martes, 16 de noviembre de 2010

Una cosa y su contraria

Julio Anguita (El Economista)

Tema: Economía

La decisión de la Reserva Federal de inyectar al sistema financiero 600.000 millones de dólares para comprar a los bancos tenedores de activos financieros bonos del Tesoro, créditos inmobiliarios y obligaciones de empresa ha originado algún que otro comentario benevolente, pero de manera mayoritaria ha despertado críticas y recelos.

Esta operación, denominada en el argot financiero quantitative easing, no conlleva necesariamente la impresión de billetes; simplemente se pone en marcha con un apunte contable que permite hacer dinero de la nada. Los autores de la decisión esperan que con ella los antiguos propietarios de los activos vean crecer su liquidez y puedan seguir prestando un dinero bastante deletéreo.

La actuación de Ben Bernanke ha sido criticada duramente por Sarkozy y comparada con la actitud del Gobierno de China de mantener devaluada su moneda por otros métodos. En 2008, ya la pusieron en marcha algunos gobiernos de la Unión Europea, aunque con otros fines ligados a apagar el incendio creado por la banca.

Todos los gobiernos que se han manifestado remiten a la cumbre del G20 celebrada en Seúl la clarificación de las posiciones y la toma de decisiones ante esta declarada guerra de monedas, que no es otra cosa que una contienda comercial agravada por la crisis.

No parece que la reestructuración o mini-ajuste de poder efectuado en el Fondo Monetario Internacional sirva por ahora como ámbito de coordinación y/o arbitraje mundial. Y es que el problema reside en que nadie se atreve a plantear la nueva situación producida por el hecho de que la globalización capitalista ha llegado a su limes geográfico, al fin físico y financiero del territorio a colonizar.

Por eso, ninguna de las cumbres anteriores ha producido otra realidad que los ríos de tinta impresa o los hiperbólicos titulares audiovisuales.

Por una parte, quieren llegar a un necesario Bretton Woods actualizado, y por otra, se aferran a sus políticas nacionales. Esa contradicción interna nos sigue arruinando.

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