viernes, 31 de diciembre de 2010

Moscú alarma a sus vecinos con la compra a París de barcos de guerra. Los países bálticos y Georgia temen nuevas ventas de otros socios de la OTAN

Gonzalo Aragonés (La Vanguardia)

Tema: Rusia
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El ministro de Defensa de Rusia, Anatoli Serdiukov, ha recibido un esperado regalo de Año Nuevo. La compra a Francia de dos barcos de combate de la clase Mistral se encuadra dentro de la ambiciosa reforma de las fuerzas armadas para lograr en quince años un ejército profesional reducido y dinámico. Pero la operación, confirmada el día de Nochebuena, ha levantado resquemores entre los vecinos rusos y Estados Unidos, que temen un aumento de la influencia de Moscú.

Además, el acuerdo entre Rusia y Francia supone la primera operación de este calado que completan los rusos con un país miembro de la OTAN. Los gobiernos de las repúblicas bálticas, conquistadas por Stalin en la Segunda Guerra Mundial e independizadas sólo tras la desintegración de la URSS, temen que se trate de un peligroso primer paso. “Esto establece un precedente”, ha dicho la ministra de Defensa de Lituania, Rasa Jukneviciene. Según ella, el acuerdo puede incluir tecnología militar clave. Para el Gobierno de Vilna, la operación “es un error”, ya que otros socios de la OTAN podrían seguir el ejemplo.

La guerra entre Rusia y Georgia de agosto del 2008 volvió a despertar los temores de las antiguas repúblicas soviéticas hacia Moscú. Las declaraciones del jefe militar de la flota rusa, el almirante Vladímir Visotski, no han ayudado a despejar esas dudas. “Todo lo que hicimos en el espacio de 26 horas, este barco lo puede hacer en 40 minutos”, dijo refiriéndose a los cinco días que duró el conflicto.

El Mistral francés es un barco anfibio de asalto polivalente de 23.000 toneladas y 299 metros, capaz de transportar 16 helicópteros, cuatro carros anfibios y una fuerza de hasta 750 soldados. Está equipado con una unidad hospitalaria de 69 camas, y puede embarcar todo un Estado Mayor. Cada unidad cuesta unos 500 millones de euros.

Es precisamente su capacidad anfibia la que ha alarmado a Georgia, una república ex soviética del Cáucaso que comparte con Rusia las aguas del mar Negro. “Esperamos que Rusia utilice los barcos de acuerdo a las leyes internacionales y como un mecanismo de autodefensa”, ha dicho Ninó Kalandadze, viceministra de Exteriores georgiana.

La operación de compraventa saltó a la prensa el año pasado. Según informaciones de prensa, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, dio el visto bueno a la venta de una nave el pasado febrero. Pero Rusia pidió tres más. Moscú también consideró los astilleros españoles y holandeses por si fallaba la apuesta francesa.

Antes del verano, el acuerdo ya estaba perfilado. Sin embargo, no se concretó hasta la visita del primer ministro francés, François Fillon, a Moscú a principios de diciembre. Finalmente, se construirán dos barcos de la clase Mistral para la flota rusa en los astilleros franceses de Saint Nazaire, en el Atlántico, con la posibilidad de ampliar el pacto y construir otras dos unidades en San Petersburgo. Para ello, se ha formado un consorcio entre las industrias francesas DCNS y STX y los astilleros navales rusos OSK.

En Washington no se ve con buenos ojos este avance de Rusia en materia militar, lo que puede suponer su reposicionamiento a mejor en la escena geopolítica.

Uno de los cables de Wikileaks muestra la preocupación estadounidense al respecto. En febrero del 2010, el secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates, puso el asunto sobre la mesa en una reunión con Sarkozy y el entonces ministro de Defensa francés, Hervé Morin. Según el informe del embajador norteamericano en París, Gates calificó la venta del Mistral de “inapropiada”.

Otro cable, enviado desde Varsovia el año pasado, da fe de que el ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, se quejaba a la diplomacia estadounidense de la planeada venta de los anfibios Mistral a Rusia.

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