domingo, 14 de noviembre de 2010

Valientes, desnudos y sonrientes

Joana Bonet (La Vanguardia)

Tema: Elecciones

Mi padre siempre me decía que tenía que ser valiente. Nunca le pregunté qué quería decir, tal vez porque siempre preferí que prevaleciera el sentimiento de que ya nos entendíamos. O tal vez porque ni me atrevía a pensar qué entendía él por valentía; le gustaban las películas del Oeste, y al igual que mi abuelo había sufrido brutales accidentes en el campo. La gent valenta de la campaña de ERC me recuerda ese referente semántico, el elemento diferencial lingüístico del valent catalán, que tanto tiene de esfuerzo. De valent. Nada que ver con la gallardía épica sino con la praxis cotidiana: ir hacia delante, con testarudez y convicción, no tirar la toalla. Una idiosincrasia nacional poco sofisticada, traducida en vídeos de jóvenes luchadores con muebles de Ikea y camisetas de algodón gris. La gent valenta a quien se dirige Puigcercós no se deja amilanar por la incertidumbre y el paro. Ni por las desastrosas previsiones demoscópicas de su partido, que acepta con cara de póquer. Su lenguaje visual es sencillo, planer, lejos de estilismos plásticos, otorgando más protagonismo al mensaje subliminal de la bandera independentista que al candidato, que asoma detrás. En segundo plano emerge un Puigcercós que se mimetiza con el eslogan, un valiente que busca esa palabra mágica en elecciones llamada cercanía, que ha violado sus propios límites una vez superada la distancia física. Hoy el “de tú a tú” virtual reinstala de nuevo la ecuación de McLuhan: el medio es el mensaje.

“Las mutaciones políticas y culturales están a la vista de todos, pero sigue faltando, como hace un siglo, una paideia arreglada a las necesidades del nuevo orden igualitario que dote de estabilidad al demos que nace de él”, señala Javier Gomá en su libro Ejemplaridad pública. El autor parafrasea a Max Weber cuando señala que los valores “últimos y más sublimes” han desaparecido de la vida pública. La cuestión es cuáles son los sustitutos. En el buscador de Google existen más de 40 millones de entradas con la palabra valores en castellano. En un tiempo en el que la neurociencia examina a fondo la teoría del libre albedrío mientras se expande el yo liberal, a la vez que una oleada de conservadurismo inunda Europa, los nuevos valores se alimentan de los viejos, aunque nadie sabe a ciencia cierta cuáles son. La igualdad, solidaridad o multiculturalidad han sufrido un enorme desgaste en los últimos años. La vieja Europa, la Europa de los cafés de Steiner, se empeña ahora en reinterpretar el clasicismo. El camel se ha impuesto como el color de temporada, al igual que los cuadros y el cheviot. Tostados, marrones, tonos piedra como los que utiliza CiU en su web para representar la palabra valores. Leo la palabra canvis como acrónimo de cohesió, atur, nació, valors, innovació, sostenibilitat i institucions. Todo ello dentro de un huevo con una sonrisa, ese smile tan universal que fue popularizado primero por la cultura acid y posteriormente por los emoticonos. En las elecciones del 2008, el PSC ya utilizó la misma idea, eso sí, sin las comisuras que ahora CiU remarca, acaso como límites.

Mientras el optimismo, la simpatía y la tenacidad enmarcan el ideario de Convergencia i Unió, interiorizada ya la mentalidad del ganador, el PSC utiliza en su cartelería tres conceptos clave: justicia social, diálogo y progreso; tres viejas proclamas de la izquierda universal. En la sonrisa de Montilla se concentra el relato del hombre corriente que detesta mirar a cámara y subirse a un podio. Por ello el PSC ha recurrido a un fotógrafo muy particular: Román Yñan, quien define su trabajo como un diálogo con la realidad a través de un espacio cotidiano que es el suyo. Un auténtico diarista de la imagen, fascinado con los cableados eléctricos de las metrópolis asiáticas –al igual que García Alix–. “Mi obra es intimista y abierta a la vez”, afirma. Una máxima que definiría también la personalidad de quien sale como perdedor en el inicio de la campaña. El rostro de Montilla aparece en blanco y negro; su vestimenta, con un toque de color. Sin duda, la propuesta más vanguardista: un mix entre el virado y la foto pintada. Y una curiosa elección de colores: una camisa verde clínico cuando se habla de diálogo, una corbata verde botella cuando se habla de justicia social y la chaqueta azul con corbata estampada en blanco y negro, y el pin teñido de azul, cuando se habla de progreso. Además del poro abierto y de unas marcadas patas de gallo, otro rasgo que aporta cercanía, autenticidad y goce.

En el caso de Iniciativa, también ha habido una cuidada elección de la fotografía de campaña, lejos de los men in black norteamericanos pero con una imagen en blanco y negro y silueteada, al estilo de la revista Esquire, aunque sin exceso de photoshop: venas y arrugas en la mano que, junto a la ausencia de corbata, habla del hombre real. Por su parte, Ciutadans ha utilizado como fotógrafo de campaña a Joan Alsina, especializado en moda y desnudos, que ha fotografiado a Isabel Preysler o Armani. Albert Rivera vestido, sus socios desnudos. La provocación se invierte, pero sólo dentro del partido escindido en UPyD. En cuanto al cartel del PP: azul corporativo y blanco, tipografía de palo seco, todo muy convencional y Alicia Sánchez-Camacho con los brazos cruzados –¿no decían que ese era que un gesto a la defensiva?– y una bandera híbrida que sale de su cabeza. A excepción de esta propuesta más convencional, el cartelismo electoral catalán está a años luz del resto de España. La histórica sensibilidad por el diseño gráfico se percibe en la tipografía, la composición y el tratamiento del color. Pero de ningún modo el mensaje electoral sustituye a ese otro debate pendiente en Catalunya: el uso del espacio público, tanto físico como mental, ahora forrado de sonrisas, de valientes, de desnudos y de cambios.

Un mapa insostenible

Xavier Batalla (La Vanguardia)

Tema: Saharauis
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Mohamed VI es un gobernante especial: representa dos papeles: uno como el de la reina Isabel II, ya que es el jefe de una confesión, y otro como el de Nicolas Sarkozy, por cuanto su régimen es presidencialista. Pero no es infalible, por mucho que los suyos sean más papistas que el Papa. La decisión de Mohamed VI de calentar el Sáhara Occidental con motivo del 35º. aniversario de la marcha verde, cuando el régimen franquista abandonó la última colonia española, ha sido un grave error. El rey formuló en un discurso diversas advertencias el sábado pasado, justo cuando iban a reanudarse las negociaciones con el Frente Polisario y acto seguido decidió aplastar la mayor revuelta saharaui en dos decenios. Una grave torpeza.

En el origen del conflicto del Sáhara está el incumplimiento por parte española de las responsabilidades de las que abdicó el régimen franquista, ya que la ONU considera ilegales los Acuerdos de Madrid del 14 de noviembre de 1975, por los que España abandonó su colonia. Pero la continuidad del contencioso también se explica por la rivalidad entre Marruecos y Argelia.

Esta rivalidad se remonta más allá de 1975. En 1932, Francia descubrió hierro en la región de Tinduf. Y a continuación anexionó la ciudad a su colonia argelina. En 1958 el Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino y diversos partidos nacionalistas marroquíes alcanzaron un acuerdo por el que, tras la independencia, Argelia devolvería Tinduf a Marruecos. Pero, una vez independiente en 1962, Argelia no cumplió su promesa, lo que provocó una guerra en octubre de 1963. Entonces, para los marroquíes, el Sáhara fue el pretexto para que Argel legitimara su desacuerdo. Ahmed Bujari, representante del Polisario ante la ONU, escribió en febrero del 2010: “Argelia es, se quiera o no, la potencia regional indispensable sin cuyo conocimiento y aprobación nada podrá ser considerado como definitivo”.

La última bandera española en el Aaiún, la capital, fue arriada el 26 de febrero de 1976. Un día después, el Frente Popular para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro (Frente Polisario), fundado en 1973, proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), y estalló una guerra que puso fin el alto el fuego firmado en 1991.

En octubre de 1975, el Tribunal Internacional de Justicia emitió un dictamen que juzgó “insuficientes” los lazos del Sáhara con Marruecos y Mauritania (que entregó su parte a Marruecos), y se pronunció por un referéndum sobre la autodeterminación. Treinta y cinco años después, el conflicto está donde estaba, pero el escenario ha cambiado. Mohamed VI propone como única solución, con el asentimiento de Estados Unidos y Francia, un plebiscito que sólo contempla la autonomía del territorio.

Marruecos tiene mucho a favor. Francia es su primer socio comercial. Estados Unidos le tiene por un aliado estratégico, ya que le considera un factor de estabilidad en el Magreb. Y España, equilibrista entre Argel (suministrador de gas a España) y Rabat, de donde teme las pateras, la relajación de las medidas antiterroristas y las reivindicaciones sobre Ceuta y Melilla, aboga por “una solución política justa, definitiva y de acuerdo con las partes”, pero no cita el plebiscito de autodeterminación. El Polisario acusa a Madrid de asumir “la grave responsabilidad de otorgarle validez a las leyes marroquíes en un territorio sobre el que la ONU no reconoce a Rabat ninguna soberanía”. Máximo Cajal, embajador de España, escribió el pasado enero que “la creación de un Estado en el desierto del Sáhara, bajo tutela argelina, es contrario a los intereses de España”. Y la ministra española de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, ha lamentado la represión de la protesta saharaui pero no la condena.

Es decir, la presencia de Al Qaeda en la región refuerza la posición marroquí cuando la revuelta parece alumbrar otro liderazgo saharaui: unos, los del exilio, como si fueran la Organización para la Liberación de Palestina de Yasir Arafat, y otros, los del interior, hacen que se piense en Hamas. Pero Rabat, al asaltar el campamento de Agdaym Izik, donde miles de saharauis protestaban por sus condiciones de vida, sólo puede fomentar el independentismo.

¿Aceptará el Polisario la carta autonómica que le ofrece Rabat? El conflicto no se resolverá sin una gran dosis de realismo por ambas partes. Así pasó con el alto el fuego de 1991. Pero aquel acuerdo fue una prueba de realismo que obedeció al estallido de una guerra civil en Argelia y a la caída del precio del petróleo, lo que agotó al protector del Polisario. La situación actual es otra.

Marruecos ultima un plan regionalista con el que quiere hacerle sitio a un Sáhara Occidental autónomo. Pero Rabat, al reprimir la protesta saharaui, ya ha demostrado qué entiende por autonomía. Y el Polisario, en este contexto, seguirá siendo un rehén de Argel y de una opinión pública internacional que tiene razones para identificar el Sáhara Occidental con un plebiscito sobre la autodeterminación. Pero resulta, como sostiene el enviado especial de la ONU y mediador en el proceso, Christopher Ross, que el statu quo es “insostenible”.

Suu Kyi acaricia la libertad. La junta de Birmania firma el decreto que absuelve a la Nobel de la Paz

Isidre Ambrós (La Vanguardia)

Tema: Birmania

Golpe de efecto de los generales birmanos. Un día antes de lo previsto, la Junta Militar que gobierna el país del Sudeste Asiático firmó ayer la orden de puesta en libertad de Aung San Suu Kyi, que ha pasado 15 años detenida, en periodos distintos, desde 1989 y cuya última pena de dieciocho meses de arresto domiciliario termina hoy sábado. Esta iniciativa y la falta de resultados definitivos de las elecciones legislativas celebradas el pasado domingo abren un periodo de incertidumbre sobre el futuro de Birmania.

La noticia se extendió ayer como un reguero de pólvora por Rangún. Primero trascendió que el plan para la liberación de San Suu Kyi estaba en marcha, aunque se desconocía cuándo se produciría. Poco tiempo después llegó la noticia de que las autoridades habían firmado la orden de puesta en libertad de la premio Nobel de la Paz en 1991. La excitación y la confusión se apoderaron inmediatamente de las calles de la antigua capital birmana.

Nadie sabía, a ciencia cierta, cómo y cuándo se produciría la puesta en libertad, pero lo único seguro es que la Dama, como se la conoce en Birmania –ya que no se la puede nombrar, bajo peligro de incurrir en delito– podrá pisar las calles de Rangún redimida. Fuentes de la Liga Nacional por la Democracia (LND), actualmente en la clandestinidad, apuntaban que San Suu Kyi será trasladada a la antigua sede del partido cuando sea liberada.

A medida que la noticia se fue difundiendo, decenas, primero, y centenares de birmanos después se empezaron a concentrar ante la sede de la LND para expresar su apoyo a la histórica disidente y líder de este partido. La gente vestía camisetas impresas con el lema: “We stand with aung san suu kyi” (estamos con Aung San Suu Kyi) y enarbolaba pancartas con su foto, según la edición digital de la publicación birmana The Irrawaddy, que se edita en la vecina Tailandia.

La agitación era palpable en el centro de Rangún e iba en aumento a medida que pasaban las horas, según apuntaban fuentes locales. Por una parte, los militantes de la LND llevaban a cabo los preparativos para celebrar el acontecimiento. Por otra, la policía reforzaba los dos controles de seguridad en la avenida de la Universidad, donde se encuentra el domicilio de Suu Kyi, junto a la embajada de Estados Unidos. Y, además, las fuerzas antidisturbios se iban desplegando a lo largo de la zona, con el objetivo de controlar la situación y reprimir cualquier posible manifestación.

Mientras tanto, más de un centenar de miembros de la LND y simpatizantes de la Dama donaron sangre ayer en un hospital de Rangún, como acto testimonial de apoyo a Suu Kyi. “Donamos sangre de nuestro propio cuerpo como muestra de respeto ante la posible liberación de nuestra líder”, declaró un joven militante de la LND a los medios de comunicación locales.

Pero el desconocimiento del momento en que se produciría la liberación de esta carismática figura de la política birmana, de 65 años de edad, dificultaba los preparativos. Sus partidarios no tenían claro si la liberación llevará aparejada restricciones para que no pueda desarrollar actividades políticas en el país, según señalaba la edición digital del periódico tailandés The Bangkok Post.

Uno de sus abogados, Nyan Win, no descartó que Aung San Suu Kyi vuelva a ser arrestada con el pretexto de haber violado alguna ley, según las mismas fuentes.

La liberación de la premio Nobel de la Paz llega en unos momentos de gran incertidumbre política en Birmania. Se produce cinco días después de la celebración de las primeras elecciones legislativas en veinte años. Unos comicios que han sido fuertemente criticados por la comunidad internacional, que los considera amañados, y que sólo ha encontrado la comprensión de China, el gran aliado, junto con India, del régimen de los generales birmanos.

Precisamente, algunos analistas apuntaban ayer que los militares birmanos habrían optado por poner en libertad a Suu Kyi con el objetivo de desviar la atención política y diluir la atención sobre los resultados de estas elecciones, cuyos resultados aun no se conocen. Ni siquiera la tasa de participación, que fuentes de la oposición sitúan en torno al sesenta por ciento, si bien en las grandes ciudades sería de alrededor del treinta por ciento. Unos porcentajes que se explican por el fuerte rechazo de la población a participar en esta convocatoria electoral.

Miembros del poderoso y pro gubernamental Partido del Desarrollo y la Solidaridad de la Unión (USDP), del primer ministro Thein Sein, se han atribuido ya la victoria y señalan que han logrado más del ochenta por ciento de los escaños en juego. Se han asegurado ya 187 escaños en la cámara de Representantes, por 32 la oposición, de un total de 326 que estaban en juego, según la televisión estatal birmana.

A pesar de estos apabullantes resultados para el principal partido de los militares, reconvertidos en civiles, la elevada tasa de abstención y ahora la liberación de Suu Kyi, que evidentemente intentará proseguir con su actividad política, abren un periodo de incertidumbre política sobre el futuro de Birmania.

- El rostro de la resistencia.

1945.- Aung San Suu Kyi nace en Rangún, hija del general Aung San, héroe de la independencia, asesinado en 1947.

1972.- Se casa con un profesor británico, a quien conoce mientras estudia en Oxford.

1988.- Regresa a su país coincidiendo con las movilizaciones contra la junta. Funda la Liga Nacional para la Democracia (LND).

1989.- Primera detención.

1990.- La junta no reconoce la victoria aplastante de la LND en las primeras elecciones en casi 30 años.

1991.- Recibe el Nobel de la Paz.

1995.- Liberada.

1999.- Rechaza viajar a Londres al funeral de su marido por temor a que no la dejen volver.

2003.- Sale con vida de un atentado contra el convoy de la LND en el que viaja. Poco después, es detenida de nuevo.

2009.- La junta extiende su arresto después de que un estadounidense se salte el bloqueo y entre en su casa.

2010.- Llama a la abstención en las elecciones.

- Primer encuentro con su hijo en diez años.

En un gesto hasta ahora inusual, las autoridades de Birmania han concedido el visado de entrada en el país a Kim Aris, el hijo menor de la líder opositora Aung San Suu Kyi, para que viaje a Rangún. Allí esperará a que su madre sea puesta en libertad, según publicaba ayer The Irrawaddy, la principal publicación de la disidencia democrática, que se edita en Tailandia. El visado para poder viajar a Birmania fue aprobado por la embajada de este país del Sudeste Asiático en Bangkok. Ha sido la primera vez en diez años que la solicitud de Kim Aris ha sido aceptada. Hasta ahora todas las peticiones similares que se habían realizado en los últimos años habían sido rechazadas. Esta será, pues la primera ocasión en que madre e hijo se reencontraran en una década. Aunque los generales le tendieron un puente de plata para el exilio, Suu Kyi prefirió sacrificar a su familia y su libertad en aras de la democracia y optó por quedarse en Birmania. Esta decisión le acarreó a San Suu Kyi, entre otras penalidades y condenas de cárcel, la imposibilidad de despedirse de su marido británico, que murió víctima de un cáncer en el año 1999, a miles de kilómetros de distancia de Rangún, concretamente en Londres.

- Discrepancias generacionales.

La puesta en libertad de San Suu Kyi supondrá una auténtica prueba de fuego para su liderazgo político en las filas de la oposición. Su boicot a las elecciones del pasado domingo ya fue contestado por una parte de miembros más jóvenes de la LND, que disconformes fundaron otro partido, Fuerza Democrática Nacional (FDN), y participaron en los comicios.

- La Mandela de Asia. Aung San Suu Kyi, de 65 años, ha pasado quince de los últimos veintiún años encarcelada.

A lo largo de sus vidas no han tenido oportunidad de conocerse, pero comparten ideales y unas fechas muy concretas. El 12 de junio de 1964, la justicia sudafricana condenó a cadena perpetua a Nelson Mandela. Una semana más tarde, Aung San Suu Kyi cumplía diecinueve años y preparaba sus maletas para dirigirse a Oxford, para estudiar Filosofía y Ciencias Políticas y Económicas.

Veintisiete años más tarde, en 1990, Mandela recobró la libertad y se propuso dirigir a su país por la senda de la reconciliación democrática. Aquel año, Suu Kyi ganaba ampliamente unas elecciones legislativas –cuyo resultado el gobierno militar no aceptó–, pero en lugar de gobernar fue privada de libertad. Desde 1989 ha pasado, en periodos distintos, 15 años detenida o en arresto domiciliario.

Así, al igual que Nelson Mandela, Ang San Suu Kyi se ha convertido en un símbolo internacional de la resistencia heroica y pacífica de un país. En el rostro de la opresión. Y es que si Mandela fue en su momento la única esperanza para la población negra de Sudáfrica, Suu Kyi, a sus 65 años, representa para los habitantes de Birmania su mejor y quizás única esperanza de que algún día acabe la represión militar en su país.

Sin duda la mejor definición que nadie ha hecho de esta mujer menuda y aspecto frágil la hizo el entonces presidente del comité del premio Nobel de la Paz, Francis Sejested, cuando anunció la concesión del galardón a Suu Kyi por ser un “extraordinario ejemplo del poder de los que no tienen poder”.

Su presencia despierta tanto respeto entre la población birmana como odio entre la junta militar. En especial en su presidente, el general Than Shwe. No en balde es hija del general Aung San, el padre de la independencia birmana, asesinado el 19 de julio de 1947 por unos radicales, cuando ella tenía dos años y el país se encontraba en plena transición hacia su independencia.

A los quince años partió hacia India con su madre, Daw Khin Kyi, que había sido nombrada embajadora de Birmania en aquel país. De allí se fue a Oxford, donde cursó estudios de Filosofía y Ciencias Políticas y Económicas y allí conoció a su futuro marido, Michael Aris, con quien tuvo dos hijos, Alexander y Kim.

Después de trabajar en la secretaría de las Naciones Unidas y ser profesora en India, Aung San Suu Kyi decidió regresar a su país en 1988 para atender a su madre, gravemente enferma, a pesar de las amenazas del gobierno militar, liderado por el dictador Ne Win.

A su vuelta se encontró con una Birmania muy distinta de la que había abandonado casi treinta años atrás. El país se encontraba en plena agitación política. En agosto del aquel año estalló la revuelta, conocida como Levantamiento 8888. Miles de estudiantes, trabajadores y monjes salieron a la calle para exigir reformas democráticas. El régimen respondió con un sangriento golpe militar. “Como hija de mi padre, yo no podía permanecer indiferente a todo lo que estaba pasando”, dijo en un discurso en Rangún el 26 de agosto de 1988, y organizó un movimiento en favor de los derechos humanos y la democracia.

En julio de 1989 fue puesta bajo arresto domiciliario en Rangún. Un año más tarde, su partido, la Liga Nacional por la Democracia (LND), obtuvo el 82% de los escaños en las elecciones de mayo de 1990. El fracaso en las urnas de los partidos de los militares les impulsó a ignorar la voluntad popular, anular los resultados y confirmar la condena de San Suu Kyi, a quien le fue negado el contacto con su marido, el profesor británico Michael Aris, y sus dos hijos.

Reconocida como prisionera de conciencia por Amnistía Internacional, su sueño de que el drama birmano no cayera en el olvido fue recompensado en 1991 con el premio Nobel de la Paz, gracias al cual dio a conocer su combate al mundo entero rechazando el exilio propuesto a cambio de su silencio.

En 1995, la presión internacional forzó su liberación. Pero la Junta Militar la volvió a someter a arresto domiciliario en 1996 al constatar la creciente multitud que esperaba sus mensajes de esperanza los fines de semana.

Uno de los capítulos más duros de esta privación de libertad fue cuando su esposo, Michael, murió de cáncer en 1999, en Londres, esperando un visado que el gobierno birmano nunca le concedió para que pudiera despedirse de su esposa.

Desde entonces, la junta militar ha intentado minar su voluntad, liberándola un tiempo y arrestándola poco después. Su objetivo es mantenerla aislada y esperar a que su salud se vaya debilitando. Pero San suu Kyi parece incombustible a pesar de su aparente fragilidad. Aunque hasta ahora ha estado incomunicada ya ha anunciado, a través de su abogado, que en cuanto salga en libertad se abrirá una cuenta en Twitter para comunicarse con los jóvenes.

El 'legado Guerrero' se irá de Granada. Los herederos del pintor deciden sacar las 60 obras del museo que lleva su nombre

A. García, I. Seisdedos (El País)

Tema: Cultura

La decisión pone fin a las disputas con la Diputación sobre el futuro del centro.

El legado de José Guerrero (1914-1991) abandona Granada, la ciudad natal del artista. Ya lo hizo una vez en 1945, rumbo a Madrid, primero; París, después; y finalmente Nueva York, donde haría historia del expresionismo abstracto estadounidense junto a Mark Rothko o Jackson Pollock. Sus herederos comunicaron ayer que sacarán de la ciudad el legado que hasta ahora ha albergado el centro que lleva su nombre: un total de 60 piezas (entre pinturas y dibujos), su archivo y su biblioteca. Un conjunto, representativo de una obra de gran valor en la historia del arte español del siglo XX, en torno al cual se articula el Centro José Guerrero, en el centro histórico de la ciudad. ¿El destino?: un guardamuebles anónimos de Madrid.

Es el punto final a un año y medio de negociaciones, amenazas y promesas entre la Diputación Provincial de Granada (PSOE e IU) y los herederos del artista, Tony Guerrero y Pep Aubert (viudo de Lisa Guerrero, fallecida en noviembre de 2009). "Los cuadros y el legado que han formado el núcleo del Centro José Guerrero irán ahora a nuestro almacén", explicaba Tony ayer por correo electrónico desde Nueva York, donde reside. "Han sido unos 10 años extraordinarios, inspiradores, llenos de color y del espíritu de mi padre que, ahora sí, llegan a su fin".

El comienzo de esta historia se remonta a 1999, cuando la familia donó los cuadros a Granada por un periodo prorrogable de 10 años. La figura jurídica que servía de paraguas a la cesión era la del comodato, un contrato por el que se entrega una especie, mueble o bien raíz para que se haga uso de ella con cargo de restituir la misma especie después de terminado el uso.

Cuando las partes quisieron renovar el acuerdo a principios de 2009 llegaron los problemas. La Diputación quería mayor control sobre las decisiones del museo, ejercido a través de la creación de una fundación granadina de arte contemporáneo; los herederos pedían "independencia" y continuar con "una línea de exposiciones de vocación internacional y no derivarla hacia el programa de carácter localista que nos proponían", explicó Tony Guerrero en una entrevista reciente con este diario.

Las aspiraciones de la familia pasaban por crear una fundación que "garantizara las buenas prácticas". Esta estaría gobernada por un patronato integrado por expertos en la obra del pintor (con el 30% de los votos), los familiares (30%) y la Administración (40%). Asunción Pérez Cotarelo, diputada de Cultura, explicaba ayer a Efe que la pretensión real de los Guerrero era "constituir una fundación absolutamente privada con dinero público".

El sentir de la mayoría de los actores culturales de la ciudad, proclive a mantener el museo en funcionamiento y, sobre todo, los esfuerzos de la Plataforma por el Centro José Guerrero -que recogía adhesiones hasta ayer mismo en Internet- no lograron que las partes acercasen posturas. La línea de no retorno quedó definitivamente cruzada para los familiares cuando la Diputación decidió en septiembre no renovar el contrato a Yolanda Romero, directora del museo desde su fundación y persona cercana a la familia. Consideraron entonces "que el más elemental acuerdo había quedado roto".

"Los responsables políticos han cometido un error tremendo al dilapidar un legado como este", opinaba ayer Romero, quien recordó que Guerrero, "un artista que cotiza al alza", figura en colecciones como "el Reina Sofía, el Guggenheim de Nueva York, el Whitney o el Metropolitan".
Dos ofrecimientos trataron de enderezar la situación. El Ayuntamiento de Granada (del PP) ofreció en septiembre tres salas del Centro Manuel de Falla, que a la familia le parecieron insuficientes. A principios de noviembre Caja Granada mantuvo reuniones con los herederos para que la obra se atesorase en su "moderno centro cultural". El jueves, la entidad financiera emitió un comunicado, que recogía la respuesta de los Guerrero: "Supone una limitación insoslayable la integración de la programación del que podría ser Museo Guerrero con la más amplia y diversa actividad que programa por su parte el Centro Cultural Caja Granada".

Tras el portazo definitivo, queda un interrogante: ¿seguirá el Centro José Guerrero vaciado de contenido llamándose así? "Eso es impensable", zanjaba anoche Tony Guerrero. Cotarelo, diputada de Cultura, no supo precisar ayer cuándo el museo cambiará de nombre, aunque garantizó que cuando los cuadros lo abandonen (antes del 31 de diciembre), continuarán las actividades y exposiciones de "primer nivel".

¿Funciona la democracia en automático? En España la sociedad asume una actitud de consumidora política y se ahorra los costes de la implicación

José María Ruiz Soroa (El País)

Tema: Política

¿Para qué, si no sirve de nada? Este desafecto ciudadano permite a los partidos ser cada vez más autistas

Si hay una conclusión que suscita inicialmente el excelente estudio colectivo de Vargas-Machuca, Pérez Yruela y otros (Calidad de la democracia en España. Una auditoría ciudadana, Ariel, 2010) es la de que la democracia como sistema político de gobierno funciona en España casi automáticamente. Por una razón muy sencilla, porque la auditoría que han hecho de la calidad de la democracia en nuestro país concluye que el sistema democrático y su capacidad de producir decisiones eficaces merece una puntuación muy superior a la que acredita la sociedad civil que utiliza ese sistema. Leído en bruto, ello confirmaría la descripción que hace ya bastantes años presentó Joseph Alois Schumpeter de la democracia como un sistema que funciona razonablemente bien sobre la apatía y desinterés, siempre que los ciudadanos cumplan con su mínimo papel en la función, que es la de optar periódicamente entre las diversas élites políticas. La democracia sería el sistema de gobierno que permite a los ciudadanos desinteresarse de la política sin correr riesgos.

En efecto, la legitimidad de la democracia entre nosotros es relativamente alta (6,48), como lo es su capacidad para producir decisiones razonablemente bien aceptadas (5,10); por el contrario, la sociedad civil que soporta a ese sistema merece tan solo una nota de 4,17 y constituye la dimensión de peor calidad democrática de todas las tomadas en consideración. Y, añadimos, peor aún sería excluyendo de valoración algunos indicadores concretos que dudosamente pueden ser considerados válidos. En concreto, el indicador del "nivel de información política" de la ciudadanía, que es de los que le "suben nota" (7,97), está deducido directamente del nivel de "consumo televisivo" de la sociedad, lo cual entraña una inferencia más que atrevida. Cuando según la Encuesta Social Europea el nivel de interés por la política entre los españoles es bajísimo (el 3,77, el peor de Europa), resulta incongruente suponer que su nivel de información política sería altísimo. Máxime cuando esa misma "encuesta" nos dice que la incompetencia política de la sociedad española es espectacularmente alta (21,58, la más elevada de Europa). Si eliminamos este indicador, así como el de "influencia de los medios de comunicación para controlar al Gobierno" -que también "sube nota" (6,08) pero que es difícil admitir que tenga relación alguna con la calidad ciudadana en sí misma-, nos quedaría una pésima nota final para la sociedad de ciudadanos de 3,07.

Valorada desde un modelo normativo de democracia, la española resulta ser una sociedad extraña. En efecto, es la que se autoubica más a la izquierda de todas las del continente, y también es una de las que más reclama de su Gobierno un intervencionismo fuerte para corregir la desigualdad social (un 80% de los españoles lo creen necesario, mientras que en Reino Unido -con un peor nivel de desigualdad según índice Gini- solo lo cree el 58%). De esta combinación debería resultar una sociedad muy reformista y activa respecto a su sistema político, pero lo que aparece es todo lo contrario: una sociedad con el índice europeo más bajo de interés por la política, muy incompetente para comprenderla, con unos niveles de asociacionismo ciudadano y de capacidad crítica para con las decisiones públicas ínfimos. Pero, colmo de incongruencia, es también una de las sociedades europeas más satisfechas con su democracia (5,82, más que la francesa o británica, igual que la alemana) y una de las más "felices" del continente en general (7,69, nota solo superada por los países nórdicos).

Una interpretación plausible de estos datos contradictorios es el "cinismo democrático": la sociedad asume una actitud de consumidora política y se ahorra los costes de la implicación. El sistema, a su vez, estaría funcionando de una manera aceptable a pesar de (o gracias a) la absoluta carencia de "virtud ciudadana" en la población.

La cuestión no es tan sencilla, sin embargo, como pone de relieve el dato que actúa a modo de bisagra para explicar por qué una sociedad de ideas acusadamente reformistas se abstiene sin embargo de interesarse en la política: que no es otro que el convencimiento difuso de que los ciudadanos carecen de influencia sobre los Gobiernos y sobre los partidos: solo el 12% de los españoles creen que los ciudadanos tienen influencia y control sobre los políticos, contra un 64% que opina que esa capacidad es nula o muy escasa. De esta forma, el comportamiento absentista no es una extraña anomalía, sino una respuesta racional a una percepción de autoinsignificancia política: ¿para qué implicarse si no sirve de nada?

Esta explicación es congruente con los resultados que obtienen en esta auditoría los indicadores de los mecanismos de control político de que disponen los ciudadanos y, en general, los que valoran la representación política por partidos y cargos electos. Sus notas son también bajísimas, porque los ciudadanos perciben a sus representantes como muy lejanos e insensibles a sus problemas, y les pagan con un alto grado de rechazo del funcionamiento de los partidos y de desafecto y desconfianza en los propios políticos.

Todo es congruente, sí, pero como pescadilla que se muerde la cola: los ciudadanos no se implican porque no creen que sirva de nada, y el funcionamiento defectuoso de la representación y responsabilidad no hace sino confirmarles en esa opinión. Un círculo vicioso en el que las instituciones de la representación y la sociedad civil refuerzan mutuamente el lado negativo de su papel como actores relevantes del sistema político en una retroalimentación constante. Pero es también, lo subrayan los autores, una mezcla peligrosa para la salud del sistema a medio plazo: el desafecto ciudadano es el que permite a los partidos políticos adoptar comportamientos cada vez más autistas, irresponsables y sectarios. Ni siquiera la corrupción directa tiene costes electorales o de contestación apreciables. Pero un tipo de comportamientos así no puede dejar de afectar finalmente al rendimiento de las instituciones políticas.

Aunque sea desde una órbita de pensamiento aparentemente muy lejana, otro reciente libro incide en los costes del desafecto. Aurelio Arteta ha reconstruido desde la teoría ética ese papel de "espectador indiferente" (¿tolerante?) que adopta tan fácilmente el ciudadano actual ante el mal social que tiene lugar en su derredor (Mal consentido, Alianza, 2010). El trasfondo social de esa indagación es el País Vasco de estos últimos 30 años, un país rebosante de espectadores desimplicados o pasivamente consintientes de un sufrimiento humano público e injusto. Pues bien, aunque las causas y mecanismos que llevan al ciudadano a convertirse en espectador sean muy complejos (y Aurelio Arteta los reconstruye con perspicacia), no puede excluirse que la generalizada desimplicación del ciudadano español por lo político haya jugado también su papel para producir ese desalentador resultado.

Hay más: tampoco está tan claro que la auditoría de calidad del sistema democrático ofrezca unos resultados muy superiores a los de la propia sociedad civil, por lo menos si se matizan algunos indicadores. En efecto, algunos han subido mucho la nota final de la democracia patria, pero no son de valor significativo. El indicador de "legitimidad difusa" de la democracia como sistema de gobierno (8,63) demuestra sí que la ciudadanía no tiene otro horizonte mental que la democracia, pero que nada dice sobre la calidad de esta. Y a los indicadores de imparcialidad, burocratización efectiva, selección, etcétera de la Administración pública, que sacan nota alta, les pasa lo mismo; porque si bien una estatalidad estable y una burocracia adecuada son condiciones de la democracia, no son rasgos característicos de ella ni indicadores significativos de su calidad como tal. Pero si eliminamos estos indicadores de nota alta y nos reducimos a los estrictamente referentes a la calidad del Estado de derecho y al funcionamiento de las instituciones propiamente democráticas, tendríamos también aquí bastante pobre calidad.

Con lo que, al final, una sociedad civil sin músculo democrático habría producido, a través de unas élites representativas caracterizadas por sus bajas atención y responsabilidad, unos rendimientos institucionales muy pobres.

Una semana sin reaccionar

Luis R. Aizpeolea (El País)

Tema: Izquierda Abertzale

El jueves por la noche, la víspera de su comparecencia en el juicio de Otegi, Jesús Eguiguren y su esposa cenaron con Alfredo Pérez Rubalcaba y su mujer en Madrid. Una de las conclusiones de la cena, por lo demás relajada e informal, fue que ni Batasuna ni el PP habían logrado sus objetivos políticos con el juicio a costa de los socialistas. Y que tampoco Eguiguren se lo iba a facilitar con su declaración del día siguiente —ayer viernes— ante el juez, como sucedió finalmente.

Batasuna ha tratado de hacer de la necesidad virtud. Ha utilizado el juicio de Otegi como altavoz para airear su conocida apuesta por las vías pacíficas y su rechazo de la violencia para lograr sus metas políticas, lo que ha conseguido. Pero ha tenido menos suerte al tratar de escenificar su relación con el PSE y el compromiso de Zapatero en el proceso de paz de 2006, entre otras cosas porque el juez lo ha impedido.

El PP ha estado toda la semana al acecho, sobre todo de la intervención de Eguiguren, con permanentes declaraciones, como las de Cospedal y González Pons, para tratar de erosionar a los socialistas por sus antiguas relaciones con Batasuna, lanzar sospechas de una nueva negociación y eliminar al presidente socialista vasco. El PSOE ha pasado a la ofensiva, tras una semana sin reaccionar. Han arropado a Eguiguren el presidente y el vicepresidente del Gobierno, además de Patxi López; y Rubalcaba, que confiesa en privado estar harto, aprovechó su presencia, ayer, en La Moncloa, para denunciar la maniobra no solo de Batasuna sino del PP y pinchar por enésima vez el globo de la negociación con ETA.

‘Il Manifesto’ anuncia que le quedan tres meses de vida

Irene Hdez. Velasco (El Mundo)

Tema: Italia

Il Manifesto se muere. El periódico italiano de orientación comunista, uno de los grandes referentes del debate político desde su nacimiento hace 40 años y considerado como el diario de la izquierda sofisticada, está al borde de echar el cierre. Si no consigue dar un volantazo a su dramática situación a finales de años podría pasar a ser historia. Y el mismo trágico destino podrían correr otras 40 publicaciones italianas.

Ha sido el propio Il Manifesto el que ha dado la voz de alarma en un artículo que lleva el explícito título: «Tres meses de vida». La crónica de la muerte anunciada lleva la firma de Gabriele Polo, el que fuera director de Il Manifesto entre 2003 y 2009 y en la actualidad su director editorial y uno de sus principales columnistas. Y es categóricamente rotunda: si no logra invertir su curso actual, en pocos meses desaparecerá.

Los responsables de Il Manifiesto –un periódico gestionado en régimen de cooperativa por los propios trabajadores, que además perciben todos el mismo sueldo– aseguran que son dos las causas que han llevado al diario a esta situación terminal: el descenso en las ventas –un 20% respecto al año anterior– y, sobre todo, el Gobierno de Silvio Berlusconi, que en sus últimos presupuestos generales, y en nombre de la austeridad impuesta por la crisis, ha reducido las ayudas estatales a la prensa. «La consecuencia, en lo que a nosotros se refiere, es una reducción del 25% de los ingresos», se queja Gabriele Polo, quien no duda en ver detrás de esa maniobra del Ejecutivo de Il Cavaliere un intento por acabar con los diarios crítica.

El caso es que, en virtud de la nueva legislación sobre ayudas estatales a la prensa, cerca de 40 cabeceras se encuentran amenazadas de muerte. Pero de entre todas ellas Il Manifesto es probablemente la más relevante. Para tratar de eludir el cierre, el periódico fundado en 1969 ha puesto en marcha una desesperada campaña de suscripciones.

Evgueni Pasternak: "A mi padre le rompieron el espinazo". El hijo de Boris Pasternak presenta la nueva edición española de ‘Doctor Zhivago’

Emma Rodríguez (El Mundo)

Tema: Cultura
El escritor fue obligado por las autoridades soviéticas a renunciar al Premio Nobel.

Imposible recordar sin estremecerse algunas de las escenas de Doctor Zhivago, imposible no rememorar las inevitables lágrimas ante la tempestuosa y trágica historia de amor entre Yuri y Lara (Omar Sharif y Julie Christie), que se encuentran y desencuentran mientras la Revolución llama a las puertas y todo está a punto de cambiar.

La película Doctor Zhivago, de David Lean, inmutable en el imaginario colectivo, fue la mejor carta de presentación de Boris Pasternak ante el gran público. Traspasó fronteras y llamó la atención sobre las circunstancias del pueblo ruso y sobre el via crucis de su autor.

Pero la emoción que despertó el filme, que curiosamente fue rodado en Soria y Madrid, se agiganta al adentrarse en las páginas de una novela que ahora llega a los lectores españoles en la primera traducción realizada por Marta Rebón directamente del ruso a partir del texto definitivo fijado por Evgueni Pasternak, el hijo del escritor.

Evgueni estuvo ayer en Madrid, acompañado de su mujer, Elena, gran especialista en la obra de su suegro, y de su nieta, Anastasia. Toda la familia volcada en arropar la edición de Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Una edición necesaria para acercarse a la grandeza de una novela cuyo alcance va mucho más allá de la historia de amor que narra e incluso del momento histórico que recrea.

«Toda la gran literatura rusa, desde Puskhin a Tolstoi, intenta plasmar el latido de la Humanidad a través del sentir de un solo hombre, y en eso mi padre no es la excepción. Él mismo me dijo que lo que le importaba con esta novela era hablar del destino del mundo», señaló quien recibiera en 1989 los honores del Premio Nobel al que 31 años antes había tenido que renunciar Borís Pasternak.

La historia de la novela es, de hecho, uno de esos tristes, grotescos, rocambolescos, capítulos en los que la literatura se enfrenta al poder totalitario. Un episodio más de la persecución a la que fueron sometidos tantos escritores en la etapa de Stalin y en sus postrimerías. «La Academia sueca concedió a mi padre el Nobel por el alcance de su poesía y por la continuación de las nobles tradiciones de la gran prosa rusa, pero una campaña muy bien orquestada por los ideólogos del régimen provocó una enorme ola de ira popular».

Así vuelve a relatar Evgueni Pasternak cómo el gobierno soviético –liderado entonces por Kruschev– prohibió al escritor recibir el máximo galardón de las letras a nivel mundial con el argumento de fondo de que era un intento de poner en un aprieto a la Unión Soviética.

Con anterioridad se había prohibido la obra por considerar que criticaba los principios del comunismo y fue la traducción italiana de Feltrinelli la que la puso en manos de los lectores europeos, mientras los rusos intercambiaban ejemplares mecanografiados en la clandestinidad.

Tachado de subversivo, temeroso ante la posibilidad de tener que abandonar su país y ante el destino de sus seres queridos, el escritor optó por la renuncia enviando una carta de disculpa a la Academia Sueca.

La combinación de arte, amor, política y espiritualidad convierten Doctor Zhivago en una novela apasionante, capaz de atrapar los claroscuros de la vida. La autenticidad y la verdad que se desprenden de sus páginas tienen que ver con el talento y la humanidad del escritor, pero también con su propia trayectoria vital. Pasternak se inspiró en su relación extramatrimonial con Olga Ivisnkaya, su gran amor, para plasmar la aventura de Yuri y Lara. Olga, que acabó siendo su editora, se implicó hasta el fondo y sufrió a su lado el hostigamiento dictatorial.

Un hostigamiento especialmente duro cuando se publicó en las páginas del Daily Mail, sin consentimiento del autor, un poema titulado precisamente Premio Nobel en el que expresaba su desazón: «Estoy perdido, bestia acorralada./ A lo lejos, libertad, hombres, luz / A mi lado, los gritos de acoso/ y no tengo ninguna salida...».

Evgueni Pasternak recordaba el estado de ánimo de su padre entonces: «la cara desfigurada, pálida, el gesto inseguro, como si le hubieran roto el espinazo», lo visualizaba en la última etapa de su vida refugiado en las traducciones de grandes autores como Shakespeare y hacía hincapié en su humanismo.

«Doctor Zhivago fue el último cuplé de mi padre, donde vertió todas las grandes ideas que acumuló a lo largo de su vida. El protagonista no da importancia a los bienes materiales, en aras de su espiritualidad es capaz de sacrificar su propia vida por el bien de los demás. Muchos de los problemas que se plantean siguen estando vigentes».

«Son esos principios cristianos los que más interesan a los jóvenes lectores rusos, a los pocos que leen, porque desgraciadamente mi generación está muy ocupada en arreglar su propia vida en tiempos de dificultades», señaló Anastasia, la bisnieta del autor.

Acompañando a la familia Pasternak estuvieron ayer los especialistas José María Ridao y Mercedes Monmany, quienes destacaron, entre otras cosas, el acierto de incluir los poemas que Pasternak hizo escribir a su protagonista como parte de la novela y no como un anexo. «Se trata de piezas de belleza intimista que defienden al individuo », señaló Ridao.

«Nunca nos hemos sentido especialmente apoyados por las autoridades rusas en la defensa del legado de Pasternak», concluyó su hijo. «Si sus libros se reeditan es porque el pueblo los reclama, no el Estado», dijo, sin dejar de agradecer que la que fuera su casa sea hoy su museo.

- Una película con pocas semejanzas.

Nadie podía olvidar la película basada en la novela de Pasternak que ahora florece ante los lectores con la traducción que se merece. «La película no tiene nada que ver con la novela, son dos lenguajes, dos enfoques totalmente diferentes», declaraba el hijo. «Recrea el ambiente de aquella época [el advenimiento de la Revolución] y refleja algunas ideas básicas», se mostró más suave Elena, su mujer y gran especialista en la obra de su suegro. «Lo peor», dijo, «fue el culebrón televisivo que tuvimos que soportar en Rusia», puso la nota de humor. «Es dificilísimo llevar a la gran pantalla toda la hondura y matices de la novela», matizó Anastasia, la bisnieta.

Levántate y vota, el milagro de Mas

Llucia Ramis (El Mundo)

Tema: Elecciones

El Príncipe Artur (vean Shreck) empieza en la cumbre; la de Can Ruti, donde está ubicado el Institut Guttmann, fundación privada para la asistencia sociosanitaria que recibe ayudas públicas. «Un modelo de colaboración, ejemplo de aquello en lo que podemos convertir Cataluña», según Mas. O en palabras de los pacientes: «Una clínica que no lo parece, aquí aprendes a vivir». Metáforas aparte o mediante, un lugar accesible pese a la distancia. Y con Barcelona a sus pies.

Son cuatro mujeres y un joven que acudirá a sus primeras elecciones en silla de ruedas por culpa de una tirolina; votará a Convergència porque «es el menos malo de los males». Aseguran que están en este pasillo –enfrente de la sala donde el candidato está reunido con el Patronato del centro– «por casualidad ». Pero demuestran tal agilidad en sus respuestas que me cuesta creerlo. Pregunta: ¿seguro que ganará? Lali, de ojos azules y un par de muletas, contesta: «Ha ganado siempre y esta vez lo hará mejor; si no, me iré a vivir a París, Montilla no me gusta y el tripartito menos». Joana también se sabe la lección: «Gobernará sí o sí, porque llevamos ocho años sin gobierno».

Vicki, bolso de Gucci en ristre, es más reticente. Está cansada de la política, aunque cree que su ley de sucesiones lo arreglará todo. Por eso se queda para la foto. «¿Tenemos que levantarnos para saludarlo?», bromea. «Sí, todos a la vez mientras gritamos milagro será la mejor propaganda», suelta Lali.

Dios tarda en salir. Ataco de nuevo: ¿creen que la derecha se preocupa menos de los servicios sociales? Joana me la devuelve: «¿Qué es la derecha?». ¿Y tú me lo preguntas? «No me gusta el PP, tampoco me considero de izquierdas y no queremos nada de este País de la caridad» (la mayúscula es mía, creo). Entonces, ¿qué prefiere en caso de que CiU no obtenga mayoría absoluta, que pacte con Esquerra o con los populares? Contesta: «Confiamos en que no lo necesite, pero sólo aceptaremos pactos puntuales».

Afortunadamente, no se queda a la rueda de prensa. El más de los mases recuerda que, en caso de no poder gobernar solo, se verá con todos los partidos por orden de votos y les enseñará su programa; el primero que acepte, gana. Alguien le pregunta qué le parece el resultado del sondeo del CIS, en el que su partido empataría en escaños con el tripartito. «Me va como anillo al dedo», confiesa, «esto refuerza nuestro mensaje de que estas elecciones no están resueltas; si se quiere levantar el país, el voto útil es CiU». Aquí, país también podría ir con mayúscula, pero por una razón distinta a la de antes. Subliminal: el príncipe pretende acceder al trono mediante una fuerza moral por encima de la física. Se encuentra en esta situación por accidente, pero ha dedicado tanto tiempo a la rehabilitación que ya está en forma. No admite el discurso victimista ni mucho menos un trato deferente. Inválido y discapacitado son conceptos tabú. Sabe que para ganar, de momento, menos es Mas.

‘Cruzando el límite’

Cayetana Guillén Cuervo (El Mundo)

Tema: Cultura

Es la ópera prima de Xavi Giménez. Una llamada de atención. Una puesta a punto. Una puerta a la reflexión. Una paliza. Un callejón sin salida. Un espejo. Una patada en el estómago. ¿Una fábula? ¿Un cuento? No. La mismísima realidad contada desde la ficción para poder meter el dedo en la llaga. Porque la vida duele. Y a veces se nos va de las manos. No saber gestionar el amor hacia un hijo que lo es absolutamente todo para ti y al que sin embargo, haces daño. Tu manera de hablar, de callar, de mirar, de reírte, no es exactamente lo que él espera y su respuesta no cumple tus expectativas. Las distancias se alargan. Los silencios se tensan. Un hijo adolescente en plena búsqueda y un padre que ejerce su responsabilidad como puede. Y lo mejor que sabe. Pero eso no vale. Y entonces la vida se desestructura. Se oscurece. Se quema en obsesiones escondidas en algún rincón de la memoria. Porque hay que hablar, hay que tocarse, mirarse y escuchar. Ponerse en el lugar del otro. Día a día. Mucho antes de que sea demasiado tarde.

Xavi Giménez, director de fotografía de Ágora, Darkness, Transsiberian, Hipnos o El camino de los ingleses, salta a la dirección y sumerge su cámara en un centro de educación que pretende reintegrar en la sociedad a base de métodos controvertidos a jóvenes con dificultades. Centros que procuran transmitir valores entre los que la jerarquía, el orden y la sumisión ocupan un lugar prioritario, donde la meta es lavar el cerebro de quien no supo adaptarse a las normas de convivencia establecidas. Educar en jaulas y a veces, con subvención. Porque lo más escalofriante del tema es que de nuevo la realidad supera a la ficción y estos sitios existen y se reparten por el mundo entero. Porque si el chico no ha cruzado el límite y no delinque, el Estado no tiene cómo ayudar a esa familia descompuesta por una actitud irresponsable, insultante, insoportable, violenta, pero que permanece dentro de la legalidad, como estos lugares privados de adiestramiento donde se utilizan métodos que tienen su punto de referencia en las academias militares norteamericanas, donde aplican el llamado boot camp, que incluye esposar a la espalda y echarlos al agua, correr varios kilómetros bajo un sol cegador u obligarlos a marchas forzadas. Resulta desgarrador comprobar que, una vez más, el ser humano soluciona sus cuitas sin pasar por la única opción que haría posible la paz. Comunicarnos. Hacer saber al otro quién eres y lo que necesitas para estar bien en este mundo.