allí conocería a Luis Ciges, hijo de un gobernador republicano, que con el tiempo aparecería en películas suyas. “Por desgracia –explicaba Berlanga–, Ciges no logró salvar a su padre, que fue fusilado”.

Afirmaba que “si Bernadette Sobirous vio a la Virgen, yo descubrí mi vocación por el cine viendo una película: Don Quijote, dirigida por Pabst y protagonizada por el gran bajo ruso Feodor Chaliapin”. Berlanga abandonó los estudios de Derecho y Filosofía y Letras e ingresó en 1947 en la primera promoción del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC). Allí conoció a Juan Antonio Bardem, con quien en 1951 realizaría Esa pareja feliz, primer largometraje de ambos. Dos años más tarde quisieron repetir la experiencia en Bienvenido, Mr. Marshall, cuyo guión redactan con la colaboración de Miguel Mihura, pero que acabó dirigiendo Berlanga en solitario.

La película fue seleccionada por el Festival de Cannes. Su proyección causó gran revuelo por los planos finales donde aparecía una bandera norteamericana arrastrada por la corriente de un riachuelo. El actor estadounidense Edward G. Robinson, miembro del jurado oficial, exigió que aquellas imágenes fueran cercenadas, pero el filme obtuvo el premio Internacional y una mención especial por su guión. Después vendrán títulos como Novio a la vista (1953) y Calabuch (1956), con el veterano actor británico Edmund Gwenn y la italiana Valentina Cortese, entonces casada con el actor norteamericano Richard Basehart. Será este, precisamente, quien protagonice la siguiente película de Berlanga, Los jueves, milagro.

En el punto de mira de la censura franquista por ser un genial y mordaz narrador de las miserias del régimen, Berlanga no tardaría en tener un encuentro providencial: el guionista Rafael Azcona. Sentados en la cafetería madrileña donde –entre copa y copa– esbozaban el guión de la película, durante unas fiestas navideñas vieron como un grupo de Acción Católica caminaba con una pancarta que rezaba: “Siente un pobre a su mesa”. Ambos exclamaron: “¡Ya tenemos el título de la película!”

Pero el lápiz rojo de la censura tachó aquel título y la película pasó a llamarse Plácido, una de sus incuestionables obras maestras. Hace seis años, el manresano Joan Soler filmó el documental La ciutat de Plácido, sobre el rodaje en Manresa de esta legendaria comedia protagonizada en 1961 por Castro Sendra Barrufet, en arte Cassen.

Sin embargo, la bofetada más dura que Berlanga supo asestarle al franquismo fue El verdugo, en cuyo guión también colaboró Azcona. Nino Manfredi encarnaba a un empleado de pompas fúnebres que se ve obligado a ocupar la vacante de funcionario de su suegro (José Isbert): verdugo que ejecuta a los condenados a garrote vil. Seleccionada por la Mostra de Venecia de 1963, una proyección privada de la película en la embajada española de Roma, desató la ira del embajador Alfredo Sánchez Bella (futuro ministro de Información y Turismo), que intentó prohibir su exhibición en el certamen veneciano, donde El verdugo obtuvo finalmente el premio de la crítica internacional.

Tras un intermedio representado por La boutique (1967), ¡Vivan los novios! (1970) y la coproducción francesa Tamaño natural (1974), que por su erotismo tardaría casi cuatro años en poderse estrenar en España, la carrera cinematográfica de Berlanga toma un nuevo giro en 1978 con La escopeta nacional, donde un inolvidable Luis Escobar encarnaba al Marqués de Leguineche. La película se convierte en un estruendoso éxito comercial con su vitriólico repaso del poder emanado de El Pardo, a partir de la cacería organizada en una finca y similar a las que realizaba Franco y que se transformaban en una caza de prebendas.

Berlanga proseguirá dentro de esta línea con Patrimonio nacional y Nacional III, hasta que en 1983 obtiene otro enorme éxito con La vaquilla. Su último largometraje, París Tombuctú lo rodó en 1999, despidiéndose definitivamente del cine con el corto El sueño de la maestra, filmado en el 2002.

Víctima favorita de la censura franquista y persona de convicciones libertarias, el humor y su capacidad para descubrir las vergüenzas humanas le permitieron crear una obra cinematográfica que ha quedado como referente.

¿Cuándo se estropeó Catalunya, Zavalita?

Enric Juliana (La Vanguardia)

Tema: Catalunya

En qué momento se jodió el Perú, Zavalita?” Así comienza Conversación en la catedral, la cuarta novela de Mario Vargas Llosa (1969). Es un arranque fuerte –referido a la dictadura del general Odría en los años cincuenta–, que se presta a la cita oportunista en estos momentos de desasosiego. Zavalita ya habría entrado en la historia metafórica de España si Madrid fuese una ciudad más existencialista y dubitativa. El amargo y melancólico interrogante que Vargas Llosa pone en labios de Santiago Zavala en el bar La Catedral no seduce a la mentalidad madrileña. Por ahora. Quizá en Barcelona, ciudad con la que Vargas Llosa se está reconciliando, se entienda mejor.

¿En qué momento se jodió Catalunya? Muchos catalanes creen que algo más que la economía se ha malogrado en su país. No, no hablemos ahora del català emprenyat. El malestar ha ido adquiriendo muchos matices e intensidades, y perfora los límites de la caricatura. Va más allá. Un estilo, un espíritu, una manera de hacer las cosas –una idealización y un orgullo, también– se siente maltrecho y ridiculizado. Ese es el destilado final de dos legislaturas en las que algunas cosas se han hecho bien, pero ha fallado la construcción del alma. El alma de la izquierda gobernante. El alma es fundamental para la edificación de una sociedad laica. Si el alma no viene insuflada desde las alturas, debe ser construida desde abajo. El alma. El relato. El sentido. La radiación. La cultura. Cuando el presidente de la Generalitat arranca la presente campaña prometiendo, secamente, que no volverá a repetir la coalición de la que ha sido ingeniero en jefe durante dos legislaturas, da la razón a quienes sostienen que Catalunya ha perdido miserablemente el tiempo con la alianza de las izquierdas.

(José Montilla no pasaba por allí y se encontró al tripartito abandonado en una esquina. La noche electoral del 16 de noviembre del 2003, cuando Pasqual Maragall comprobó que su candidatura ya no encarnaba de manera genuina la voluntad de cambio –como sí ocurrió en 1999 en su gran combate con Jordi Pujol–, estuvo a un paso de la dimisión. Maragall, buen alcalde, sabía captar el espíritu de la época. Viendo a venir la maragallada, el primer secretario Montilla, entonces alcalde de Cornellà y presidente de la Diputación de Barcelona, tiró de él hacia arriba, le conminó a mantenerse en su sitio y acabó de cerrar el pacto ya esbozado con el grupo dirigente de Esquerra Republicana. Negando el tripartito, por obvias razones tácticas, el president Montilla se ha negado a sí mismo. Ha rendido el alma.)

Una época se cierra y puede que se abra un ciclo electoral verdaderamente fatídico en España. Las elecciones siempre invitan a resolver y esta vez lo complican todo. Me explico: la gente tendrá la palabra en el momento en que la política lo tiene más difícil para decir la verdad. La política, con todos los matices partidistas que le queramos aplicar, tiene hoy mucho miedo a contar la verdad. Y la verdad es una: el estado asistencial surgido de las luchas sociales del siglo XX, del drama de las dos grandes guerras civiles europeas, y del surgimiento de la Unión Soviética, va a menos porque la nueva división internacional del trabajo dificulta su mantenimiento económico. Y porque no existe –digámoslo todo– la amenaza de un modelo social alternativo con la capacidad expansiva y coercitiva del acontecimiento de 1917. La paradoja final del comunismo es la siguiente: la Unión Soviética empujó a Occidente a mejorar la seguridad social; la China Popular estimula su desguace.

¿Cuándo se jodió Catalunya, Zavalita? ¿El día en que fue derribado el muro de Berlín y el mundo era una fiesta? Caliente, caliente. El desarreglo comenzó a gestarse durante el segundo gran festival del planeta unificado. Las cosas empezaron a complicarse inmediatamente después del grandioso éxito de los Juegos Olímpicos de Barcelona. El día en que se apagó el pebetero de Montjuïc, quedó perfectamente claro que Maragall disputaría la presidencia de la Generalitat a Pujol.

Esbozado en los años ochenta, se desplegaba un combate ajedrecístico entre dos inteligencias de primer orden, que absorbería muchas energías –casi todas– y dividiría a los catalanes entre capuletos comarcales y montescos metropolitanos. La intensidad y la gracia de la partida –de nuevo, Catalunya, la sociedad más democrática de España–, dificultaron una lúcida y atenta percepción del trascendental cambio de escala que tenía lugar en el centro peninsular: progresiva privatización de los antiguos monopolios públicos, con la consiguiente multiplicación de potencia de la élite económica capitalina; extraordinario despliegue del nuevo negocio de las telecomunicaciones; centralización de la nueva industria audiovisual (televisiones privadas); ensanchamiento de los nexos económicos con Latinoamérica; sustantivo refuerzo de las infraestructuras radiales con la red de alta velocidad...

Los catalanes asistían a una espléndida lucha florentina cuando el Gran Madrid emergió. Pujol y Maragall empataron. Desde 1999, Catalunya se halla estructuralmente en tablas. La partida de ajedrez puede que se resuelva –ahora sí– el día 28. Pero, entre tanto, Zavalita, no veas cómo ha cambiado el jodido mundo.

Alicia Sánchez-Camacho: "Soy clave para moderar la deriva independentista de Mas"

Quim Monzó, Sergi Pàmies (La Vanguardia)

Tema: Elecciones

Si hace veinte años les hubiesen preguntado a ustedes a qué partido pertenecería la primera mujer candidata a la presidencia de la Generalitat, madre de familia monoparental, adicta a la Coca-Cola y con unos galopantes tacones, lo más probable es que nadie habría pensado en el Partido Popular. La descripción corresponde a Alicia Sánchez-Camacho (Blanes, 1966). En su despacho hay un calendario-cuenta atrás (“Faltan 19 días”), una fotografía de su hijo, tres banderas (la catalana, la española y la europea) y unos botellines de agua Solán de Cabras.
- ¿Por qué cree que usted es el mejor candidato?

- Collons. (Se ríe.) Creo que soy la mejor candidata porque pongo convicción en lo que defiendo. Pienso que Catalunya necesita estabilidad y moderación. La única fuerza que puede garantizar esas dos cosas somos nosotros. Yo soy el elemento clave que puede moderar la deriva independentista de Artur Mas y evitar un tripartito independentista.

- ¿De verdad piensa que Artur Mas ha entrado en una deriva independentista?

- No es Artur Mas, es CiU. Cuando dicen que quieren la independencia en seis u ocho años –esto lo dijo Felip Puig–, es que la CiU actual no tiene mucho que ver con la de Jordi Pujol.

- ¿Qué considera que puede aportar al cargo para el que se presenta?

- Seguridad, seriedad y el cumplimiento de un proyecto. Soy una persona muy responsable.

- ¿Asistió a la consagración de la Sagrada Família?

. Sí. Hacía un frío que pelaba. Uf, no quiero acordarme. Me pareció una ceremonia extraordinaria. Fueron muchas horas. Tuvimos que estar ahí desde las ocho y media de la mañana, por razones de protocolo. Fui con mi madre, que tiene 88 años, y yo sufría por si no podría aguantar tanto rato. No había visto nunca consagrar una iglesia: la unción, quemar el incienso, la iluminación...

- ¿Y la polémica sobre el papel de las monjas?

- Soy mujer y estoy presidiendo un partido en Catalunya. Las mujeres en el siglo XXI estamos en las mismas condiciones que los hombres, en cuanto a promoción profesional, de incorporación al mercado de trabajo y de cualquier otro tipo de actividad. Me habría gustado que hubiesen hecho una tarea compartida: hubiesen podido limpiar conjuntamente hombres y mujeres.

- ¿Fue en función de su cargo o porque es creyente?

- Fui por mi cargo, pero soy creyente. He tenido una educación religiosa muy intensa en colegios de la Obra. Ha habido momentos en los que he tenido situaciones de crisis de fe, pero soy creyente. Lo más importante para mí era que mi madre estuviera en la Sagrada Família. Me dijo que quería ir a ver al Papa antes de morirse y, aunque espero que tarde mucho en morir, me hizo muy feliz que pudiese asistir. Sólo por ver su cara de satisfacción valió la pena.

- Presentar recursos contra el Estatut al Tribunal Constitucional ¿da al PP la imagen que quiere?

- Me gustaría que muchos catalanes se olvidaran de los prejuicios que tienen en nuestra contra. Nosotros creímos que el Estatut se excedía de la Constitución, que era un Estatut donde no hubo voluntad política de incluir al Partido Popular de Catalunya y a sus votantes, porque había un pacto del Tinell, después un pacto ante notario pensado también para excluirnos... No es bueno para una democracia que haya pactos de exclusión.

- ¿Por qué recurren cláusulas que después reaparecen en el Estatuto de Andalucía o el de Valencia? ¿Ahí no son inconstitucionales y aquí sí?

- Soy jurista y, como tal, me gusta mirarme las leyes, su contenido y su interpretación. Por ejemplo, en el Estatuto de Andalucía puedes destacar artículos que pueden ser similares a algunos del Estatut, pero que, situados en su contexto, no son lo mismo. No es lo mismo interpretar un modelo donde los organismos superiores respetan el modelo judicial español, que no hacerlo. Los artículos no se pueden sacar de contexto e interpretarlos fuera de él.

- El hecho de ser la única candidata ¿es una ventaja?

- Para mí es una experiencia inigualable, y un gran honor. Soy la primera mujer en la historia de Catalunya que se presenta a la presidencia del Govern de la Generalitat por un partido parlamentario. Para mí esto tendría que ser una ventaja para conseguir el voto femenino. El PP tiene muchas dificultades para captarlo. En Catalunya, y en toda España, tenemos mucho más voto masculino que femenino.

- ¿A qué lo atribuye?

- A veces a las políticas de unos y otros... Algunos presumen de hacer la política del progresismo... Pero creo que se trata de un falso progresismo, porque tanto Zapatero como el señor González lo que nos han dejado es más paro, más déficit, más deuda y menos políticas sociales. Creo que esta dificultad de conectar con el voto femenino se debe a que algunos siempre han identificado la política de progreso o de defensa de la mujer con los partidos de izquierda, pero el tiempo nos está dando la razón. Quien de verdad hace políticas de progreso, crecimiento económico y conciliación laboral y familiar somos nosotros, sin cuotas y en función de su competencia y capacidad. Presidentas del Congreso y del Senado fueron las dos del PP... La primera portavoz de grupo parlamentario de la historia fue Soraya Sáenz de Santamaría... En Catalunya, la presidenta y candidata es del PP...

- ¿No cree que en esta posible descompensación ha intervenido su posición respecto al aborto?

- Sobre el aborto o la eutanasia, muchas de mis amigas piensan lo mismo que nosotros. Creo que lo mejor que podemos hacer es fomentar el derecho a la vida e intentar que se produzcan el mínimo de embarazos no deseados. Esto es lo que defiendo. A mí me ha costado mucho ser madre. Precisamente por eso sé lo que supone y significa.

- ¿Cree que inmigración e inseguridad van de la mano?

- Para nada. Nosotros siempre hablamos de los problemas reales. Hemos dicho que la inmigración es un fenómeno que aporta riqueza y creación de empleo, pero que también hay personas que no tienen voluntad de integrarse, y hay que dar soluciones. Inseguridad y delincuentes los hay de todos los sexos, nacionalidades y edades. Si hay problemas de incivismo, de inseguridad y de insolidaridad en los barrios de Catalunya, yo lo denunciaré. Que a los ciudadanos no les quepa la menor duda.

- ¿Cuál ha sido la decisión más difícil que ha tomado como política?

- Han sido varias. Una: cuando tienes que renovar los equipos y todo el mundo tiene su proyecto personal y profesional. Es difícil y duro tomar decisiones que afectan a personas. También resultó difícil asumir el cargo y la presidencia del partido teniendo yo un niño de un año en aquel momento. No estoy en las mismas condiciones que otros: soy una familia monoparental y esa aceptación suponía un gran sacrificio para mí y para mi hijo. Fue una decisión muy dura, pero estoy orgullosa y satisfecha. He intentado encontrar todas las horas del mundo para compatibilizarlo con mi hijo.

- ¿Está contenta de cómo ha compensado la balanza entre ambas cosas?

- Mucho. La balanza aún pesa más por la parte del trabajo que por la de mi hijo. Espero que cuando pase la campaña y esté en el Parlament, pueda dedicarle a mi hijo una o dos tardes a la semana. Creo que es mi obligación y que se lo merece.

- ¿Se ha sentido más discriminada por ser mujer, madre monoparental o del PP?

- Un poco por todo. Cada vez menos por ser del PP, pero he encontrado incomprensión por ser madre monoparental. Ahora todo el mundo está acostumbrado a verme con mi hijo los sábados, en los actos del partido, incluso los periodistas. Antes no veías al señor Piqué o al señor Mas ir con sus hijos a los actos. A mí sí y todo el mundo se ha acostumbrado. Ha sido un paso adelante y hemos demostrado que las presidentas hacemos política de otra forma. Conciliamos vida familiar y laboral. Llevarte el niño al trabajo...

- Eso no es conciliar.

- Hombre, lo llevo los sábados...

- De pequeña, ¿quería ser política?

- Estaba entre juez, que me gustaba mucho, bailarina o gimnasta deportiva.

- ¿Juez, por qué?

- Me gustaban las leyes. Soy muy casera y leía muchísimo, desde muy pequeña. Tenía un padre jubilado con el que leíamos mucho: en catalán, en castellano. Y también en inglés intentábamos leer. Desde pequeña vi que el mundo de la judicatura iba conmigo. También el mundo de la historia y la arqueología. En mis sueños, si dejo la política, seré arqueóloga. Pero me siento realmente satisfecha de mi carrera política. Es una vocación de servicio y estoy haciendo lo que debo hacer.

- ¿Qué línea separa la vocación de servicio de la ambición personal?

- La ambición, con límites, siempre es buena. Siempre que no perjudiques los intereses y los derechos de los demás, prosperar y crecer siempre es bueno. Tiene que haber límites colaterales y límites superiores.

- En estas elecciones habrá una novedad importante e incluso relevante: la presencia de la CORI (Coordinadora Reusenca Independent). Imagine que sus representantes, Ariel Santamaria y Carmen de Mairena, ganan algún escaño. ¿Qué les diría el primer día que coincidiese con ellos en el Parlament?

- Espero que no sea así. En estas elecciones se presentan 114 candidaturas y 3.800 candidatos. Espero que la CORI no esté entre los escogidos, pero siempre respetaré la voluntad del pueblo. Aunque espero más que eso del pueblo de Catalunya.

- ¿Qué preferiría que construyeran al lado de su casa: una mezquita o un megaprostíbulo como el de La Jonquera?

- Ninguna de las dos cosas.

- ¿Cuánto cuesta la campaña electoral del PP y cómo se financia?

- Se financia con las cuotas de los afiliados. No sé cuánto cuesta exactamente la campaña. Ya os lo dirá Eladi. (Se refiere a su jefe de prensa.)

- ¿Cuál ha sido su mayor decepción política?

- Que a veces no se nos conozca cómo somos realmente.

- ¿A los políticos?

- Al PP. A mí, lo que me gustaría, mi aspiración, es que el PP llegara a gobernar como cualquier otra formación política, estuviéramos en la normalidad, que no fuera gratis meterse con el PP...

- ¿Acaso la gente no se mete con otros partidos?

- Si te metes con uno del PP, queda mejor que con cualquier otro.

- Pero otros partidos podrían decir lo mismo. Por cierto: ustedes dicen que ya no están en la marginalidad y al mismo tiempo denuncian que aún están en la marginalidad. ¿En qué quedamos?

- Lo que digo es que cada vez estamos saliendo más de esta marginalidad y que llegará un día en el que en Catalunya se vea al PP como a un partido de Gobierno. Muchos votantes del PP en Galicia, que votan a Feijóo, tienen el perfil de votante que aquí está votando a otra formación política y no a mí.

- ¿A quién votan?

- Pues pueden votar a CiU, al PSC... Si el PP gobernara en Catalunya cambiarían muchos prejuicios. Nos echan en cara: ustedes no son catalanes. A nosotros nos lo dicen y a otros no.

- También le han dicho eso al PSC o a Ciudadanos...No tienen ustedes la exclusiva de sentirse excluidos.

- Ya lo sé, y además no quiero esta exclusiva.

- Pero a veces la buscan y hacen bandera de ella.

- No, no en absoluto. ¿Tú crees que en mi tierra quieero sentirme excluida...?

- Hay un victimismo que es rentable.

- Durante muchos años CiU ha utilizado el victimismo respecto a Madrid. ¿El PP también usa un cierto victimismo?

- Yo no he usado el victimismo, al contrario.

- Si la seguridad y la libertad entraran en conflicto, ¿cuál de las dos debería prevalecer?

- La seguridad es una manera de garantizar nuestra libertad. Si hay inseguridad, no hay libertad.

Riñón de pobre a 4.000 euros la unidad. Un grupo hospitalario sudafricano, culpable de tráfico de órganos

Xavier Aldekoa (La Vanguardia)

Tema: Corrupción

Los riñones de los brasileños y rumanos sin recursos son low cost. El mayor grupo hospitalario de Sudáfrica, Netcare, ha sido esta semana declarado culpable de participar y lucrarse en un caso de tráfico ilegal de órganos. El sistema era perverso. Según la fiscalía, los riñones se extraían de israelíes pobres, a quienes pagaban 14.600 euros, y de brasileños y rumanos, que recibían poco más de cuatro mil euros. Los trasplantes se realizaban después en el hospital St. Augustine de Durban, uno de los más exclusivos del país. El tribunal ha condenado al centro del grupo Netcare Kwa Zulu (KZN) –donde se realizaron más de cien operaciones ilegales entre el año 2001 y el 2003– a pagar una multa de 830.000 euros.

Según la acusación, el caso se destapó cuando se detectaron vuelos sospechosos de ciudadanos israelíes a Sudáfrica para ser sometidos a trasplantes. “Pagaban al donante del riñón usado en la operación. (Los riñones) inicialmente provenían de ciudadanos israelíes, pero más tarde ciudadanos rumanos y brasileños fueron reclutados ya que sus riñones se obtenían a un coste mucho menor”, explica el informe de la acusación, publicado por el Times de Sudáfrica. La nota añade que cinco de las extracciones de riñón se practicaron en menores.

Tras negar su implicación en la trama durante los últimos siete años, esta semana la principal red de hospitales sudafricana admitió en un comunicado que se habían cometido actividades ilegales y algunos trabajadores del centro habían recibido un total de 400.000 euros de la red de tráfico de órganos. La nota también matizaba que los menores implicados –no se dieron datos de sus nacionalidades– tenían edades comprendidas entre los 19 y los 20 años, cuando la edad de consentimiento entonces era de 23.

El presidente de Netcare, Jerry Vilakazi, aceptó que “se hace evidente que algunos empleados de KZN estaban al corriente de que algunos donantes de riñones no eran familiares ni tenían relación con quienes los recibían, que se realizaron pagos a los donantes por sus riñones y que cinco de los donantes eran menores (...) La conducta de esos empleados es atribuible a KZN”.

Para legitimar las cirugías se falsificaron documentos para demostrar que el donante y el receptor se conocían, un aspecto clave ya que la ley sudafricana estipula que es necesario un permiso del ministerio en los trasplantes entre personas sin relación y que las donaciones sólo se pueden hacer con fines altruistas.

El grupo, que posee 53 hospitales de primer nivel en Sudáfrica y ve el escándalo como una amenaza notable a su reputación, llegó aun acuerdo con la acusación para que los cargos criminales contra la compañía y su jefe ejecutivo, Richard Friedland, fueran retirados. Friedland subrayó que todos los empleados implicados en la trama fueron despedidos y destacó que desde que se llevó a cabo la última operación ilegal en el 2003, el grupo ha dedicado tiempo y esfuerzos considerables a endurecer y reforzar la ley de trasplantes. El próximo 23 de noviembre están citados a declarar en Durban cuatro cirujanos, un doctor, dos empleados y un traductor de Netcare.

- También en Kosovo.

Los jueces de la misión de la Unión Europea en Kosovo han implicado a nueve personas, siete kosovares y dos extranjeros, en el tráfico y trasplantes ilegales de órganos humanos en clínicas de este país. Han dado orden de arresto contra dos de ellas y han inculpado a otras dos. A mediados de octubre ya habían acusado a cinco, entre ellas un ex responsable del Ministerio de Salud y varios médicos. “Cinco personas han sido inculpadas de tráfico de órganos y crimen organizado, y dos de práctica ilegal de la medicina... Otras dos, fugitivas, tiene orden de arresto de la Interpol. Son un médico turco y un ciudadano israelí”, dice la acusación. Los donadores de órganos, unos veinte, muy pobres, procedían de Moldavia, Kazajistán, Rusia y Turquía. Se les prometían falsamente 15.000 euros por órgano y los receptores pagaban 100.000. El cirujano kosovar Lutfi Dervishi era el jefe del grupo criminal. En el 2006, junto a un colega turco, comenzó a efectuar trasplantes en una clínica de Pristina.

Suu Kyi, libertad condicionada. La junta birmana libera a la líder opositora

Isidre Ambrós (La Vanguardia)

Tema: Birmania

La Nobel de la Paz deberá saciar las expectativas de un pueblo que la venera.

La emoción se desbordó ayer en el número 54 de la avenida de la Universidad de Rangún cuando Aung San Suu Kyi apareció y saludó a los tres mil seguidores que esperaban su puesta en libertad desde la tarde del viernes.

Era un sueño convertido en realidad: la junta militar birmana había liberado a la premio Nobel de la Paz. Ahora empieza lo más difícil para esta activista de los derechos humanos y la democracia: responder a las expectativas que sus miles de simpatizantes soñaban que ella colmaría cuando fuera una ciudadana libre.

Los acontecimientos se precipitaron ayer a partir de la seis tarde en Rangún, la antigua capital de Birmania, cuando los policías apostados a ambos lados de la calle de la casa de San Suu Kyi se replegaron y un agente retiró la alambrada de espino. La gente no se pudo contener y se precipitó hacia el domicilio de su heroína. Querían verla, saludarla y comprobar su estado de salud.

San Suu Kyi no les decepcionó. Salió, los saludó y, visiblemente emocionada, los invitó a trabajar unidos por el bien de la nación. “Hay un momento para estar tranquilos y hay un momento para hablar. La gente debe trabajar unida. Sólo así lograremos nuestro objetivo”, les dijo la premio Nobel de la Paz, según testigos presenciales. Antes de despedirse les convocó para hoy al mediodía en la sede de su partido, la ahora ilegal Liga Nacional por la Democracia (LND), donde prevé hablar a sus simpatizantes.

Esta comparecencia será toda una prueba de fuego. Un momento esperado tanto por sus amigos como por sus enemigos de la junta militar. Se trata de comprobar la influencia real que tiene la Dama, como se la conoce entre la población birmana, una vez puesta en libertad.

Los desafíos a los que se enfrenta a partir de ahora esta activista de los derechos humanos y la democracia son numerosos y a cual más complejo. En primer lugar, deberá comprobar si su discurso político y social sigue conectando con la sociedad birmana o ha quedado desfasado. No hay que olvidar que ha permanecido confinada quince de los últimos veintiún años, un periodo de tiempo muy largo y en el que se han producido enormes cambios sociales. Ente otras cosas, ha aparecido una nueva generación de jóvenes birmanos que ahora tienen veinte años y cuyas inquietudes posiblemente Suu Kyi desconozca absolutamente.

Pero la tarea más importante que tiene ante sí la Dama es la de reconstruir una plataforma política capaz de aglutinar a toda la oposición. Una situación que se presenta ardua. Las filas de la resistencia a la dictadura birmana están diezmadas y divididas. Muchos están encarcelados, algunos se exiliaron y otros son partidarios de cooperar con el régimen para facilitar una transición democrática.

San Suu Kyi ya comprobó que no todo el mundo comparte su punto de vista cuando llamó a boicotear los comicios. Una parte de su propio partido, la LND, discrepó, se marchó y fundó un nuevo movimiento, la Fuerza Democrática Nacional (FDN), que participó en las elecciones y ha cosechado un resultado discreto. Ha logrado, no obstante, hacerse un hueco entre los electores.

Así, la premio Nobel de la Paz ya no será la única voz de la oposición a los militares. San Suu Kyi “deberá ser más flexible si quiere seguir siendo relevante. Tendrá que adaptarse a la nueva situación política”, comenta Toe Zaw Latt, responsable de la oficina del canal televisivo Voz Democrática de Burma, en Tailandia.

Y todo ello siempre con la espada de Damocles de los militares observando si transgrede alguna ley para volver a someterla a un nuevo arresto domiciliario. Aunque el número uno del régimen, el general Than Shwe, posiblemente se reservará esta posibilidad hasta comprobar la capacidad de influencia de Suu Kyi entre la población.

- Obama: "Es mi heroína personal".

La mayoría de los líderes internacionales expresaron su alegría por la liberación de Suu Kyi. Barack Obama recordó: “Es mi heroína personal”. El Gobierno español confía en que sea “incondicional y sin restricciones”. La UE instó a liberar al resto de los presos políticos y el premier británico Cameron dijo que ella “es una inspiración para todos nosotros”.

- Seis dólares por decir ‘reggae’. La música joven se convierte en un vehículo de protesta política en Birmania.

Todos dicen sentir un gran respeto por la figura histórica de Aung San Suu Kyi como abanderada de la oposición a los militares y defensora de los derechos humanos y la democracia en Birmania, pero se sienten incapaces de integrarse en algún movimiento político de oposición. Prefieren hacer la crítica al régimen por su cuenta. Quienes así piensan y actúan son los jóvenes autores y cantantes de rap, hip-hop o reggae, que seguramente mueven un número de seguidores mucho mayor que la Dama. Es la nueva generación de jóvenes birmanos, cuyas costumbres sociales poco tienen que ver con las que había a finales de los años ochenta.

Estos grupos utilizan la música de moda para pasar mensajes políticos, que incluyen críticas a la junta militar o a sus actuaciones. Una iniciativa que gusta y divierte a la juventud birmana.

La popularidad que han alcanzado algunas de estas canciones ha impulsado a las autoridades a decidir engrosar su lista negra de personas non gratas con los nombres de estos grupos y sus cantantes. Zay Yar Thaw, que introdujo el rap en Birmania a principios de esta década, fue condenado a seis años de cárcel en el 2008 por grabar canciones subversivas. Para superar la persecución de las autoridades, estos jóvenes raperos han creado una red de cooperación llamada Generation Wave (GW), según el semanario The Irrawaddy, que se edita en Tailandia. A través de esta organización graban y distribuyen sus canciones. Muchas contienen letras que molestan a las autoridades.

Éste es el caso de la canción Wake up! (¡Despierta!), compuesta para conmemorar el segundo aniversario de la llamada revolución azafrán, del año 2007. Constituye un llamamiento a los jóvenes para que se sumen al movimiento prodemocrático. Otra canción subversiva es la que recibe por título Khwin pyu dot may may (Perdóname, te lo suplico) y explica la petición de un chico a su madre para que le permita incorporarse a la lucha clandestina. Otro de los ídolos de la juventud que también han sufrido los efectos de la censura es el cantante Saw Phoe Kwar, el introductor del reggae en Birmania. Sus seguidores en este país del Sudeste Asiático le comparan con Bob Marley. Pero este músico de cuarenta y dos años, casado y padre de dos niños, se queja de que no goza de suficiente libertad para expresarse. Como todos los artistas del país, está sometido a la vigilancia de la junta militar y todas sus letras deben pasar por la censura. Tres canciones de su primer álbum, editado hace diez años, fueron suprimidas.

Su segunda obra sufrió más: todas las canciones fueron censuradas. “Fue debido a que no sabían (los censores) lo que era el reggae. Cuando comprendieron que no había ningún trasfondo político, le dieron luz verde”, explicó hace poco a varios medios de comunicación. Pero no escapó de la multa. Le hicieron pagar 5.000 kyats (unos seis dólares) por cada vez que aparecía la palabra reggae en una canción.

El uso de colonos en la represión agrava el conflicto saharaui. Marruecos aprovecha los recursos de la ex colonia española y divide a su población

Isabel Ramos Rioja (La Vanguardia)

Tema: Saharauis

¿Podrá superar la población del Sáhara Occidental las brechas que ha abierto la violencia desatada en El Aaiún y sus alrededores esta semana? El desmantelamiento por la fuerza, al amanecer, del campamento que los saharauis habían montado para reclamar mejoras en sus condiciones de vida; las manifestaciones y actos vandálicos contra edificios de la Administración marroquí en la capital administrativa del Sáhara Occidental y mobiliario urbano, y la represión y caza al saharaui que se desató, según fuentes saharauis y españolas presentes en la ciudad, pasarán factura. “No habrá guerra civil”, asegura, sin embargo, el analista político y subdirector del semanario Tel Quel Karim Bujari.

Los actores no están alineados en dos únicos campos enfrentados. Son múltiples. Están los saharauis de pura cepa y partidarios de la independencia que buscó por las armas el Frente Polisario, aunque no pertenezcan a este movimiento. También están los saharauis que, por convicción o por una cuestión práctica, están de acuerdo con la integración total o con una amplia autonomía y son mimados por Rabat. Y, por otra parte, los saharauis retornados de los campos de refugiados de Tinduf, en Argelia, que Marruecos ha acogido como al hijo pródigo pero son mal vistos por gran parte de la población.

En el lado marroquí se encuentran los llegados con la marcha verde en 1975 y los desheredados que han ido sumándose durante casi 35 años a una repoblación del territorio desértico en el que Rabat ha enterrado billones de dírhams en gasto militar, infraestructuras y la compra de voluntades saharauis. Por su parte, Marruecos está embolsándose los beneficios de la pesca y los fosfatos.

La vuelta de tuerca en este enésimo enfrentamiento en el Sáhara Occidental ha sido la utilización por parte de las fuerzas de seguridad de los colonos marroquíes para atacar a los saharauis, en este caso sin hacer distinciones de ningún tipo. “Estamos desengañados porque la autoridad local ha ordenado a las milicias que ha formado con colonos que entren en las casas y hagan lo que quieran”, declaraba dolido R.M., de Codesa, organización de defensa de los derechos humanos.

“No habrá una guerra civil –afirma Bujari–, pero sí incomprensión y tensión por parte de unos y otros. Los marroquíes del norte sienten que los saharauis son unos privilegiados que no trabajan y quieren vivir a costa del Estado: casas gratuitas, pensiones, ventajas sociales...”. Además, explica Bujari, los marroquíes “piensan que los saharauis han matado a policías y gendarmes. Seguro que las incomprensiones y la tensión entre las dos partes van a continuar”.

La prensa marroquí ha tildado a los saharauis de mercenarios, vándalos y terroristas. “Nosotros –declara Gimi al Galia, de la Asociación de Víctimas de Violaciones Graves de los Derechos Humanos– vivimos en cohabitación con nuestros hermanos marroquíes, a pesar de las desapariciones y la separación de las familias [el conflicto ha dejado a unos a un lado del muro construido por Marruecos y a otros en los llamados territorios liberados o en los campos de refugiados de Tinduf]. Las fuerzas de seguridad los han implicado en los enfrentamientos. Denuncio la violencia de todas las partes. Los actos violentos contra edificios administrativos en El Aaiún se produjeron cuando se enteraron de que habían atacado a las mujeres del campamento, que eran mayoría. Es una lástima que nos enfrenten así”.

- Los frentes abiertos de la diplomacia española.

La diplomacia española tiene varios frentes abiertos desde que el pasado lunes se produjeron los violentos incidentes en El Aaiún y el campamento de Gdaim Izik. Y en todos ellos, aseguran fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores, están trabajando. El último y ahora más urgente es garantizar la integridad física de los tres activistas prosaharauis que se encuentran en la ciudad, acompañados por un ciudadano mexicano, que también debe abandonar el territorio. Todos ellos se encuentran refugiados en hogares saharauis y, como explicaba Isabel Terraza, de la Fundación Sáhara Occidental, no piensan salir mientras no tengan la seguridad de que no les van a “tocar ni un pelo”. Fuentes gubernamentales españolas afirman que ya se han puesto en contacto con ella, a pesar de que había lamentado el desamparo en el que las autoridades de su país la habían dejado. A pesar de que el viernes se había anunciado que el cónsul de España en Rabat, Rafael Jover, iba a desplazarse a El Aaiún, finalmente no lo hizo. Habría sido una manera de reconocer implícitamente la soberanía de Marruecos sobre la antigua colonia española en disputa.