viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Adónde fueron las flores? El documental Barcelona era una fiesta (Underground 1970-1983) y varios libros revisan la contracultura de los años 70

Luis Racionero (La Vanguardia)

Tema: Historia

El documental de Morrosko Vila-San-Juan sobre la Barcelona Underground de los años setenta que abrió el festival In-Edit y varios libros de Pepe Ribas, Julià Guillamón o David Castillo, recuerdan la década en que “Barcelona era una fiesta” cuya resaca fue la movida madrileña. Como mi estancia en Berkely entre 1968 y 1970 me proyectó al centro del ciclón hippy y del subidón psicodélico me parece pertinente preguntar, como muchos se preguntan hoy, ¿qué quedó de todo aquello? Para contestar, primero hay que tener claro que fue aquel movimiento. Theodor Roszack en su libro El nacimiento de una contracultura (Kairós) lo explica como revolución cultural, es decir, de valores y estilos de vida. Inspirados por la música de los Beatles o Dylan, por los poetas beat, por la filosofía oriental y las sustancias psicodélicas los jóvenes propusieron estructuras sociales nuevas en el trabajo, la familia, la educación, el arte, la vivienda, la medicina o la alimentación. Que ese movimiento coincidiera con las revueltas estudiantiles contra el reclutamiento para Vietnam no significa que fuera causado por ellos. Como dice Roszack, la causa de los hippies está en los poetas románticos, los pensadores anarquistas y las experiencias psicodélicas.

Cuando volví de Berkeley disfrazado de hippie, con un montón de libros desconocidos aquí, y por tanto inquietantes o inoportunos, como Life against Death (Norman Brown), Beyond Reductionism de (Arthur Koestler), The Way of Zen (Alan W. Watts), o el mencionado El nacimiento de la contracultura, no encajaba ni en las capillitas que integraban la cultura catalana ni podía ser bien visto por la inteligencia cultural española empeñada en combatir el franquismo con el marxismo. Esta futilidad de la alternancia entre Franco y los comunistas, o entre la burguesía y el marxismo, era precisamente lo que yo había descubierto con alborozo en Berkeley, e intentaba comunicar en Barcelona. Allí se decía más: que la similitud represiva entre Franco y los marxistas tenía sus raíces en el monopolio de la razón como método de conocimiento.

Por eso teoricé el contenido de la revolución hippy en mi libro Filosofías del underground (Anagrama). Allí explicaba los contenidos intelectuales de la contracultura: el individualismo, las filosofías orientales y las psicodélicas. En las primeras: Blake, Byron, Hesse y los anarquistas. En las segundas: zen, yoga, taoísmo, sufismo y tantra. En las terceras: el viaje de LSD, el chamanismo, la inmaculada percepción, racionalismo y poder, la mente como energía. No sé si alguien más por aquí lo teorizó con esa amplitud y de primera mano.

Luego fundé Ajoblanco con Pepe Ribas y publiqué muchas de estas ideas. Con Carlos Ferrater imaginamos y diseñamos la Instant City en Ibiza, cuyo manifiesto me valió una invitación al congreso de diseño de Aspen 1971.

Mi generación que es la del 68 se distinguió de la anterior de los 50 por el rechazo del marxismo: Freudy Nietzsche nos interesaban más que Marx y Engels. Ellos eran etílicos y nosotros psicodélicos. Los del cincuenta se dedicaban al alcohol y nosotros al LSD. A químicas distintas, visiones del mundo diversas. La generación del 68 fue la primera en reivindicar la liberación de la mujer, la diferencia sexual, el poder gay y la igualdad racial. Last but not least introdujimos la ecología en la política. Yo mismo la dí a conocer en España –y perdonen la inmodestia, pero a cada cual lo suyo, y la ecología no la introdujeron los comunistas, que ahora la tienen secuestrada, sino los hippies. Hay un número monográfico de La Revista de Occidente de febrero de 1975, montado por mí, donde traduje cinco artículos seminales para dar a conocer las raíces filosóficas del movimiento ecologista: “La economía de la aeronave espacial Tierra”, de Kenneth Boulding, “Las raíces históricas de nuestra crisis ecológica” de Lynn White, “La plenitud de la vida por el ocio” de John Collier, “La ecología y el hombre”, de Paul Shepard y la poesía como supervivencia ecológica” de Gary Snyder.

¿Qué queda de aquella fiesta? 1. La ecología como partido político y movimiento de masas concienciadas de la solidaridad biológica. 2. La liberación de la mujer, los gays y las minorías raciales. 3. Los conciertos de rock, be-ins como Canet, y el hedonismo relajado de la actual generación. 4. La filosofía oriental que ha dado pie al movimiento new age de autoayuda, crecimiento interior y meditación. 5. Las sustancias enteógenas o psicodélicas buenas que esperan su legalización para expandir la mente a estados de conciencia de tipo místico y contemplativo.

Todo eso junto supone una revolución cultural que se inició, se paró y pasó a hibernar en una semilla de la que puede salir la siguiente evolución seria de la sociedad posindustrial. Los comunistas acabaron en el Gulag, los nacionalistas en Auschwitz, los científicos están contra las cuerdas (string theory). Sólo el capitalismo liberal con el estado de bienestar dan al mundo un modelo de progreso. Más allá, espera la revolución cultural que anunciaron los hippies de los 60 y 70 en Canarias.

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