sábado, 13 de noviembre de 2010

“Nuestra vida va a cambiar”. Un proyecto del Gobierno español lleva agua potable a Ayo Ayo, una humilde aldea del altiplano boliviano

Sergio Heredia (La Vanguardia)

Tema: Bolivia
Aupado a una loma, Octavio Quispe, vecino de Ayo Ayo, contempla su aldea. Una iglesia colonial entre un centenar de construcciones de adobe y barro. Un desierto pelado entre cuyos arbustos pastorean ovejas y llamas. El sol deseca los cultivos y asfixia a los vecinos, agricultores que se protegen bajo los sombreros mientras aran. Y al fondo, una estructura blanca clava los dientes en los terruños, en busca del agua.

–Ahí tenemos el progreso –dice Quispe.

Le creemos: aquí, en Ayo Ayo, el agua es el maná.

Hasta hace dos meses, las gentes de este lugar del altiplano andino, a 4.100 metros de altitud y a 81 kilómetros de La Paz, hurgaban en la tierra y no había manera: no hallaban agua potable.“Antes, los vecinos debíamos recorrer kilómetros hasta manantiales. Y como a menudo el agua venía contaminada, enfermábamos. Con este nuevo depósito, nuestra vida va a cambiar”. Habla Braulio Choque, recién nombrado alcalde del municipio, un cincuentón chaparro y tostado por una vida en los campos de patatas.

Hoy es su gran día: la aldea aplaude la llegada del progreso y Trinidad Jiménez, ministra de Asuntos Exteriores española, también recién nombrada, ha venido a visitarle. La visita tenía un motivo: la inauguración del depósito. Así se redondea esta historia.

La Agencia Española de Ayuda Internacional al Desarrollo (Aecid) está tras el proyecto, gestionado por la oenegé Adra. Han hecho falta un año y 72.000 euros para construir el depósito, capaz de almacenar 50.000 litros de agua, distribuida a través de 14.000 metros de tuberías.

El recorrido ha sido largo. Durante el proceso, técnicos de Adra han instruido a los vecinos en la gestión de este bien. Ayo Ayo ya cuenta con un consejo local del agua. “Las 300 familias de la aldea han determinado sus necesidades. Quien quiere más agua paga más. De media, seis pesos bolivianos, unos 60 céntimos mensuales”, dice Juan Arronis, técnico de Adra.

Es también un gran día para la ministra. Las lugareñas le han lanzado confeti, le han colgado una corona de rosas y le han ofrecido papas y cordero; la abrazan y la besan. “Igual que cuando salía a la calle, en campaña, y entraba en contacto con la gente”, dice ella.

Arronis sonríe: “Los vecinos debían irse lejos a por el agua, y encima enfermaban porque no era potable. Sufrían diarreas, lo pasaban mal. Ahora tienen agua en casa. Es una bendición”. Una bendición, y un inicio. El proyecto es más amplio. La Aecid invertirá 11 millones de euros en dos planes (hasta el 2014) para abastecerá 23 áreas rurales de Bolivia y Perú, con 32.000 habitantes.

Mientras, los 900 vecinos de Ayo Ayo aplauden a la ministra: ya están más cerca del siglo XXI. Al marcharse, Jiménez aún lleva confeti en el pelo. El alcalde ofrece otra reflexión: pretende alcantarillar la aldea. “Quién sabe, quizás así vuelvan los jóvenes que buscaron el progreso en La Paz”.

Entre bastidores, Severo Sánchez eleva la vista y reza al cielo. Este anciano nos habla de sus tres hijos, todos ellos en Madrid. “Sé que volverán a verme en diciembre. Tal vez entonces ya no nos separemos más”.

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