lunes, 24 de enero de 2011

La inútil pretensión de imponer la imparcialidad televisiva

Tom Burns Marañón (Expansión)

Tema: Medios de comunicación

¿Qué es lo que le pasa a la gente, que cuando se instala en un suntuoso despacho en el Palacio de la Moncloa pierde la brújula del sentido común? Me lo pregunto por una sorprendente iniciativa que ha apadrinado Ramón Jáuregui, el ministro de la Presidencia. Desde que le traté bastante en otra época, siempre le he estimado por ser un político honesto y humanista que, por llevar mucho esfuerzo personal en su mochila, dispone de argumentos juiciosos e independientes como pocos de su casta. Esto lo mostró sobradamente como fino columnista en estas mismas páginas, antes de llegar al Gobierno hace ahora tres meses en la crisis que tan hábilmente supo aprovechar Alfredo Pérez Rubalcaba. Cuento esto en su descargo para enmarcar el disgusto queme produjo el anuncio por parte de Jáuregui de la próxima creación de un Consejo Estatal de Medios Audiovisuales.

La ocurrencia de Jáuregui me parece la prueba fehaciente de que en este tiempo de improvisaciones y de pensamiento desordenado que caracteriza el zapaterismo, el complejo presidencial altera nocivamente el criterio de hasta los mejores de la pandilla. En este caso, y en tiempo récord, el entorno monclovita le ha hecho asumir a Jáuregui un proyecto descerebrado que casa mal con su trayectoria de hombre cabal con los pies pegados a la tierra y la mente puesta en la realidad de las cosas. El hecho es que un Consejo Estatal de Medios Audiovisuales, además de ser una regresiva herramienta totalitaria de la más pura ingeniera social y todas esas horripilantes cosas, es impracticable.

- Imparcialidad.

Lo primero lo entiende cualquiera que crea en la libertad. Lo segundo, aunque me encanta subrayar la impracticabilidad del desdichado proyecto, no lo digo yo. Es lo que dice el director general de la BBC, Mark Thompson, que se ha pasado toda la vida trabajando en esa entidad que pasa por ser el paradigma del buen hacer audiovisual y, desde hace seis años, es su mandamás. Cuando Jáuregui dice que hay que poner freno a medios que crean “falsos valores” y “crispan la convivencia”, Thompson afirma que las reglas sobre la imparcialidad que imperan en el negociado televisivo británico han de ser relajadas.

Las reglas en Reino Unido las establece un organismo que se llama Ofcom, que está predominantemente en manos de profesionales apolíticos de los medios y atiende a las protestas del público. Tiene capacidad sancionadora, pero, de hecho, interviene en muy contadas ocasiones y su última actuación ha sido la de multar con 30.000 libras a un canal islámico por emitir un reportaje sobre Jerusalén en el que sólo intervenían palestinos. El canal, que es británico, apeló contra la multa diciendo que su reportaje pretendía “equilibrar” la cobertura pro-israelí de los principales canales televisivos del país. Esto mismo lo dijo, más o menos, el creador de Fox News en 1996 cuando explicó que lanzaba la cadena de noticias conservadora como contrapeso al sesgo izquierdista de los informativos estadounidenses.

Fox News, convertido en la gran plataforma mediática de Sara Palin y los conservadores del movimiento Tea Party, tiene ya una gran influencia en Norteamérica. Al igual que el Islamic Channel de Reino Unido, ni es, ni pretende ser, imparcial. Sin embargo a nadie serio en Estados Unidos se le ocurre ponerle freno, imponiendo multas, a Fox News. Fue esto, en cierta manera, lo que enmarcó las reflexiones sobre “relajar” las reglas de imparcialidad que compartió Thompson con los altos cargos de la admirada BBC justo antes de final de año. Lo que vino a decir, con mucha sensatez, fue: ¿por qué se pueden dar opiniones parciales, sesgadas, interesadas o lo que uno quiera en la letra impresa y en el periódico digital y el blog de turno y no en un programa de televisión?

Se puede discutir todo lo que se quiera sobre opinión e información audiovisual y sobre la imparcialidad y la visión subjetiva. De hecho, a los periodistas les encanta hablar de ello interminablemente, sabiendo que nunca se pondrán de acuerdo. Sin embargo, esto no pasa de ser un juego teórico ante la realidad tecnológica que permite un amplio abanico de canales para todos los gustos. Lo realmente interesante de la aportación al debate del director general de la BBC fue su reflexión sobre la convergencia entre la pantalla del ordenador y la de la televisión. No dudo que Jáuregui sepa que se pueden descargar los contenidos de cada vez más compañías audiovisuales. ¿Cómo se le ocurre poner puertas al campo? Será por tener despacho en La Moncloa.

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