viernes, 31 de diciembre de 2010

Cafelito pensionable

Alfredo Abián (La Vanguardia)

Tema: Pensiones

El Gobierno tiene arrebatos cómicos. Su titular de Industria, Miguel Sebastián, minimizó ayer el aumento de casi el 10% en el recibo eléctrico a partir del 1 de enero: “El precio de un café”, dijo. Alabemos el fino sentido del humor de un ministro cuyo apellido lleva el cáliz del santo asaeteado con flechas, salvo que el madrileño consuma el café más caro del mundo, dicen que elaborado con grano cultivado en heces de mamíferos asiáticos. Hay otro humorista de actualidad que atiende por pacto de Toledo. Toma nombre de un acuerdo parlamentario adoptado en esta ciudad castellana, quince años ha, para preservar el futuro del sistema de pensiones. No debió de ser casual el lugar elegido, cuna medieval del mejor acero y espadas, capaces de cortar sushi de roble o de sarraceno con cualquier Tizona manufacturada. La crisis ha reactivado la temible fragua toledana. No está en juego un café, sino también la copa, el puro, el asado previo y el retiro, como decían nuestros mayores. Un retiro que fue carnaza para los pobres al inicio de la revolución industrial. Hace más de un siglo se les dijo a los obreros que seguirían cobrando un sueldo cuando dejaran de trabajar. Acceder a las primigenias jubilaciones, nacidas en la Alemania de Bismarck, coincidía curiosamente con la esperanza de vida de la época. Dicho de otra manera, buena parte de los potenciales pensionistas morían antes de serlo porque no llegaban a la edad fijada para recibir la dádiva. Así fue hasta anteayer. En España, por ejemplo, la edad de jubilación a los 65 años se estableció hace más de cuarenta, cuando la expectativa de vida no superaba los 70. El generoso sistema fue programado desde sus inicios para que muy pocos disfrutaran de él. Y, por lo que parece, hay que volver a los orígenes y, encima, con un café menos. Pornográfico.

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