miércoles, 10 de noviembre de 2010

Autoconfesión

Casimiro García-Abadillo (El Mundo)

Tema: Corrupción

González en estado puro. La entrevista publicada por El País el domingo muestra con nitidez que el ex presidente del Gobierno entre 1982 y 1996 no sólo no se arrepiente de los crímenes de Estado que se cometieron durante su mandato, sino que los justifica e incluso reivindica el buen hacer de sus autores.

El mensaje de esa larga autoconfesión es tremendo para el Estado de Derecho, porque la recreación que hace González de la realidad implica que las sentencias judiciales por las que fueron condenados Barrionuevo, Vera y el general Rodríguez Galindo, a pesar de haber sido ratificadas por el Supremo, el Constitucional y alguna de ellas hasta por el Tribunal de Estrasburgo, son injustas y supusieron el encarcelamiento de inocentes.

Para entender esa autoconfesión hay que analizar una cuestión previa: ¿qué entiende González por políticas de Estado?

Algunas perlas ilustran su particular y maquiavélica visión:

«En las luchas de poder las relaciones son subterráneas: las cuatro quintas partes, como en el iceberg, no se ven....».

«Respecto al secuestro de Marey... Es que todavía hoy no se puede contar eso...».

«Otra discusión absurda, cómo se manejan los fondos reservados... Eso son las tripas del Estado ».

Y concluyó con la más terrible de todas, la que da pie al título de la entrevista:

«Tuve una sola oportunidad en mi vida de dar una orden para liquidar a toda la cúpula de ETA... Llegó hasta mí una información que tenía que llegar hasta mí por las implicaciones que tenía... En aquel momento solo cabía la posibilidad de volarlos a todos juntos en la casa en la que se iban a reunir... No te estoy planteando que yo nunca lo haría por razones morales. No, no es verdad».

Dije maquiavélico en el sentido de que, para González, el fin, la razón de Estado, justifica los medios. No hay un dilema moral, ni siquiera para el asesinato. La decisión sobre la orden de volar a los etarras es de tipo práctico, de eficacia.

Según sus palabras, hay cosas de la guerra sucia contra ETA que sólo él sabe y que todavía no conviene contar. La regulación de los fondos reservados le da risa. Su distinción entre lo legal y lo ilegal siempre está en función de un interés superior.

Por ello, a González le da igual que Barrionuevo y Vera hayan sido condenados por el secuestro de Segundo Marey (primer proceso de los GAL), o que los tribunales determinaran que la orden de detener y asesinar a Lasa y Zabala partiera de Rodríguez Galindo. O que hayan dictaminado en tres ocasiones que Vera malversó fondos públicos: para pagar un secuestro; para pagar el silencio de dos policías, y, en fin, para comprarse una finca y un chalé. Eso no importa, eran servidores públicos que actuaron por el bien del Estado.

¿Qué pretende González con este striptease político y moral? Desde luego, no lo hace para vender libros. La palabra Europa (Mi idea de Europa, se titula su último texto) apenas sí aparece en la entrevista.

No. La intención de González es rehabilitar a una generación marcada por aquellos años de oprobio. Preparar el terreno para uno de los suyos (Rubalcaba), en la convicción de que Zapatero no llegará a 2012.

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