jueves, 18 de noviembre de 2010

El arte perecedero

Joan-Pere Viladecans (La Vanguardia)

Tema: Cultura

¿Cuántas posibles obras habrán quedado inéditas, abortadas, ocultas a la posteridad, perdidas en la mente de los creadores? Obras que, por falta de tiempo, por dificultad en su realización o por simple desidia o aburrimiento del artista, nunca llegaron a materializarse ni anotarse. Jean Sibelius resolvía sinfonías enteras en la cabeza, y luego le parecía un sinsentido tener que transcribirlas al papel, una vez pasada la excitación íntima del acto, digamos, creativo. Peter Handke alude a la inspiración como un estado febril que después desaparece. Hay algo de enternecedor y un mucho de atractivo en las ideas que, se supone o ciertamente se sabe, nunca serán vistas, leídas o escuchadas. No sería arriesgado afirmar que, en los temas creativos lo más interesante, o supuestamente interesante, ocurre en la sombra “On ne sait rien de la veritable histoire des homes” (Céline). Ni del origen de sus creaciones, ni del arranque de la obra de arte, ni del detonante de una idea intuida o pensada. Leonardo escribía que le era de grandísima utilidad, hallándose en la cama a oscuras, el ir reparando y considerando con la imaginación los contornos de las formas que debería estudiar. ¿Se concretaron y materializaron todas ellas? ¿Sólo algunas? Probablemente no, o muy pocas. Quedan anotaciones.

El artista muchas veces se da por satisfecho con el placer puro e inmaterial de idear e imaginar sin tener que verse obligado a concretar lo que ronda por su cerebro. Es ese goce inaprensible de la creación: “El poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica” (Lorca citando a Goethe).

Algo parecido ocurre con la creación que se sabe temporal, perecedera; efímera. Toda aquella que se crea y realiza a sabiendas de que tendrá una corta duración. De ahí surgen toda una poética y unas prácticas de lo efímero: parte del arte conceptual, el póvera, land art, body art, los happenings, la performance… Joan Miró dibujaba en la arena de la playa y las olas iban diluyendo sus trazos, transformándolos, hasta hacerlos desaparecer. Y en el año 1969 realizó, con motivo de la exposición Miró, otro, unos murales en la fachada acristalada del Col•legi d'Arquitectes, que él mismo destruyó. Dalí en el Park Güell pintó en el suelo un enorme lienzo fugaz en homenajea Gaudí. El cineasta Georges Henri Clouzot filmó un largometraje titulado Le mystère Picasso en el que el pintor, mostrando su proceso creativo, pintaba sin cesar ante un soporte transparente, superponiendo una obra a otra por lo que, en el encadenado, todas iban desapareciendo. El grafitero Banksy sabe que sus intervenciones y sus saltos tarde o temprano desaparecerán a manos de los servicios de limpieza. Igual que los ambiciosos y legendarios embalajes paisajísticos de Christo, o las acciones del anónimo grafifotógrafo J.R. O los poéticos instantes de las pompas de jabón de Pep Bou. Cuestionando la durabilidad y la inalterabilidad de la obra de arte, muchos artistas contemporáneos han convertido el propio proceso y las diversas etapas de creación en elemento esencial de sus prácticas, reivindicando a su vez el pensamiento que toda obra conlleva ¿Es el arte perecedero una alternativa? ¿Un ismo más?

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