lunes, 8 de noviembre de 2010

La vida en origen. En el norte de Brasil, viven los zo’é

Sebastiao Salgado (La Vanguardia)

Tema: Indígenas

En el norte de Brasil, viven los zo’é, una tribu que halla en la selva todo lo que necesita. Se puede ver a sus cazadores, con su arco y sus flechas, disparando a un mono y trepando al árbol para cobrar la pieza. Los zo’é son un grupo aislado y así se intentan mantener para proteger su entorno y su vida. Sebastião Salgado les ha fotografiado en su recorrido por los lugares que aún permanecen inmutables en el planeta, su proyecto Génesis

La selva parece impenetrable, pero la cruzan muchos caminos entre la decena de poblados de los zo’é. Y se puede encontrar a algún cazador con su arco y sus flechas apuntando a un mono y trepando al árbol para cobrarse la pieza o proseguir la caza en las alturas.

Esta tribu, de unas 250 personas, vive en un territorio de 624.000 hectáreas situado en la inmensa municipalidad de Obidos, en el estado de Pará, en el norte de Brasil. La tierra de los zo’é (en su lengua, significa soy yo) se sitúa entre los ríos Erepecuru y Cuminapanema, tributarios del Amazonas.

Los zo’é son lo que en Brasil se llama un grupo aislado. No tiene otros grupos indígenas afiliados. La tribu pertenece al pueblo lingüístico tupí-guaraní, el mayor grupo étnico de la costa brasileña atlántica, a miles de kilómetros, pero probablemente el área de donde proceden los zo’é. En la historia de Brasil se menciona la travesía de estos indígenas por el Amazonas unos 400 años atrás.

Hoy, habitan a unos 300 kilómetros en línea recta al norte del gran río. Allí viven de la caza de monos, cuya carne aprecian mucho, aunque se cobran cerdos salvajes, tortugas u otros animales también. Las grandes cacerías de monos –de los que aprovechan hasta los huesos para hacer utensilios– tienen lugar en la estación de las lluvias (primavera en España), cuando abunda también la pesca. Casi todo lo que necesitan los zo’é lo encuentran en la selva: animales, frutos, plantas medicinales... Capturan urubus-rei (cóndor real), unas aves de rapiña, para obtener las plumas con las que las mujeres se hacen unas espectaculares coronas. Cuando los hombres vuelven de cazar alimentan primero a estas aves para que crezca su plumaje.

Otro rasgo es que es el único pueblo indígena en Brasil que lleva poturu, un trozo de madera (del árbol del mismo nombre) que se insertan bajo el labio inferior. Al inicio de la pubertad, a los niños y las niñas, en una ceremonia de iniciación, les perforan la barbilla con un duro hueso de tibia de mono, y les insertan la pieza de madera, que se cambia cada día para ir aumentando el grosor.

Los zo’é cultivan mandioca, algodón, chile y varios tipos de raíces. Tejen (hamacas, mochilas de hojas de palma) y se hacen sus hornos de barro y ollas de terracota, aunque las mujeres envidian los ligeros cacharros de aluminio de los visitantes.

La tribu fue contactada en 1987 por un grupo de misioneros norteamericanos, que se la ganó con regalos como ropa, espejos y machetes, e instaló una misión, empezando por una pista de aterrizaje. Su objetivo era convertir a los indios a un fundamentalismo evangélico monógamo –los hombres zo’é tienen muchas mujeres y las mujeres, muchos hombres– e integrarlos al sistema productivo.

En 1990, Funai, el organismo gubernamental brasileño protector de los pueblos indígenas, que en ese momento dirigía Sidney Possuelo, conocido sertanista –así se llama en Brasil a los defensores de los últimos pueblos indígenas–, desalojó a los misioneros y sus pertenencias. A la vez, se creó el Proyecto de Protección Etnomedioambiental del Frente Cuminapanema, para preservar a los zo’é y su tierra frente a un posible retorno de los fundamentalistas u otros invasores.

En diciembre del 2009, esa tierra fue reconocida por un decreto del presidente brasileño como reserva indígena protegida. João Lobato, el jefe local de Funai y del proyecto zo’é, está a punto de obtener una protección permanente de una franja de 20 kilómetros alrededor del territorio zo’é para garantizar mejor la conservación de la fauna, la flora, la lengua..., para conservar la vida de esta tribu en su edén.
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Los zo’é cazan monos. Una vez han matado uno, como no siempre cae por el espeso follaje, el cazador debe trepar al árbol para recoger la pieza. O, si el mono sólo es herido y salta a otra rama u otro árbol, el cazador continúa la caza en lo alto, como es el caso en esta fotografía
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Una madre lava a su pequeño. Las mujeres zo’é se adornan con tocados de plumas, llevan collares de conchas de caracol y se pintan los cuerpos con urucum, un fruto rojo
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Descanso en las hamacas, que tejen y que son muy usadas, no sólo para dormir, también durante el día, en las comidas, por ejemplo
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A los niños y niñas se les perfora debajo del labio inferior con un hueso de tibia de mono y se les coloca la pieza de madera (poturu), que caracteriza a esta tribu, y que se va cambiando y aumentando de tamaño hasta alcanzar el que se considera apropia. Una mujer prepara la harina de mandioca, su principal alimento, que mezclan con jugo de carne o leche de nueces, aunque la mayoría de las veces la comen como pasteles (beiju)
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Unas mujeres bañándose, un hábito vital entre los zo’é. Se lavan muchas veces al día, incluso durante las cacerías, y consideran que los forasteros que les visitaron, al bañarse sólo una vez al día, no son suficientemente limpios
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En la página anterior, cacería de monos con el arco y las flechas. Su carne es muy apreciada por los zo’é, aunque también cazan otros animales, desde aves a tortugas, dependiendo de la estación del año. Al final de la cacería, cada hombre lleva sus piezas a su familia
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Un pequeño con una pieza de caza. Cada día, los hombres salen en distintas direcciones de la selva de caza y de pesca. A veces, la expedición dura un día, otras son más largas.Cuando cocinan, cada familia lo hace por separado, pero las comidas suelen ser muy sociales: todos van a una u otra choza y pican aquí y allí
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Muy temprano, los cazadores calientan sus flechas para que funcionen mejor. Cada hombre (en la foto, a sus pies) tiene unas cajas (patawa) donde guarda sus puntas de flecha, las cuerdas del arco y resina que usan para reforzarlas
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El Funai, el organismo gubernamental que protege a los pueblos indígenas en Brasil, no permite que los forasteros coman la comida de los zo’é ni viceversa

El castellano cambia de cuna

Miguel A. Vergaz (El Mundo)

Tema: Historia

El Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, avalado por la Real Academia Española, presenta documentos del siglo IX que resitúan el origen del nacimiento del idioma.
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El primer testimonio escrito del castellano retrocede dos siglos atrás en el tiempo, del XI al IX, y viaja de La Rioja a Castilla y León. Así lo demuestra un estudio sobre los manuscritos de Santa María de Valpuesta (Burgos), que cuenta con la bendición de la Real Academia Española (RAE) y que, en la práctica, dinamita el ya cuestionado mito de las Glosas Emilianenses como primer texto y San Millán de la Cogolla (Logroño) como cuna del castellano.

La investigación acredita que en este monasterio de Valpuesta, a 90 kilómetros de la capital burgalesa, se encontraron los documentos más antiguos (del siglo IX) que incluyen términos en castellano, en oraciones en las que el latín iba desapareciendo y se apreciaba el orden lógico del nuevo idioma.

Estos escritos eran conocidos como Cartulario de Valpuesta y el historiador clásico y de referencia de la lengua, Ramón Menéndez Pidal, ya los mencionaba en su estudio Orígenes del Español. Sin embargo, la presencia de falsificaciones entre los más antiguos, con las que los monjes simulaban tener privilegios reales que, en verdad, nunca les habían sido dados, hicieron que los estudiososmiraran con desconfianza todo el conjunto de legajos.

Ahora filólogos y paleógrafos del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua han apartado las falsificaciones –tres en total– y han acreditado la validez de los 184 documentos restantes.

La RAE ha coeditado en dos lujosos volúmenes Los becerros góticos yGalicano de Valpuesta, que recoge el estudio, con una tirada de 2.500 ejemplares. La presentación tendrá lugar el próximo 12 de noviembre en la sede de la Academia en Madrid.

Su vicedirector, José A. Pascual, da por seguro en el prólogo «el consenso entre filólogos e historiadores, en cuanto a que acerca mucho el trabajo a lo que se entiende por definitivo ». Pascual entiende que el fondo valpostano permite «saber en qué fase se encontraba el latín a su paso al romance castellano» y extrae algunos ejemplos como plumazo (una primera acepción de colchón en el año 935), matera (madera) en el 940 o corro (corral) en el 975.

Los fondos de Valpuesta constan de ocho documentos del siglo IX, 39 del X, 49 fechados en el XI, 90 en el XII y uno del XIII, y consisten, sobre todo, en escritos que registran donaciones de bienes materiales (ganado, tierras o enseres) de particulares al monasterio a cambio de bienes espirituales como un entierro en su suelo o misas en su memoria.

Los escribientes de aquella época intentaban plasmar los acuerdos en latín. Pero Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua y filólogo, señala que ese latín «estaba tan alejado de la rectitud, presentaba un estado tan evolucionado o corrompido» que, asegura, «se puede concluir que la lengua de los becerros de Valpuesta es una lengua latina asaltada por una lengua viva, de la calle y que se cuela en estos escritos».

La investigación de estos documentos supone, más que la mera constatación de la presencia de una serie de palabras en castellano primitivo cuyas variaciones hoy todavía se utilizan, la existencia en el siglo IX de «un orden que ya no es del latín, sino el de la lengua romance».

El hallazgo tiene repercusiones políticas y académicas. Valpuesta adquiere una nueva dimensión legitimadora para Castilla y León, comunidad invitada este año en la prestigiosa Feria del Libro de Guadalajara y a ella asiste como lugar de origen de la lengua común.

Un título que todavía ostenta La Rioja gracias a las anotaciones manuscritas de San Millán de la Cogolla en las que se halló el considerado hasta hoy como primer testimonio del romance hispánico.

- Las pesquisas de una investigación.

Lejos de tratarse de un secreto, el proceso de estudio realizado a instancias del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua ha dado lugar a numerosos encuentros de especialistas en historia y filología de universidades españolas y extranjeras desde hace cinco años.

Burgos capital acogió el último de ellos, el pasado 25 de octubre, pero la verdadera prueba de fuego de las bases del trabajo que se presenta esta semana se remonta a una convención en Miranda de Ebro en 2008.

En ella participó una veintena de expertos que asistieron a la primera exposición en profundidad de estos hallazgos. Después de realizar distintas observaciones, al final los consideraron válidos.

Ahora, el ciclo se cierra. Las conclusiones ya están editadas en dos volúmenes. El primero incluye el trabajo de José María Ruiz Asencio, catedrático de Paleografía de la Universidad de Valladolid y una de las mayores autoridades en escrituras visigóticas. Junto con sus colaboradores Irene Ruiz Albi y Mauricio Herrero Jiménez, Asencio describe, data, traduce y contextualiza los documentos de Valpuesta. Lo hacen, además, fijándose especialmente en el léxico para facilitar el futuro uso de los filólogos.

El segundo de los volúmenes recoge la reproducción fotográfica de los documentos originales con los que se ha trabajado para despejar cualquier duda sobre las conclusiones.

Según Santonja, este trabajo representa «el comienzo» de una profunda labor de estudio del Instituto en otros lugares de referencia en Castilla y León, como los municipios Sahagún y Oña, en León y Burgos.
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Reflexiones en torno al Tea Party

Gustavo de Arístegui (El Mundo)

Tema: Estados Unidos

Empieza a surgir en todas partes, y también en España, una nueva polémica en torno a la verdadera naturaleza del Tea Party. Seguramente porque en un corte de radio, un titular de prensa o un total de televisión no se puede analizar un fenómeno tan complejo como el cambio de paradigma político y de modelo de participación ciudadana, o comprender de verdad cómo funciona la transmisión de ideas y cómo éstas arraigan en la sociedad.

Desde hace unos años se están produciendo fenómenos que por su rabiosa novedad tienen completamente despistados a politólogos y analistas. Las estructuras clásicas de la política están siendo cuestionadas y los partidos no parecen saber adaptarse a los nuevos tiempos que corren. Aprenden a usar los nuevos soportes de transmisión de contenidos, pero apenas rozan la nueva sociedad digital, en la que las ideas y los sentimientos se confunden, el exceso de información desinforma y las ideas se expanden como si de un virus se tratara, como lo explica Malcom Gladwell en su libro The Tipping Point.

La ciudadanía quiere soluciones a sus problemas reales y en momentos de crisis económica, política o social la irritación está aun más, si cabe, a flor de piel. La campaña del presidente Obama fue la primera de la Historia que aprovechaba casi íntegramente todas las ventajas de los nuevos instrumentos ymedios de relación social. Incluidas las redes sociales, llegando a sumar, según diferentes fuentes, más de cuatro millones de voluntarios. Sumandato ha generado enorme rechazo en los sectores más conservadores del país, una parte de los cuales no sentían que el Partido Republicano estuviese haciendo una oposición suficientemente intensa, estructurada y focalizada sobre los asuntos quemás preocupaban a la opinión pública.

Algunos sectores decidieron organizarse, aprovechar la sensación de vacío que tenían algunos electores y crear unmovimiento de oposición frontal a Obama desde dentro del Partido Republicano, y no desde fuera. En resumen, una parte de quienes apoyan al Tea Party –cuyo peso es imposible medir– son conservadores clásicos hartos y/o desengañados, pero otra parte ni es conservadora, ni tienemás ideología que el extremismo antisistema, algo que demasiados políticos y analistas ignoran en España, seguramente por falta de conocimiento de Estados Unidos.

Puede que se haya producido una identificación tan exagerada como falsa entre Obama y Zapatero, pero lo cierto es que un PSOE como el actual, que está bastante más a la izquierda que la socialdemocracia europea, no tiene un verdadero equivalente en EEUU. Sin embargo, ciertos políticos y analistas se han apresurado a ver en la oposición frontal al líder de la Casa Blanca una réplica de las críticas que merece la desastrosa gestión del Gobierno socialista, dando por buenas, sin un análisis suficientemente profundo, las soflamas del Tea Party como si fuesen válidas también contra Zapatero.

Hay muy pocos paralelismos que se puedan hacer entre las políticas a ambos lados del Atlántico, y desde luego éste es de las más desafortunadas. Es incluso posible que la mayoría de los seguidores del Tea Party no sean extremistas, cosa que está por ver, y que sean de verdad conservadores clásicos, desencantados. Pero la aplastante mayoría de sus dirigentes sí son extremistas, algunos con escasa formación, en algún caso extravagantes y excéntricos exaltados como la señora O’Donnell, la candidata republicana al Senado por el estado de Delaware, que ha reconocido que en algúnmomento de su vida fue bruja. En fin, sobran las palabras.

Otro sector del Tea Party se ha dedicado a propagar queObama no nació en Estados Unidos y que, en consecuencia, no cumple el requisito constitucional para ser jefe de Estado. Si uno se toma lamolestia de leer los discursos y las declaraciones programáticas de algunos de los líderes más destacados de este nuevo movimiento, podrá comprobar que hay soflamas antisistema desde la extrema derecha. Su eslogan Menos impuestos, menos gobiernos, más patriotismo, que tan atractivo resulta a algunos, no es sino la punta de un iceberg que tiene muchohielodelmalobajo la superficie. Es verdad que Sarah Palin viene del corazón del Partido Republicano, pero es también cierto que procede del sector con diferencia más conservador, razón por la que quien era justamente considerado como un centrista, el senador John McCain, la eligiese como compañera de ticket electoral. El objetivo era compensar la falta de pegada electoral entre los electores estadounidenses más conservadores.

Nada de esto supone diluir o disimular los errores del presidente Obama, ni la falta de eficacia de algunas de sus políticas. Lo cierto es que en EEUU hay hoy de hecho tres partidos políticos: el Demócrata, el Republicano clásico y elmovimiento heterogéneo y desigual que se conoce como Tea Party, que ha hecho una hábilmaniobra de conquista de espacios políticos desde la propia estructura republicana.

Para entender el alcance de lo que puede significar el Tea Party en el país habría que haber seguido las elecciones primarias del Partido Republicano, donde algunos candidatos conservadores clásicos, de prestigio y/o arraigo, fueron desafiados en muchos casos con éxito por los activistas del nuevo movimiento, que así logró demostrar dos cosas: la primera, hasta qué punto los partidos clásicos no entienden la que se les viene encima, por no comprender el nuevo paradigma político del siglo XXI; la segunda, el verdadero contenido –o, en muchos casos, la verdadera y alarmante falta de contenido– de sus postulados. Hay quien dice que éste es un fenómeno coyuntural, esperemos de verdad que no se equivoquen.

Aquellos compañeros del Proceso 1.001. Los dirigentes de CCOO detenidos junto a Marcelino Camacho en 1972

Ana Requena Aguilar (Público)

Tema: Historia

Recuerdan los tensos momentos de la represión.

Poco antes de las diez de la mañana del 24 de junio de 1972, Fernando Soto y Paco Acosta llegaron en coche a Pozuelo de Alarcón (Madrid). Habían pasado la noche viajando desde Sevilla para evitar controles y apenas habían descansado unas horas en Despeñaperros. Ya en Madrid, un colaborador los recogió en la plaza de Colón y los condujo, después de dar varias vueltas para evitar seguimientos, hasta Pozuelo. Una vez allí, los dos amigos caminaron hasta el convento de los Oblatos: los estaban esperando.

Era una reunión histórica. Allí ya estaban Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius, Eduardo Saborido, Francisco García Salve, Juan Muñiz Zapico, Miguel Ángel Zamora, Pedro Santiesteban y Luis Fernández Costilla. A su término, los diez serían detenidos, encarcelados y encausados en el llamado Proceso 1.001. Su delito era formar la cúpula dirigente de Comisiones Obreras. El Tribunal de Orden Público les impuso unas condenas que sumaban 162 años de cárcel.

El objetivo central de aquella reunión en Pozuelo de Alarcón era debatir un documento sobre unidad sindical cuyo borrador había redactado Nicolás Sartorius. "Era un documento bastante largo, sobre la unidad del movimiento obrero ante las condiciones de la dictadura, y la necesidad de que no se dividiera el mundo del trabajo, de que el movimiento de Comisiones fuera independiente de los partidos políticos y no fuera la correa de transmisión de nadie", recuerda Sartorius, ahora vicepresidente de la Fundación Alternativas, pero con una larga trayectoria sindical y política que le ha llevado a ser, entre otros cargos, diputado por el Partido Comunista e Izquierda Unida.

- En la lucha.

La mayoría de los que participaron en aquel encuentro clandestino ocuparon durante años cargos relevantes en Comisiones Obreras y continúan de una u otra forma involucrados en la vida sindical, creyendo firmemente en la lucha de los trabajadores. El grupo también ha sufrido pérdidas: a la muerte de Marcelino Camacho hace algo más de una semana hay que sumar la de Juan Muñiz Zapico, que falleció en un accidente en 1977, y la de Luis Fernández Costilla, que murió hace cerca de seis años.

Eduardo Saborido dedica su tiempo al Archivo Histórico de la Fundación de Estudios Sindicales de CCOO en Andalucía. Precisamente él fue quien descubrió que la policía había dado con ellos esa mañana de junio: "Tenía que irme antes para traer un dinero que íbamos a repartir y cuando llegué a la puerta ví a la policía. Me pidieron la documentación y les dí mi carné falso. Empecé a pensar en que a los demás les iban a pillar desprevenidos y eché a correr para avisarles". Cuando avisó a sus compañeros, muchos optaron por esconderse. Zamora intentó huir por el tejado. Acosta se metió en un armario. Camacho y Sartorius bajaron juntos las escaleras. Todos corrieron la misma suerte: fueron detenidos y llevados a la siniestra Dirección General de la Policía en la Puerta del Sol de Madrid.

"Marcelino intentaba tranquilizarme en las primeras horas de la detención", cuenta Zamora, que ha ocupado diferentes cargos en Comisiones de Zaragoza y al que le queda un año para jubilarse en el servicio de publicaciones de la universidad de la capital aragonesa. Finalmente, el Tribunal de Orden Público les juzgó el 20 de diciembre de 1973, coincidiendo con el asesinato del entonces presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco. "El asesinato nos perjudicó, a nosotros y al movimiento que se había creado contra el proceso", afirma Sartorius. Paco Acosta rememora el tenso ambiente de ese día, con manifestaciones de extrema derecha que pedían la cabeza de los diez sindicalistas. "Teníamos el tembleque del temor a la muerte", dice. Actualmente, Acosta colabora con su compañero Eduardo Saborido en el Archivo Histórico en Andalucía. Su otro compañero andaluz, Fernando Soto, fue diputado y senador autónomico y ahora emplea su tiempo en ayudar a recuperar la memoria histórica.

Los diez compañeros fueron a parar a la cárcel de Carabanchel, donde continuaron reuniéndose y matando el tiempo haciendo gimnasia, leyendo mucho y dando clases de idiomas, historia o economía. Sartorius recuerda que la llamaban "la universidad de Carabanchel". Un año después, el Tribunal Supremo rebajó considerablemente sus condenas. Tras la muerte de Franco en 1975, el indulto del rey Juan Carlos los sacó de la cárcel.

- Marcelino, el líder natural.

"Nos ha dejado una huella indeleble", dice de Marcelino Camacho Pedro Santiesteban, también vinculado durante mucho tiempo al Partido Comunista y todavía colaborador de CCOO en Euskadi. Todos sus compañeros recuerdan a Camacho como un hombre afable, incansable en sus ideas, siempre optimista. Fernando Soto habla de su implacable tenacidad, "como un martillo pilón". "Incluso en la cárcel no paraba de buscar resquicios para seguir luchando", dice.

Paco Acosta fue su vecino de celda durante dos años y no se cansaba de escuchar sus análisis sobre la actualidad. "Para mí fue un maestro", asegura. Miguel Ángel Zamora recuerda su tesón y su lectura concienzuda de la prensa. "Siempre pendiente de los pequeños detalles personales", añade. "Era una persona sencilla, optimista hasta decir basta. Era el líder natural, había riqueza de debate interno y él propiciaba este ambiente. Tenía una gran sabiduria del mundo del trabajo", le describe Sartorius. "Decir Marcelino era decir Comisiones Obreras", resume Eduardo Saborido, que hace apenas unos meses descubrió que aquel convento contaba con una puerta falsa por la que, quizá, hubieran podido escapar.

Indignación errónea en las elecciones de EEUU

Noam Chomsky (Público)

Tema: Estados Unidos

Las elecciones parciales en Estados Unidos revelan un nivel de ira, miedo y desilusión en el país que no puedo comparar con nada de lo vivido hasta el momento. Los demócratas, desde que llegaron al poder, cargan con la culpa de la repugnancia que genera nuestra actual situación socioeconómica y política.

En una encuesta Rasmussen del mes pasado, más de la mitad de los “americanos convencionales” veían con buenos ojos al movimiento Tea Party (un reflejo del espíritu de desencanto).

Los motivos de queja son legítimos. Desde hace más de 30 años, los ingresos reales de la mayoría de la población se han estancado o han disminuido, mientras que las horas laborables y la inseguridad han ido en aumento, junto con las deudas. La riqueza se ha ido acumulando, si bien sólo en unos pocos bolsillos, lo que ha llevado a una desigualdad sin precedentes.

Estas consecuencias se derivan principalmente de la financiación de la economía desde los años setenta y del correspondiente vacío en la producción doméstica. El proceso se ve acelerado por la locura desreguladora que propicia Wall Street y que apoyan los economistas fascinados con los mitos del mercado eficiente.

El público observa cómo los banqueros a los que salvaron de la bancarrota, y que fueron en gran parte responsables de la crisis financiera, se regodean en beneficios récord y enormes bonus. Al mismo tiempo, las cifras oficiales de desempleo continúan cercanas al 10%. La fabricación está en los mismos niveles que durante la Gran Depresión: uno de cada seis no tiene trabajo, y es poco probable que vuelvan los buenos empleos.

Es normal que la gente quiera respuestas, aunque no las obtenga y sólo se oigan las voces que cuentan cuentos con cierta coherencia interna (siempre que uno se vuelva un crédulo y participe en su mundo de irracionalidad y engaño).

Sin embargo, ridiculizar las maniobras del Tea Party es un grave error. Es mucho más adecuado llegar a comprender qué hay detrás del atractivo multitudinario del movimiento y preguntarnos por qué gente que tiene todo el derecho a sentirse enojada está siendo movilizada por la extrema derecha y no por el tipo de activismo constructivo que surgió durante la Gran Depresión (como el Congreso de Organizaciones Industriales, COI).

Los simpatizantes del Tea Party oyen que todas las instituciones (Gobierno, empresas y profesionales) están podridas, y que nada funciona.

Entre el desempleo y las ejecuciones hipotecarias, los demócratas no se pueden quejar de las políticas que condujeron al desastre. El presidente Ronald Reagan y sus sucesores republicanos pueden haber sido los mayores culpables, pero las políticas comenzaron con el presidente Jimmy Carter y se precipitaron con el presidente Bill Clinton. En los comicios presidenciales, donde primero buscó apoyo Barack Obama fue en las instituciones financieras, las cuales han logrado un dominio considerable de la economía durante la última generación.

Adam Smith, ese radical incorregible del siglo XVIII, observó, refiriéndose a Inglaterra, que los principales arquitectos del poder eran los propietarios de la sociedad (en sus tiempos, mercaderes y fabricantes), quienes se aseguraban de que las políticas gubernamentales servían fielmente a sus propios intereses, al margen de un posible impacto “perjudicial” para el pueblo de Inglaterra; y aún peor, para las víctimas de “la brutal injusticia de los europeos” en el extranjero.

Una versión más moderna y sofisticada de la máxima de Smith es la “teoría de la inversión en política” del economista político Thomas Ferguson, según la cual las elecciones son ocasiones en las que grupos de inversores se unen para controlar al Estado seleccionando a los arquitectos de las políticas que estarán al servicio de sus intereses.

La teoría de Ferguson ha demostrado ser una buena predicción política a largo plazo. No debería extrañarnos. Las concentraciones de poder económico buscarán de forma natural expandir su influencia sobre cualquier proceso político. En Estados Unidos ocurre que dicha dinámica es extrema.

No obstante, se podría decir que los pesos pesados corporativos cuentan con una defensa lícita ante cualquier denuncia de “avaricia” y desprecio por el bienestar de la sociedad. Su tarea consiste en maximizar los beneficios y la cuota de mercado. De hecho, es su obligación legal. Si no satisfacen ese mandato, serán reemplazados por otros que lo hagan. Al mismo tiempo, ignoran el riesgo sistémico: la posibilidad de que sus transacciones terminen dañando a la economía en general. Dichos “efectos externos” no les conciernen (y no porque sean mala gente, sino por cuestiones institucionales).

Cuando la burbuja explota, el agente económico que ha asumido el riesgo puede correr a refugiarse bajo el ala de papá Estado. Los rescates financieros (una especie de póliza de seguro gubernamental) se encuentran entre los muchos incentivos perversos que aumentan las ineficacias del mercado.

“Cada vez son más lo que reconocen que nuestro sistema financiero se mueve en un ciclo apocalíptico”, escribían los economistas Peter Boone y Simon Johnson en el Financial Times el pasado enero. “Siempre que fracasa, confiamos en que el dinero laxo y las políticas fiscales acudirán al rescate. Lo que esta respuesta enseña al sector financiero es: hagan grandes apuestas para que se les pague magníficamente y no se preocupen de los costes, que correrán a cargo del contribuyente” mediante rescates financieros y otros recursos. El sistema financiero “resucitará de esta forma para apostar de nuevo (y fracasar de nuevo)”.

La metáfora apocalíptica también se puede aplicar fuera del mundo financiero. El Instituto Americano del Petróleo, respaldado por la Cámara de Comercio y otros grupos de presión empresariales, ha redoblado sus esfuerzos por convencer al público de que no es necesario preocuparse por el calentamiento global antropogénico (con gran éxito, como reflejan las encuestas). Entre los candidatos republicanos al Congreso en las recientes elecciones, la negación del calentamiento global era casi generalizada.

Los ejecutivos que hay detrás de esta propaganda saben que el calentamiento global es una realidad, y que nuestras perspectivas son nefastas. Pero la suerte que corran las especies es un factor externo que los ejecutivos han de ignorar, en la medida en que el sistema de mercado prevalece. Y el público no podrá acudir al rescate cuando se materialice el peor de los casos.

Tengo justo la edad suficiente como para recordar aquellos escalofriantes y ominosos días de la caída de Alemania de la decencia a la barbarie nazi, por utilizar las palabras de Fritz Stern, el distinguido académico de Historia alemana. En un artículo de 2005, Stern decía que tiene en mente el futuro de Estados Unidos cuando revisa “un proceso histórico en el cual el resentimiento contra el mundo secular decepcionado se hizo eco en la fuga extasiada a la sinrazón”.

El mundo es demasiado complejo para que la historia se repita y, sin embargo, hay lecciones que se deben tener en cuenta ahora que vemos las consecuencias de otro ciclo electoral. No son pocas las tareas que aguardan a quienes quieren ofrecer una alternativa a la cólera errónea y la indignación, ayudando a organizar a innumerables personas insatisfechas y a liderar el camino hacia un futuro mejor.

El edén subvertido

Luis García Montero (Público)

Tema: México

Ramón López Velarde, el gran poeta mexicano de los recuerdos sosegados y las rimas intrépidas, llamó edén subvertido a su ciudad natal, Jerez, cuando la violencia de las tropas federales manchó la cal de las paredes con el mapa negro de la fusilería. “Mejor será no regresar al pueblo / al edén subvertido que se calla / en la mutilación de la metralla”, escribió en su poema “El retorno maléfico”. Una desolación parecida sienten hoy muchos mexicanos ante el espectáculo diario de la violencia relacionada con el narcotráfico.

Ni siquiera el poder de la costumbre o la terquedad anestésica de las noticias cotidianas pueden suavizar el pavor de la realidad. Desde el año 2006, desde que Felipe Calderón asumió la presidencia y declaró la guerra al narcotráfico, se han registrado más de 28.000 muertes. Es decir, las cifras oficiales contabilizan ya más víctimas que las provocadas por los conflictos bélicos de la Independencia o por la guerra contra los Estados Unidos. Se está produciendo, además, un verdadero asalto a la política, una agresión al poder público mexicano, a través de la ejecución de alcaldes y de las tramas corruptas que devoran la vigilancia institucional. ¿Se puede asumir tanta muerte, blanqueada después, como el dinero, en los vericuetos de la ingeniería económica?

Perdonen que recurra una vez más a la literatura, pero la gran tradición poética mexicana es para mí el símbolo de un país sólido, hermoso y moderno, que necesita resistir ante la fusilería del narcotráfico. En Los demonios y los días, uno de los libros más bellos de la poesía hispánica del siglo XX, Rubén Bonifaz Nuño escribió que sólo es verdadero aquello que hacemos para compartirlo con los otros. Y recordó al albañil que coloca una piedra, o al benemérito San Felipe que hizo florecer una higuera seca, o al soldado que muere por las cosas que sentimos justas. La diferencia es que el albañil deja una casa, San Felipe una higuera y el soldado sólo un hombre que se pudre. “Tiene que admitirse: no hay nada / que pueda explicar el asesinato”, concluye Bonifaz.

No hay nada que pueda justificar los 28.000 muertos de Felipe Calderón. Creo que se equivocan los que piden un ejército mejor armado para combatir las fuerzas del narcotráfico, porque sólo facilitaría el recrudecimiento de una guerra inútil y el peligro de una sociedad militarizada. Hay ya demasiados cadáveres como para no intentar la búsqueda de un camino distinto. ¿Por qué seguir con el cinismo internacional de la ilegalización de la droga? El narcotráfico no es un problema de límites mexicanos. Este país, que no está condenado a la violencia por ningún mandato divino, se encuentra en guerra consigo mismo porque es zona de paso entre los grandes productores de América del Sur y los consumidores del Norte. Como la Constitución de los Estados Unidos aplaude el derecho de cualquier ciudadano a armarse, se han abierto más de 6.000 armerías junto a la frontera mexicana. El 90% de las armas requisadas por la policía al narcotráfico son de origen norteamericano.

¿Por qué no se ilegalizan las armas en vez de la droga? El consumo es un problema privado que tiene que ver con la libertad y la salud de cada uno. El tráfico de sustancias ilegales es un problema de orden social que provoca delincuencia, muerte, productos adulterados, desarraigo social y corrupción. Se le otorga al dinero un poder que impide cualquier horizonte ético. Muchos mexicanos analizan las estadísticas y llegan a sospechar que los golpes policiales sólo sirven para favorecer los intereses de unas bandas frente a otras. Y hablando de ilegalizar, ¿por qué no se ilegaliza la pobreza? ¿Por qué no se impide que algunos tratados económicos arruinen los campos y dejen a los campesinos abandonados al dinero rápido de los narcotraficantes? Quien visite una cárcel, ya sea en México o en España, podrá comprender con rapidez que el problema no es la droga, sino la pobreza, la gran condena humana de siempre. Vivimos en un mundo que trafica con seres humanos.

Hay que tener la valentía de estudiar cómo debe legalizarse la droga. Sólo así se cumplirán los deseos de La suave patria de López Velarde: “Te dará, frente al hambre y al obús, / un higo San Felipe de Jesús”. Lo que Velarde le pedía a San Felipe, debemos exigirlo nosotros a una razón que parece no necesitar la droga para vivir y actuar de forma alucinada.

Capitalismo o democracia

Augusto Klappenbach (Público)

Tema: Política

Decía Clemenceau que la guerra era una cuestión demasiado importante para dejársela a los generales. Hoy podríamos decir lo mismo de la economía y los economistas, extendiendo ese consejo a los políticos, que suelen ejercer como economistas aunque lo ignoren todo sobre esa disciplina. De modo que me voy a permitir opinar sobre el sistema capitalista sin más títulos que el de vivir en él, y confesando de entrada mi total desconocimiento acerca de la ciencia económica (si es que tal cosa existe), ignorancia que comparto con miles de millones de personas. Incluyendo quizás a muchos economistas.

Si algo ha dejado en claro la crisis actual es la radical contradicción entre el capitalismo financiero y la democracia. Si esta última exige –entre otras cosas– que sean los representes políticos de las mayorías quienes tomen las decisiones acerca del gobierno de una nación, la situación actual demuestra que las medidas económicas escapan casi por completo a su voluntad. Las subidas y bajadas de la moneda, los ajustes en los impuestos, los recortes a los gastos sociales, dependen de poderes anónimos que imponen sus decisiones a los gobiernos sin que la voluntad popular pueda intervenir. Los mismos sectores que han causado la crisis y que han sido ayudados por los gobiernos para superarla imponen ahora sus recetas bajo la amenaza de retirar su confianza a los poderes públicos.

Cuando comenzó la crisis muchos pensamos, ingenuamente, que era una ocasión para poner en duda los dogmas de la economía neoliberal y que el resultado sería un mayor control democrático de los poderes económicos. Nos equivocamos. Hoy sabemos que el resultado es exactamente el opuesto: la crisis ha servido para desmantelar, al menos en parte, el relativo Estado del bienestar que teníamos en Europa y aumentar el poder de esos mercados anónimos que ocasionaron la crisis. No soy partidario de las teorías conspirativas, pero, vistas algunas de las últimas medidas tomadas en nuestro continente (disminución de gastos sociales, disminución de las ayudas al desarrollo, reformas laborales que anulan derechos adquiridos, etc.), hay que pensar que el resultado responde a las intenciones de quienes organizan la vida económica sin someterse a ningún control ajeno a sus intereses.

Y ello no sucede por una supuesta perversidad de nuestros dirigentes políticos y ni siquiera de aquellos que controlan los mercados, sino por exigencias del propio sistema. Sería contrario a la lógica interna del capitalismo financiero, cuyo único objetivo es conseguir el mayor beneficio posible para sus gestores, pedirle que oriente sus inversiones para satisfacer las necesidades reales de la población, incluso de aquellos sectores poco o nada productivos. Esa sería una obligación de nuestra devaluada democracia, pero nunca podrá ser un resultado de las leyes del mercado, cuyo principio fundacional es la competencia y la consiguiente supervivencia de los más fuertes, en una copia simplista de las leyes naturales de la evolución.

En los viejos tiempos del capitalismo industrial, y pese a sus injusticias, la economía estaba al menos orientada a la producción de bienes y el sector del trabajo podía jugar un papel que, aunque no fuera determinante, era capaz de ejercer alguna influencia en la vida económica. De hecho, el modesto Estado del bienestar que llegó a imponerse en muchas partes fue el resultado de esta presión que ejercieron los trabajadores. Pero hoy la posibilidad de esa presión ha disminuido. Sería absurdo pensar, por ejemplo, en una huelga contra los mercados financieros, entre otras razones porque el poder económico ha perdido su rostro: ya no existe un patrón al que pedir responsabilidades sino una anónima red de despachos, muchos de ellos establecidos en paraísos inmunes a cualquier control legal.

Desde mi absoluta ignorancia sobre economía y aceptando de antemano la acusación de ingenuidad, pregunto: ¿existe alguna razón –aparte de las que ya todos sabemos– por la cual no se pueda extender la democracia a la economía? ¿Por qué no puede gestionarse democráticamente al menos el sector financiero? Entiendo que un restaurante o una peluquería sean propiedad de sus dueños, pero ¿también deben estar en manos privadas los bancos, las empresas estratégicas o el mercado de divisas? ¿De dónde procede el dogma de que el sector privado es más eficiente que el público, como no sea de una concepción de la eficiencia como pura productividad?

De hecho, en la historia se han sucedido diversos sistemas productivos. ¿No habrá llegado el momento, aprovechando la crisis actual, de poner en cuestión el sistema capitalista en su conjunto y no sólo algunos aspectos de su gestión? ¿El fracaso del “socialismo real” implica que cualquier sistema que pretenda poner la vida económica en función de las necesidades de la sociedad está condenado de antemano al fracaso? ¿Habrá que suscribir la delirante tesis del “fin de la historia” y suponer que el capitalismo liberal constituye el estadio definitivo de la humanidad?

Estas preguntas conducen al peligroso terreno de la utopía. Porque la pregunta que sigue sería: ¿qué sistema alternativo se propone? Y ya sabemos que algunas respuestas pueden tener consecuencias más temibles que las preguntas. Pero creo que mientras no se ponga en cuestión el sistema actual en su conjunto, abriendo un debate que no se limite a discutir sobre técnicas de maquillaje y se acepte la necesidad de organizar de otra manera la vida económica, la mayoría de los seres humanos lo van a pasar muy mal.

Angélica Liddell: "Es normal estar en el mundo del teatro y detestarlo"

Jesús Ruiz Mantilla (El País)

Tema: Cultura

Voluntariamente aislada, Angélica Liddell es una rara avis del mundo del teatro. Pero sus espectáculos radicales, incisivos, incómodos, ganan adeptos en España y Europa.

Harta me tenéis con lo de nihilista…”. Quizá tenga razón Angélica Liddell (Figueres, Girona, 1966) y sea necesario huir de las etiquetas a la hora de definirla. Su teatro no es fácil. Nace de la indignación, de una fantasía bastarda pero devota de los mitos, los cuentos y una realidad opresiva, asfixiante. Es radical y frágil. Molesta y perversa. Un talento raro, una voz incómoda.

Empezó a tientas. Sabía que necesitaba sacar de dentro discursos duros. De niña leía compulsivamente en el cuartel donde se educó junto a su familia. Su padre, militar, no impidió esa necesidad y estudió arte dramático y psicología. Hoy es toda una outsider, inadaptada a conciencia, a veces impenetrable, dubitativa y juguetona. De lo único que no tiene dudas es de su equipo: el Real Madrid.

Del resto, vive en permanente conflicto con el ansioso empuje que le proporciona la paradoja creativa. Cita a Unamuno y Homero. Shakespeare y la Biblia son sus dos guías principales. Se indigna y se carcajea a partes iguales. Ha creado espectáculos de premio, como El año de Ricardo y Mi relación con la comida, otros como Y cómo no se pudrió… Blancanieves, Y los peces salieron a combatir contra los hombres o Perro muerto en tintorería.

Desde hace cuatro años vive trotando por el mundo con sus obras, representadas con éxito en España y por Europa. Entra y sale del espejo con una habilidad desconcertante. De algo le vale el mote. Su Liddell se lo debe a Alicia. Pero Angélica no vive en el país de las maravillas, sino en el reino oscuro de la desesperanza.

- Usted escribe todas sus obras, las interpreta, las dirige. ¿Qué nombre le damos a eso?

- Yo tengo una necesidad compulsiva de expresar mis sentimientos y utilizo todos los medios a mi alcance.

- ¿Por qué en el teatro?

- No sé por qué. Nunca se saben esas cosas. No sé si fue una elección, seguramente me sentía cómoda en un escenario. Escribía obras larguísimas con 13 años, dialogadas, espantosas, melodramas pesadísimos.

- ¿Melodramas? ¿Espantosos? ¿De qué iban? ¿Ya estaba obsesionada con Alicia? Su Liddell viene de ahí…

- Bueno, pero eso es porque me hubiera gustado que me escribieran un libro así.

- A falta de rapsodas así en su vida, usted se lo guisa y usted se lo come, ¿no?

- Desde muy pequeña escribía diarios. Mi relación con la palabra es muy temprana. Leía muchísimo, incluso libros para adultos, desde el Reader’s Digest hasta lo que encontrara. Era compulsiva. Yo procedo de una familia no muy culta y mi manera de rebelarme contra eso era leer.

- ¿Lo más subversivo que podía hacerse en un cuartel en pleno final del franquismo era leer?

- Quizá yo tuviera esa intuición. A los siete o a los 12 años no sabes qué es subversivo o revulsivo, seguramente había un instinto de rebelión que me empujaba hacia la lectura.

- Una infancia con siete años metida en el ‘Reader’s Digest’ es rarita. ¿Qué más leía?

- El libro que más recuerdo era el de la campaña de Napoleón en Egipto.

- ¿Bonito?

- Muy bonito. O la biografía de María Antonieta… Siempre me apasionó ese personaje al que le cortaban la cabeza. Biografías, cultura de lectura popular, lo que había en una casa…

- Hija única, además, ¿qué decía papá?

- Mi padre no responde al tópico de un militar. Cuando yo cumplí 10 años era suboficial y vivíamos en un cuartel de caballería. Para mí era normal. El otro día me encontré en una gasolinera con un escuadrón que llegaba en autobús y sentí hasta nostalgia.

- ¿Nostalgia? ¿De la infancia en el cuartel?

- Sí, para mí todo ese mundo era lo cotidiano, es al salir cuando te das cuenta de otras cosas.

- ¿Mucha disciplina?

- Normal. Tampoco en el colegio. Fui a uno de monjas, no eran demasiado severas. Era en Figueres, después seguí en Bétera.

- ¿Y aun así salió del Madrid? ¿No le digo a usted que resultó rara?

- No, hombre.

- ¿Desubicada?

- No tengo servidumbres respecto a cómo se debe ser. No voy a legitimar más mis colores. El otro día me regalaron una entrada por mi cumpleaños para ir al Bernabéu y fue muy bonito.

- También ha rondado usted mucho el Museo del Prado, donde se resguardaba de la lluvia mientras actuaba en la calle. ¿Con qué se queda, con el Bernabéu o el Prado?

- Con Cristiano Ronaldo.

- Volvamos al cuartel. ¿Cómo se recuerda de niña?

- Yo fui una niña solitaria. No me gustaba mucho la gente, y ahora, menos.

- ¿Ah sí?

- Sí, conforme me hago mayor me gusta menos. El niño crece.

- Tampoco cambiamos tanto sustancialmente. La infancia perdura.

- No soy muy diferente de como era de niña, pero no recurro a mi infancia para legitimarme como adulta. Hay muchas cosas que se me escapan. No sé y tampoco me pienso psicoanalizar para descubrirlas.

- Lo que muestra en su teatro, ¿de dónde sale? ¿De la rabia? ¿De la observación?

- El método de trabajo cambia. Cuando uno es joven intenta legitimar intelectualmente todo. Los procesos, las influencias, las citas. Te agarras a eso. Pero todo ha ido cambiando hacia una confusión organizada. Ahora dependo mucho más de los sentimientos.

- ¿Se está ablandando?

- No, los sentimientos son una cosa dura.

- Y frágil.

- Ésa es la gran contradicción.

- ¿Cómo se encuentra el equilibrio entre ambas cosas? ¿Qué se cuenta desde el sentimiento?

- La condición humana. Es imposible hablar de otra cosa que no sea del ser humano.

- Esa condición humana en la que usted no confía…

- Después de ciertas experiencias he llegado a una descon anza total. Me he fiado de gente equivocada. También he vivido un cierto desprendimiento con el compromiso de la idea de lo humano. Era algo que se imponía. He trabajado con la indignación frente a la injusticia, pero hay un momento en el que empiezas a desconfiar de lo que te rodea. Te aíslas. La gran consecuencia de la desconfianza es perder el vínculo con la idea colectiva. Unamuno hablaba de que somos carne y hueso en contraposición a la humanidad. No creía en los grandes compromisos. En ese proceso estoy. No en hacer compatibles intereses particulares con los universales. Hay un desgarro. Desconfías del hombre y crees que no puede existir nada, ningún orden capaz de controlar su mezquindad. Cuando te ocurre eso, como dice Houellebecq, vas de domicilio privado en domicilio privado.

- Así que sigue instalada en el nihilismo. ¿Carne de la nada?

- Es posible.

- Entonces, ¿para qué actuar? ¿Para qué decir?

- Ésa es la gran paradoja.

- Los artistas que como usted insisten en la mezquindad del ser humano ¿por qué nos deben producir más confianza que otros? ¿Cómo fiarnos de ustedes?

- No se fíe usted de mí, en absoluto.

- Me debo fiar. Si hemos quedado para una entrevista, me tengo que fiar. Pero ¿por qué? ¿Para qué dirigirse a to dos esos miembros de la condición humana que van a verla y según usted son miserables? ¿Qué quiere demostrar?

- Nada, no quiero dar lecciones. Lo haces porque necesitas exponerte. Es la misma contradicción que te lleva a otra inmersa en el arte: por más horrendo que sea lo que muestras, puede resultar muy hermoso. La creación existe a base de conflictos.

- Si no es un asco. Se basa en el conflicto: para construir y para destruir. ¿Usted construye o destruye?

- Eso es muy curioso. Construyo… Claro. Construyo. Si no, no hay estética. Es básico.

- ¿Pero sobre el nihilismo?

- No me lo explico. No lo sé. Me tenéis harta con el nihilismo. Pienso por lo que me indigna.El odio me hace reflexionar.

- ¿Qué odia?

- El mundo en general.

- ¡Vaya!

- ¿Para qué entrar en detalles?

- Algo amará. Con algo disfrutará de la vida.

- Gracias a que odio el mundo puedo disfrutar de lo bello. Gracias a eso. Y gracias a que ya puedo decidir qué me hace gozar o reconciliarme con la vida, ya que no con el mundo, con la vida. Eso me hace consciente de ese aislamiento que hablábamos. Cada vez me relaciono más con el mundo a través de lo que considero bello.

. ¿Qué es bello? Lo inexplicable, lo inefable, lo que te consuela… Tantas cosas. Pero son intransferibles.

- ¿Un gol de Cristiano? ¿Un exabrupto, una chulería de Mourinho?

- A mí me cae muy bien, es lo que nos hacía falta. Soy una gran defensora de Mourinho. Yo en mi casa veo partidos y películas.

- ¡Qué gran actor Mourinho!

- Claro, claro. Tiene que trabajar conmigo ya. Es excesivo. Me gusta la gente excesiva. Es fantástico. Suspendí ensayos en Aviñón para ver partidos del Mundial. El día de la final subí a saludar con mi camiseta roja. Depe queña hacía diarios con Naranjito y todo, con críticas a los porteros, al arbitraje.

- ¿En qué se parecen el fútbol y el teatro?

- No me he parado a pensarlo. No lo sé y ahora me da pereza… debería ponerme a escribir sobre eso, me sale mejor.

- Quizá Mourinho y el teatro le sugieran más.

- Es fantástico. No como Guardiola. No le soporto.

- ¿Por qué, mujer?

- Los que van de maestros no los aguanto, los que van de eso, paternalistas, humildes, sencillos, no puedo con ellos. Esa exaltación de los valores no me convence. Esa exaltación de la humildad me parece soberbia. Yo no me fío. Prefiero a Mou.

- Se lo regalo. Veo que usted es acérrima. Ultra.

- Bueno…

- ¿Qué aprendió en sus años callejeros?

- A colocar bien la voz.

- ¿Y a hipnotizar al público?

- La calle no ha influido nada en mis espectáculos. No tengo nostalgia de eso, ni de las salas alternativas. Al tiempo que trabajaba en el parque de atracciones hacía un espectáculo sobre la familia como lugar monstruoso con abusos a menores.

- La familia y Angélica Liddell son dos conceptos que no concuerdan, ¿o sí?

- No creo en ningún tipo de familia, ni de comunidad, ni colectivo. Creo en los equipos.

- ¿Pero no es más omenos lo mismo?

- No tiene nada que ver. La compenetración no es el amor obligatorio. El equipo no funciona así. Se generan relaciones humanas llenas de mezquindad, odio o bondad. Pero no es una familia, son otros vínculos; cuanto menos crees, mejor. Cuando los he creado, me he llevado una hostia, no quiero más vínculos, por eso confío en los equipos. Profesionales. No familias. Esto no es una opción, ni pensar así, ni ser así. No tengo opciones y trabajo con eso, con mis odios, enfangándome, como con barro. No tengo opción de cambiar mi naturaleza, así que cuando me hablan de nihilismo y esas cosas, me echo a reír. Porque no hay opción de nada. Tomas decisiones en la vida, y la mía es no crear vínculos.

- Pero si yo me alegro de que sea nihilista. Y claro que es una opción, como lo del equipo. No me enrede.

- Sí, sí, sí, claro.

- Como lo de detestar a la familia, no querer vínculos. Que sepa que es una opción.

- Ahora habrá que definir lo que significa esa palabra.

- Vale.

- Hay una incapacidad de todo el mundo en ponerse en el lugar del otro. Y esa incapacidad es la que nos impide sentir piedad. La mayor lacra que nos roe es eso, no tener piedad. Supongo que es natural y que cada uno lo ejerce a su manera, con desprecio, no sé.

- ¿Todo el mundo es incapaz de ponerse en el lugar del otro o solo los que usted ha conocido? ¿Con qué derecho habla usted de todo el mundo?

- Claro, con qué derecho. Si generalizáramos, apañados íbamos…

- Me resisto. Confío en las excepciones.

- Me las reservo para mí.

- ¿En qué anda ahora?

- Pues ahora me siento muy libre trabajando desde la confusión, me ha dejado de preocupar lo que debe ser el teatro o no.

- ¿A qué conclusión ha llegado sobre el teatro?

- A ninguna, es que no me interesa el teatro como debate. Me aburre y no me conduce a ninguna parte. No quiero entrar en él, a mí, con ir de mi casa a la sala de ensayos, me sirve. Y en ese triángulo me desenvuelvo y me siento bien.

- Por ejemplo, en esa discusión. ¿Para qué mostrar la violencia como la muestra usted?

- En el escenario nunca hay violencia, la violencia está en la cabeza del espectador. En la vida no tengo opción; en el escenario, sí. Elijo cierta estética.

- Pero usted ha llegado a cortarse la piel en escena.

- Eso pertenece a una tradición clásica. Por otra parte, aquello fue un acto de amor.

- ¿Sadomasoquista?

- No, en absoluto.

- ¿Un acto de amor a qué?

- Inconfesable. Hay cosas que solo cuento en mis piezas y no las vuelvo a comentar. Cosas de las que solo hablo cuando estoy en un escenario, cuando acabo no vuelvo a ellas.

- ¿Y de ‘El año de Ricardo’ puede hablar?

- Es otra cosa. A mí, Ricardo III me ha fascinado siempre. El texto lo escribí en el periodo de Las invasiones ilegítimas. Aquel año se hicieron muchos Ricardos III, creo que todos queríamos hablar del mal. Cómo nos afectaba aquel presidente que teníamos… Llevamos cinco años con él. Era mi manera de hablar de situaciones concretas, de las invasiones de pateras en el Estrecho, la España monstrua, insoportable, asfixiante, en la que era necesario gritar. Era una época en la que resultaba crucial mostrar indignación colectiva. Lo nuevo será mucho más individual, extremamente individual. Por eso necesito desvincularme de todo para abordar sin censuras ni buenismos, sin tópicos, de qué estamos hechos, de qué pobre material estamos hechos.

- ¿Y si en lugar de buscar esa cosa miserable de la condición humana encuentra algún ejemplo de grandeza?

- No lo excluyo. Pero hay mucha gente haciendo cosas. ¿Por qué tengo que ser yo? Ahora ya lo he hecho. En Los peces salieron a combatir contra los hombres, más grandeza y más fe en el ser humano no cabe. Lo hice con profundo amor.

- Había piedad, ¿le quedaba ese sentimiento entonces?

- Yo he pasado por un proceso, no es cuestión de que me quede o no. Necesito desvincularme.

- ¿Le gusta la soledad en el escenario?

- Me siento más a gusto, pero he encontrado a gente magnífica para acompañarme. Nunca me lo hubiera imaginado. Gente con la que me he compenetrado. Yo detestaba a los actores.

- ¿Por qué? ¿Prejuicios?

- No lo sé. Es compulsivo. Arrancaba los carteles de los otros en la Escuela de Arte Dramático.

- ¿Y para qué se mete en el mundo del teatro si no lo soporta?

- Pues porque yo vivo de contradicciones.

- ¿Quién no?

- Entonces no es tan extraño. Es normal. Estar en el mundo del teatro y detestarlo.

- Una vez dentro, puede serlo, pero desde fuera, querer, odiarlo y meterse es ‘friki’.

- Cuando tienes 18 años y te pones a estudiar… va sucediendo. Luego te relacionas en ese miedo y entre las alegrías y los dolores van venciendo estos últimos. Es muy común. Seguramente si fuera periodista detestaría ese mundo. Mejor. Hay veces en que las situaciones indeseables se vuelven muy creativas.

- Y al público ¿lo detesta?

- Tengo una relación conflictiva también con ellos.

- ¿Cómo es el público que acude a verla? No lo sé. Me gustaría que me amaran todos, que nadie se fuera, sentirme amada. Eso es lo que espero: que me amen.

- ¿Y va al teatro?

- No.

- ¿Cuánto hace?

- Es una cuestión de fobia. Intento no acudir a sitios que me provocan ansiedad.

- ¿Entonces no va por si lo que ve es mejor que lo suyo? Ja, ja, ja. No. Porque temo encontrarme a gente que no quiero ver.

- Haciendo amigos… ¿No la quieren en la profesión?

- No lo sé, no tengo ni idea.

- Si no va al teatro, ¿dónde aprende?

- Pues anda que no hay sitios donde aprender.

- ¿Por qué tendría entonces que ir yo a verla al teatro?

- No le digo a la gente que venga. Llegan y me resulta un misterio.

- ¿Qué buscan? ¿Qué les da? ¿Qué comparten?

- Que todos somos casi iguales, que a todos nos pertenece la tristeza, la alegría, el dolor.

- ¿De quién se siente más hija: de Shakespeare o de Fellini?

- De la Biblia.

- ¡Adiós! Ya salieron las monjas.

- La Biblia es un libro bellísimo. Su estructura, su fraseo, su tempo. Entre la Biblia y Homero, ahí estoy. Vámonos que yo ya estoy afónica, si tuviera función mañana…

- La niña del cuartel.

Angélica Liddell nació en Figueres en 1966 y vivió su infancia en el cuartel donde residía su familia. Estudió arte dramático y psicología. Pero no sabe bien cómo definirse: dramaturga, actriz, mujer de escena. Comenzó a hacerse ver y oír en los años ochenta. Desde entonces ha desmenuzado la violencia, el sexo, la soledad con visiones contundentes y nada complacientes que le han proporcionado premios y prestigio internacional.

Desde hace cuatro años vive de sus giras y sus espectáculos. Ha conseguido el Premio Valle-Inclán por El año de Ricardo, el de la SGAE por Mi relación con la comida y el de Innovación Casa de América, entre otros. Sus obras han sido reunidas en volúmenes como la Trilogía de la aflicción o Actos de resistencia contra la muerte.

¿Otra crisis del pan?

Nuria Tesón (El País)

Tema: Economía
Poco hay que los modernos egipcios no hayan heredado de sus ancestros, y el pan forma parte de su cultura y de su dieta desde tiempos faraónicos. Pero el pan al que los egipcios llaman aísh, que significa vida, es eso precisamente, la vida para muchos de ellos. En este país árabe de 80 millones de habitantes, más del 20% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, con menos de un dólar al día (el 40% lo hace con menos de dos dólares). Esto supone que el pan es para un elevado número de egipcios la base de una dieta en la que no abunda la carne, cuyo precio ronda hoy las 75 libras egipcias (10 euros) el kilo, mientras el sueldo de un catedrático es de 1.000 libras (133 euros) al mes.

Con el objetivo de paliar esta situación, Egipto compra una media de ocho millones de toneladas de trigo anualmente para producir pan subsidiado. Al menos de dos a tres millones los adquiere en el mercado nacional, mientras que entre cinco y seis millones más son importados del extranjero, según el Ministerio de Comercio e Industria egipcio. Por eso muchos ciudadanos se echaron a temblar cuando el pasado agosto Rusia, uno de los principales abastecedores de trigo de Egipto, el primer importador mundial de grano, anunció el aplazamiento de las exportaciones y el precio internacional del cereal se disparó de 170 a 350 dólares la tonelada.

Tal vez ninguna formación política logre que estalle una revolución en el país del Nilo que derroque al rais Hosni Mubarak, en su trono desde hace casi 30 años, pero una subida del pan subvencionado sí podría. A muchos se les ha pasado por la cabeza la crisis del pan de 2008.

Ese año, al menos 50 personas perdieron la vida en las aglomeraciones que se producían en las colas cuando las panaderías que venden pan subvencionado abrían sus puertas. El Gobierno se apresuró a incrementar los fondos para subvencionar el pan. El actual precio del aísh baladí (hogaza) es de cinco piastras (0,30 euros), pero su precio ha aumentado un 17,2% en el último año. Así que esta vez el Ministerio de Solidaridad Social ha anunciado una inyección de 3.000 millones de libras (unos 384 millones de euros) para poder mantenerlo.

Los egipcios, sin embargo, se revuelven. No ha llegado la sangre al Nilo, pero las protestas durante el pasado mes de septiembre se sucedieron contra los altos precios que ahogan a las familias. En 2008, la inflación superó en tres meses el 25%. Este mes de octubre, la inflación alcanzaba el 11,7%, y el precio de los tomates se disparaba de 2,5 libras el kilo (0,33 euros) a 15 (2 euros). Lo mismo ocurría con otros productos básicos. Un reciente informe del Ministerio de Desarrollo Económico refleja que en el último año los precios de la carne y aves de corral han aumentado un 28,6%; los de los productos lácteos, un 10,1%; los de la fruta, un 11,2%, y los del azúcar, un 12,1%.

El bolsillo y el estómago egipcio se resienten. No queda mucho que meter en la torta de pan.

La bahía más tóxica del Mediterráneo. Entre 1957 y 1990, una mina sepultó la rada murciana de Portmán con metales pesados

Rafael Méndez (El País)

Tema: Medio Ambiente

Retirar el 10% de los desechos costaría 120 millones y no hay presupuesto.
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Manuel se arrodilla sobre la arena negra y toma un poco en las manos. “Mire cómo brilla. Es el mineral que queda”. Y señala los destellos que emanan aquí y allá. Pasea por la playa de Portmán (La Unión, Murcia), lo que fue una majestuosa bahía, puerto natural usado desde la época de los romanos, es hoy el mayor vertedero de residuos mineros al aire libre de España. Los desechos de 33 años de la mina en la que Manuel trabajó como palista saturaron la rada (hasta 14 metros de profundidad) y arrasaron 12 kilómetros mar adentro. Es posiblemente el mayor desastre ambiental del Mediterráneo y, 20 años después de que cesaran los vertidos, la bahía sigue aterrada y sin solución a la vista.

Santiago Guillén, ingeniero técnico de minas jubilado delAyuntamiento de La Unión, sabe que cuesta entender cómo se ha llegado a esta situación. “En 1957 la empresa francesa Peñarroya pidió instalar aquí uno de los lavaderos de flotación más grandes del mundo”, cuenta en un céntrico café de La Unión, “ciudad minera y flamenca”. Las minas, de plata, oro, blenda, pirita..., habían sido explotadas desde los romanos. Pero lo de Peñarroya era otra cosa. “Un monstruo”, como define Santiago al lavadero, bautizado como Roberto.

Como las vetas eran malas, la empresa pasó a volar enormes cantidades de tierra y en el lavadero a tratarla con productos químicos para separar los minerales. Una ínfima parte era valiosa. El resto, la tierra mezclada con los reactivos y restos de plomo, zinc, cadmio, una especie de lodo parduzco, se vertía a la bahía. “Tiraban 40.000 toneladas al día al Mediterráneo”, se escandaliza Santiago.

Casi cada mes había que mover “el chorro”, como llamaban al tubo por el que salía el vertido mar adentro, pues ya se había comido el mar. Los pescadores, los únicos que se quejaron, fueron compensados con 25.000 pesetas y un punto de amarre en Cabo de Palos, unos kilómetros al este.

El Ayuntamiento de La Unión empezó un contencioso contra el vertido, pero contra el permiso franquista no tuvo nada que hacer. El Supremo falló que “el interés nacional” de la explotación de la mina, de la que salían el 20% de la plata de la Península y el 70% del plomo, era superior al del Ayuntamiento a proteger su bahía. Así, uno de los mayores atentados ecológicos del Mediterráneo siguió a la vista de todos hasta 1990. El alcalde de La Unión, el popular Francisco Bernabé, define el lavadero como “el Auschwitz del medio ambiente”. El Ayuntamiento está en un bello edificio modernista, herencia de la rica ciudad que fue La Unión.

Luis Martínez, ex presidente del comité de empresa de Peñarroya y mecánico en la explotación durante 25 años, pide comprensión: “En aquel momento no se veía la gravedad. La mina daba 400 empleos y nadie se quejaba. Era de la banca Rothschild, ganaron fortunas y nadie les pidió cuentas”. Martínez, que entró en la mina en 1965, no encuentra explicación a que la situación no haya cambiado en dos décadas: “Que se haya arreglado el Prestige y el vertido de Aznalcóllar y esto siga igual... Se cerraron los chorros sin pensar en las consecuencias”, afirma sobre la desprotección en la que quedaron los trabajadores y las vanas promesas de recolocación.

En 1989, cuando Greenpeace ya se había encadenado a los chorros, Peñarroya vendió la sierra entera, seis millones de metros cuadrados, a un precio ínfimo: una peseta el metro cuadrado. Martínez explica la operación: “España estaba ya en la Comunidad Europea. Ellos vieron que tendrían problemas con el principio de quien contamina paga; así que vendieron”. Compró Portmán Golf, de un promotor de la zona, que esperaba construir algún día allí. El temor de Peñarroya eran injustificado: en 1993 la justicia les absolvió de delito ecológico porque el vertido se había realizado con permiso.

La minería sin control ambiental es riqueza unos años y una carga durante generaciones. Así ocurrió en Aznalcóllar y en el vertido de Hungría. Pedro Baños, profesor de la Universidad de Murcia y autor de un libro sobre Portmán, dice que los materiales pesados en la arena “son relativamente inertes” y que no es un riesgo que la gente del pueblo se bañe allí.

La Administración ha presentado tres planes de recuperación de Portmán. Uno con Cristina Narbona como secretaria de Estado de Medio Ambiente, otro con el Gobierno de Aznar y un tercero con Narbona de ministra. El último proyecto, presupuestado en 120 millones, trataba de retirar un 10% de los 58 millones de toneladas de residuos —que ocupan 35 millones de metros cúbicos, como 35 veces el Bernabéu, por seis millones que se vertieron en Aznalcóllar—. Su objetivo es recuperar la lámina de agua en mitad de la bahía (solo en apariencia, no en profundidad). Fue anunciado en 2006 y sigue en tramitación.

El plan está pendiente de declaración de impacto ambiental, de que la Universidad de Murcia concluya un estudio pionero sobre cómo retirar metales pesados mediante calizas y de que la Comunidad de Murcia y el Ministerio de Fomento renuncien al puerto de contenedores de El Gorguel, a solo 700 metros. Francisca Baraza, jefa de la demarcación de Costas de Murcia, de Medio Ambiente, admite que ambos proyectos son incompatibles: “No tiene sentido gastar 120 millones si al lado va a haber un macropuerto”. Quedan muchos flecos, como que el dueño del terreno ponga dinero o compense con suelo al Gobierno. Portman Golf no ha querido hablar para este reportaje.

Mientras, la bahía romana de Portus Magnus es un chiste de mal gusto. En el antiguo club náutico, los puntos de amarre dan a tierra firme. Una placa en la pared reza: “Éste es el club más modesto de todo el gran litoral, que espera ese presupuesto para que el mar pueda entrar”.
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