domingo, 28 de noviembre de 2010

Blindados del Ejército para aplastar la revuelta de los ‘narcos’ brasileños. Una ola de ataques indiscriminados siembra el caos en Río de Janeiro

Luis Tejero (El Mundo)

Tema: Brasil

No es una novedad que los poderosos narcotraficantes que gobiernan las favelas de Río de Janeiro se líen a quemar neumáticos, coches o autobuses. Sí es nuevo que las dos grandes facciones criminales de la segunda urbe brasileña –hasta ahora enemigas a muerte– decidan aliarse para sembrar el caos en las calles. Y extraordinaria ha sido también la respuesta del Ejecutivo, que ha enviado a seis vehículos militares a la favela Vila Cruzeiro.

El objetivo de la tropa de élite de la Policía Militar –reforzada con blindados de la Marina y equipamiento bélico, gafas de visión nocturna incluidas– es aplastar la revuelta sin contemplaciones. «Esta guerra no la empezamos nosotros. Fuimos provocados a entrar en ella y vamos a salir victoriosos», advirtió el coronel Lima da Castro.

Según las autoridades, la participación de la Armada en las operaciones será solamente logística. Los blindados del modelo M113 están equipados con armamento de guerra y son conducidos por militares, pero las operaciones serán realizadas por agentes de la Policía.

Todo para detener una especie de guerra de guerrillas que desde el domingo se ha llevado por delante más de medio centenar de vehículos y ha desatado una contundente reacción oficial con el resultado de al menos 30 víctimas mortales, entre ellas varios inocentes cuyo único pecado era vivir en las barriadas de la Cidade Maravilhosa. Pero no sólo está amenazada la reputación de Río, sino la de todo un país que se ha comprometido a albergar con garantías de seguridad el Mundial de fútbol del año 2014.

Protestan los narcos cariocas porque el Ejecutivo regional que lidera Sérgio Cabral, aliado de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, lleva dos años desterrándoles del sur de Río –barrios de clase media como Copacabana, Ipanema o Botafogo– y recientemente también de la zona oeste. Numerosas comunidades humildes que ocuparon durante décadas se encuentran ahora bajo la protección de las Unidades de Policía Pacificadora, con las consecuentes pérdidas económicas para quienes dirigen el negocio de la droga.

Pero los bandidos, como se conocen en Brasil, han dicho «basta». Se niegan a seguir exiliándose hacia el norte y a pelear por cada metro cuadrado de las colinas donde recomponen sus cuarteles. Porque en esos montes ya habitan otros narcos que se resisten a dejar espacio a los expulsados del sur y del oeste. Y la mezcla acostumbra a ser, literalmente, explosiva.

Ante este panorama, las bandas se han puesto de acuerdo para rebelarse contra la policía atacando de forma simultánea diversos puntos de la región metropolitana de Río, que abarca una población de más de 11 millones de personas. Ayer, por quinto día consecutivo, ardieron vehículos de toda clase: turismos, autobuses, motos y hasta un camión de transporte. En algún caso, con consecuencias que pudieron ser fatales para sus pasajeros, como los siete que atravesaban una avenida de la zona norte de la ciudad cuando fueron abordados por un grupo de vándalos.

«Los bandidos no nos dejaban salir y tuvimos que saltar por la ventana. Si el autobús hubiera estado lleno, habría ocurrido una tragedia», relató Luiz Mendes a O Globo.

En respuesta a la ola de ataques indiscriminados, los 17.500 agentes que se encuentran en estado de alerta prosiguieron con sus incursiones en una treintena de favelas para dar caza a los responsables de la violencia urbana e incautarse de parte del arsenal que guardan bajo llave los jefes de la droga, desde pistolas, fusiles y escopetas hasta granadas y bombas caseras.

Los bandidos ya habían sembrado el caos el año pasado, dos semanas después de que Río se impusiera a Madrid como sede olímpica de 2016. Entonces los narcos incluso derribaron un helicóptero de la Policía con seis agentes a bordo.

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