miércoles, 17 de noviembre de 2010

¿A qué huelen los sueños?

Llucia Ramis (El Mundo)

Tema: Elecciones

Allí donde los demás ven basura, Joan Herrera encuentra una oportunidad para aprovechar hasta el más mínimo recurso. Y si el tripartito no puede reciclarse, tal vez él logre sacar algo del vertedero que han construido los demás mediante una clasificación depurada. El Centro de Tratamiento de Residuos del Vallés Occidental –un mastodonte ubicado en un monte arbolado de Vacarisses– apesta como la política; con la diferencia (o no) de que lo hace por motivos de saneamiento y para salvar el mundo.

Se inauguró en septiembre, los camiones empezaron a llegar la semana pasada y cargan con toneladas diarias de inmundicia. Iniciamos una visita guiada por las instalaciones de la vergüenza de nuestros actos y sus futuras posibilidades: las latas están empacadas, el papel también, ahí acaban los OBNI (objeto basuril no identificado) y, gracias a estas máquinas, todo tendrá alguna utilidad algún día. El mensaje perfumado está claro: para evitar un futuro apocalíptico como el de Wall-E, batallón de limpieza, es necesario remover mierda.

Lo que no acaba de entenderse es por qué el candidato de Iniciativa organiza la rueda de prensa en medio de una rotonda con el frío que hace, mientras pasan los tráileres cuyos tubos de escape sueltan humo, rugen sus motores y pitan al hacer marcha atrás. Lleva la misma ropa que ayer, los mismos pantalones marrones, el jersey azul, la camisa blanca. Una de dos: o utiliza un sistema básico de ahorro o no ha dormido en casa.

Una recogida selectiva facilitaría las cosas. Lo que, en su representación electoral, equivaldría a saber a quién votar. Para ello Herrera debe educar y convencer, tarea harto complicada para un líder que lleva leche de soja en las venas. Juega con ventaja: quienes castiguen al PSC echarán su voto en el contenedor de IC-EUiA, con una esperanza tan verde como el discurso idealista del partido: «Conseguiremos una sociedad justa, solidaria y sostenible», promesa tan bonita que resulta difícil de creer. Sobre todo al resto de partidos.

Alguien le habrá comentado al Flanders catalán que sin bronca no se provoca (véase Mourinho). Por eso suelta alguna que otra maldad, como: «Rajoy es la versión gore de lo que Zapatero es en versión simpática». Se refiere a la misma cochambre que habla de Cataluña pensando en 2012. Sobre el secretario general del PSOE: «Su palabra va a misa; a la misa de los agnósticos y los ateos, porque nunca la cumple». Qué miedo. Cuando le formulan una pregunta acerca de un planteamiento racista de Duran Lleida, amenaza: «Tengo que serenarme antes de contestar». Tensión. Por fin resuelve con el tono de un maestro de parvulario: «No es verdad que la mayoría de nacimientos sean de madres inmigradas y no es sólo catalán quien nace en Cataluña, sino todo aquél que vive y trabaja aquí y quiere ser catalán», recuperando la célebre frase de Pujol.

Probablemente Herrera sea de los que más saquen de estas elecciones, aunque sea exprimiendo el desperdicio de los demás. Parte de su mérito radica en que no ha sido chaquetero. Su utopía es ingenua, pero ahí está. Todo correcto. Incluso demasiado. Eso sí, si no va a cambiar, por lo menos que se cambie.

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