domingo, 7 de noviembre de 2010

El refundado Gobierno recibe a Benedicto XVI con bandera blanca. El Ejecutivo pidió a Roma que el Papa viajara a Santiago además de a Barcelona

Enric Juliana (La Vanguardia)

Tema: Religión

Zapatero II recibe a Benedicto XVI con bandera blanca (señal de alto el fuego, de tregua y voluntad de pacto, antes que de rendición). El Gobierno recién refundado no quiere –de momento– más tiranteces con Roma. Mensajes de franca cordialidad, presencia ministerial en los oficios religiosos de Barcelona y Santiago de Compostela, y prudente congelación del anteproyecto de ley de Libertad Religiosa, que, entre otras novedades, significaría la eliminación del crucifijo en todas las dependencias públicas y en los actos oficiales en los que aún pervive. Máxima amabilidad del vicepresidente plenipotenciario Alfredo Pérez Rubalcaba, ayer tras el Consejo de Ministros. Lejos quedan las frialdades de julio del 2006, cuando el papa Benedicto XVI efectuó su primera visita a España (Valencia, V Encuentro Mundial de las Familias).

Zapatero II ha querido retener, sin embargo, algún rasgo de Zapatero I: el presidente no quiere ir a misa, ni siquiera en la Sagrada Familia, renovado aliciente de la debilitada marca España. El presidente desea mantener vivo el frame laicista (frame: ventana, marco mental, herramienta clave de la política contemporánea, según el neurolingüista norteamericano George Lakoff, autor de cabecera del PSOE posmoderno), pero trabaja desde hace meses en favor de un apaciguamiento de las relaciones con la Iglesia católica, especialmente con el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. Detrás de todo marco mental siempre hay política de la de antes: cálculo, interés, previsión y sentido de la realidad.

A los hechos. En plena campaña de apaciguamiento, el Gobierno pidió hace seis meses al Vaticano que el segundo viaje de Benedicto XVI a España no tuviese como único destino una Catalunya en avanzado estado de gestación electoral. La ex vicepresidenta primera María Teresa Fernández de la Vega, hasta hace unas semanas encargada de la relación con la Santa Sede y con la Conferencia Episcopal Española, efectuó gestiones para que el Papa también viajase a Santiago de Compostela, con motivo del año santo jacobeo. La vicepresidenta reforzaba así una reiterada petición del arzobispo de Santiago, Julián Barrio, a su vez secundado por el embajador de España ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, ex alcalde socialista de La Coruña.

El formato inicial del viaje era Barcelona. El cardenal Lluís Martínez Sistach estaba a punto de culminar una gestión tan paciente como silenciosa en los pasillos vaticanos para que Benedicto XVI presidiese la dedicación al culto de la Sagrada Familia, cuya nave central debía estar concluida en otoño del 2010. Martínez Sistach, buen conocedor de la curia romana y del celo con que el cardenal Rouco Varela está preparando la presencia del Papa en la Jornada Mundial de la Juventud (agosto 2011), sabía cuán delicado era ubicar el viaje papal a Barcelona en el calendario de Madrid. Sistach se movió con extrema prudencia y halló importantes aliados en Roma. A saber: el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de la Santa Sede; el cardenal Antonio Cañizares, actual prefecto de la Congregación para el Culto Divino (dicasterio vaticano que se encarga de la reglamentación de los sacramentos y de la liturgia), y el arzobispo Gianfranco Ravasi (elevado a cardenal el próximo 20 de noviembre), presidente del Pontificio Consejo para la Cultura.

Bertone, número dos del Vaticano, presta una gran atención a España. Le preocupa la política laicista del PSOE – por ello procura que no pase un año sin viaje vaticano a España–; ha impulsado la gradual corrección de algunas derivas de Rouco Varela (la condescendencia con el extremismo de la emisora católica Cope, por ejemplo), y concede mucha importancia a la colaboración con la diplomacia española en Cuba. Roma no quiere que una futura Cuba democrática caiga en manos de las sectas evangélicas financiadas desde Estados Unidos, razón por la cual está trabajando para tutelar la lenta licuación del castrismo. Bertone, en definitiva, ha corregido algún enfoque óptico de la complejidad española. ¿Un cardenal federal? No escribamos tonterías. Un cardenal bien informado.

El secretario de Estado conoce Catalunya a través de Montserrat, monasterio benedictino con el que mantiene un amistoso vinculo desde sus tiempos de arzobispo de Génova. Su amistad con los monjes de Montserrat – particularmente con el abad Josep Maria Soler– ha aportado al Vaticano nuevos enfoques. Un importante refuerzo para Sistach. “El Pontífice ve a España como una unidad en su diversidad”, declara Giovanni Maria Vian, director de L'Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede, en una entrevista que publicará mañana La Vanguardia en su suplemento especial sobre la visita del Papa. Vian, periodista y profesor de Patrística en La Sapienza de Roma, es un estrecho colaborador de Bertone. Conoce la complejidad española. Habla perfectamente el castellano y entiende el catalán, lengua que también comprende el actual portavoz de la Santa Sede, el jesuita Federico Lombardi.

El cardenal Cañizares posiblemente no se halle en la misma longitud de onda en lo que se refiere a las diversidades hispánicas, pero fue el prelado español que con más energía combatió la radicalización de la Cope, cuyo tono insultante consideraba del todo inadmisible. El cardenal Rouco no era de la misma opinión: la Cope era su más preciado alfil en el tablero político. Desde entonces, ambos representan puntos de referencia distintos en el catolicismo español. Cañizares apoyó las gestiones de Martínez Sistach en favor del viaje papal a Barcelona.

Ravasi fue el tercer aliado. El ministro de cultura vaticano, figura ascendente en Roma según diversos observadores, acababa de organizar con éxito un encuentro del Papa con 200 intelectuales de todo el mundo bajo los frescos de la Capilla Sixtina. Cuando el cardenal Sistach le mostró la nave central de la Sagrada Familia, no tardó ni un minuto en entender cuál podía ser el mensaje del Papa en la consagración del templo: fe y cultura. Otra Capilla Sixtina. Así se fraguó el viaje de Benedicto XVI a Barcelona.

La demanda de Santiago de Compostela estaba encima de la mesa, pero la avanzada edad de Joseph Ratzinger no aportaba argumentos en favor de un viaje a dos ciudades españolas en sólo 48 horas. En febrero de este año, aparecían las primeras informaciones oficiosas del viaje a Barcelona. Varias piezas se movieron entonces, al unísono, en favor de Santiago. Con gran agilidad, el arzobispo Barrio, secundado por el embajador Vázquez, consiguió que el Papa recibiese al presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, el 3 de marzo. Al cabo de tres días, el Vaticano anunciaba oficialmente el viaje a Santiago y Barcelona. Desde Madrid, el cardenal Rouco hacía saber que, consultado por Roma, había dado su “consentimiento”.

Así acabó de fraguarse el viaje de Benedicto XVI a la periferia hispánica y así se entiende mejor la generosa liturgia en lengua catalana mañana en el templo de la Sagrada Familia. Así se tejió la bandera blanca que ahora empuña el plenipotenciario Rubalcaba. Y así se pueden medio comprenderse algunos malhumores madrileños (el último número de Alfa y Omega, revista semanal del arzobispado de Madrid, ningunea de manera evidente el viaje papal a Barcelona.)

- Seis personajes clave.

Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona. Suya fue la iniciativa del viaje de Benedicto XVI a Barcelona. Con prudencia y silencio, tejió complicidades en Roma para evitar el veto del cardenal Antonio María Rouco Varela, absolutamente concentrado en el viaje del Papa a Madrid (agosto 2011.)

Tarcisio Bertone, secretario de Estado vaticano. El número dos del Vaticano ha sido decisivo en la gestación del viaje; para contener mejor el laicismo del Gobierno socialista; para perfilar nuevas geometrías entre Roma y España, y para reforzar el catolicismo en una Catalunya muy secularizada.

Antonio Cañizares., prefecto para el Culto Divino. El antiguo arzobispo de Toledo fue el prelado español que con más energía se opuso a la radicalización de la Cope. No quiso ser un subordinado de Rouco Varela. Desde su puesto en la curia influye en la definición de la política vaticana respecto a España.

Gianfranco Ravasi, 'ministro' de cultura vaticano. El presidente del Pontificio Consejo para la Cultura –nuevo cardenal el próximo 20 de noviembre– quedó impresionado al visitar las obras de la Sagrada Familia, invitado por Sistach. Su apoyo al viaje del Papa puede considerarse decisivo.

Josep Maria Soler, abad de Montserrat. Montserrat ha contribuido a ensanchar las vías de comunicación entre la Santa Sede y la realidad social, política y cultural de Catalunya. El cardenal Bertone mantiene desde hace años una sólida amistad con la comunidad benedictina de Montserrat.

Giovanni Maria Vian, dir. de 'L'Osservatore Romano'. El actual director de L'Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede, es un buen conocedor de España y Catalunya. Estrecho colaborador del cardenal Bertone, ha contribuido a la redefinición de la visión de la Santa Sede sobre la “díscola” Catalunya.

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