domingo, 7 de noviembre de 2010

Benedicto XVI, bienvenido a Catalunya

José Montilla (La Vanguardia)

Tema: Religión

Hoy, Benedicto XVI llega a Catalunya para consagrar el templo de la Sagrada Familia. Este acontecimiento me suscita sentimientos y reflexiones sobre el valor de la presencia del Papa que quisiera compartir. Su visita nos honra. Quiero transmitirle mi más sincera bienvenida y aliento a que los catalanes le acojamos cariñosamente. Aprecio el gesto de Benedicto XVI con Catalunya por lo que su figura representa y porque su visita tiene un valor espiritual para muchas personas. Para mí es una excelente ocasión para mostrarle aquello que nos identifica como pueblo, nuestra cultura y nuestros valores. Un momento propicio para hablar de nuestras raíces, de cómo la Iglesia católica ha contribuido a componer la personalidad de la sociedad catalana. También, para hablar de las bases éticas de la política y la forma de aportar esperanza a quienes están abatidos por las dificultades del presente.

Benedicto XVI llega a Catalunya. Nación que tiene una cultura, una lengua propia y una clara voluntad de autogobierno, que son la expresión máxima de nuestra singularidad. Somos y hemos sido tierra amable, de acogida e integración. Nuestra sociedad es el resultado de la suma de aportaciones de numerosas personas nacidas aquí o en otros lugares. El anhelo mayoritario de los catalanes y las catalanas es que Catalunya sea un país económicamente próspero, comprometido con la paz y socialmente justo.

La sociedad catalana es de principios sólidos. Tenemos una clara voluntad de distinguirnos por ser dialogantes y respetuosos; valoramos especialmente la cultura del trabajo y el esfuerzo. Buscamos entendernos por encima de nuestras diferencias. Nuestro pueblo ha sabido asumir riesgos con visión de futuro. Antoni Gaudí es buena muestra de ello. En su hacer descubrimos valores que hoy resultan vitales para convivir. La solidaridad, el esfuerzo, la perseverancia, el sentimiento de pertenencia, el sacrificio y la austeridad son valores cívicos modernos y de gran alcance para los retos actuales. Personalmente, siento que tenemos que seguir afirmando y educando en esta dirección ante el riesgo de su progresivo olvido o relativización.

La nación catalana no puede entenderse sin la aportación histórica del catolicismo. A lo largo del tiempo, los valores cristianos han contribuido, entre otros, a humanizar nuestra sociedad. En otro orden de cosas, la Iglesia católica catalana ha sido una institución comprometida con nuestra singular identidad. Por ejemplo, en los años difíciles del franquismo, la liturgia cristiana catalana fue un lugar de salvaguarda de nuestra lengua. Y es en catalán como muchas personas han aprendido a expresar sus creencias religiosas. También nos sentimos orgullosos de haber aportado a la Iglesia notables católicos universales, la mayoría de los cuales han construido sus creaciones teológicas, literarias, artísticas o musicales en catalán.

Quiero compartir unas reflexiones sobre el momento actual. Las sociedades occidentales están inmersas en una grave crisis económica. Muchas personas viven con desasosiego este momento. Nos enfrentamos a grandes cambios sociales que no pueden abordarse sólo con medidas políticas. El progreso económico de la sociedad debe respetar unos principios éticos básicos. Detrás de la crisis hay una crisis de valores. En la encíclica Caritas in veritate, Benedicto XVI señala que detrás de la actual crisis económica existen unos comportamientos que impiden construir “una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación”. Personalmente comparto este juicio.

Las soluciones políticas o técnicas pueden resolver parte de los problemas de hoy, pero existen en el corazón de las personas preguntas que reclaman respuestas audaces orientadas a aportar esperanza. En este momento sería una irresponsabilidad renunciar a las aportaciones que las religiones pueden hacer para recuperar el sentido moral de la convivencia.

Tenemos que proteger los valores que nos identifican como civilización: la justicia y la fraternidad y la lucha contra las desigualdades agravadas por la actual crisis económica.

Somos una sociedad plural. Creemos y defendemos la dignidad de las personas y educamos en el respeto como base de nuestra cohesión social. Sabemos quiénes somos y de dónde venimos, y deseamos caminar hacia un futuro mejor. Pero para construir el futuro tenemos que unir ideales, valores y principios para avanzar en la humanización de la sociedad. En el encuentro de la Comunidad de San Egidio celebrado recientemente en Barcelona manifesté que los gobernantes debemos “crear las condiciones para la solidaridad y la comprensión entre la gran familia humana”.

A la largo de mi vida he conocido el vigor de la fe cristiana a partir de la vida de muchas personas católicas. Por eso sé que en la construcción del bien común los gobernantes no estamos solos. Existen varias minorías creativas portadoras de gérmenes de futuro. Cada una de ellas aporta palabras de verdad. Ninguna agota absolutamente la verdad, pero juntas edifican la sabiduría humana, siempre abierta a la espiritualidad para encontrar respuestas a sus interrogantes más profundos.

Una parte de los ciudadanos de Catalunya son creyentes y muchos de ellos se sienten identificados con los valores cristianos. Los católicos deben intervenir en la construcción de la convivencia aportando los valores que germinan de sus creencias. Comparto la opinión de los obispos catalanes de que los católicos “deben contribuir al discernimiento de algunos valores que están en juego estos momentos”. Participamos de las mismas preocupaciones y tenemos esperanzas compartidas. Para mí, la razón de ser de la política es también responder a la pregunta que Dios hizo a Caín, ¿dónde está tu hermano? Personalmente, me siento interpelado por esta cuestión. La política debe partir de un compromiso ético ante las injusticias que afectan al prójimo.

Mañana, cuando Benedicto XVI vuelva a Roma, deseo que lleve en su corazón un grato recuerdo de Catalunya. Espero que el Papa durante este tiempo haya tenido la oportunidad de captar nuestra realidad nacional, el vigor de nuestra sociedad y que Catalunya respeta la Iglesia católica y valora el compromiso cívico de los católicos. Debemos seguir abriendo vías de colaboración con la Iglesia católica para ser una sociedad justa. Deseamos ser pacificadores entre quienes odian y aportar confianza a quienes han perdido la esperanza. Muchas gracias, Santo Padre, por su visita a Catalunya.

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