domingo, 14 de noviembre de 2010

Suu Kyi acaricia la libertad. La junta de Birmania firma el decreto que absuelve a la Nobel de la Paz

Isidre Ambrós (La Vanguardia)

Tema: Birmania

Golpe de efecto de los generales birmanos. Un día antes de lo previsto, la Junta Militar que gobierna el país del Sudeste Asiático firmó ayer la orden de puesta en libertad de Aung San Suu Kyi, que ha pasado 15 años detenida, en periodos distintos, desde 1989 y cuya última pena de dieciocho meses de arresto domiciliario termina hoy sábado. Esta iniciativa y la falta de resultados definitivos de las elecciones legislativas celebradas el pasado domingo abren un periodo de incertidumbre sobre el futuro de Birmania.

La noticia se extendió ayer como un reguero de pólvora por Rangún. Primero trascendió que el plan para la liberación de San Suu Kyi estaba en marcha, aunque se desconocía cuándo se produciría. Poco tiempo después llegó la noticia de que las autoridades habían firmado la orden de puesta en libertad de la premio Nobel de la Paz en 1991. La excitación y la confusión se apoderaron inmediatamente de las calles de la antigua capital birmana.

Nadie sabía, a ciencia cierta, cómo y cuándo se produciría la puesta en libertad, pero lo único seguro es que la Dama, como se la conoce en Birmania –ya que no se la puede nombrar, bajo peligro de incurrir en delito– podrá pisar las calles de Rangún redimida. Fuentes de la Liga Nacional por la Democracia (LND), actualmente en la clandestinidad, apuntaban que San Suu Kyi será trasladada a la antigua sede del partido cuando sea liberada.

A medida que la noticia se fue difundiendo, decenas, primero, y centenares de birmanos después se empezaron a concentrar ante la sede de la LND para expresar su apoyo a la histórica disidente y líder de este partido. La gente vestía camisetas impresas con el lema: “We stand with aung san suu kyi” (estamos con Aung San Suu Kyi) y enarbolaba pancartas con su foto, según la edición digital de la publicación birmana The Irrawaddy, que se edita en la vecina Tailandia.

La agitación era palpable en el centro de Rangún e iba en aumento a medida que pasaban las horas, según apuntaban fuentes locales. Por una parte, los militantes de la LND llevaban a cabo los preparativos para celebrar el acontecimiento. Por otra, la policía reforzaba los dos controles de seguridad en la avenida de la Universidad, donde se encuentra el domicilio de Suu Kyi, junto a la embajada de Estados Unidos. Y, además, las fuerzas antidisturbios se iban desplegando a lo largo de la zona, con el objetivo de controlar la situación y reprimir cualquier posible manifestación.

Mientras tanto, más de un centenar de miembros de la LND y simpatizantes de la Dama donaron sangre ayer en un hospital de Rangún, como acto testimonial de apoyo a Suu Kyi. “Donamos sangre de nuestro propio cuerpo como muestra de respeto ante la posible liberación de nuestra líder”, declaró un joven militante de la LND a los medios de comunicación locales.

Pero el desconocimiento del momento en que se produciría la liberación de esta carismática figura de la política birmana, de 65 años de edad, dificultaba los preparativos. Sus partidarios no tenían claro si la liberación llevará aparejada restricciones para que no pueda desarrollar actividades políticas en el país, según señalaba la edición digital del periódico tailandés The Bangkok Post.

Uno de sus abogados, Nyan Win, no descartó que Aung San Suu Kyi vuelva a ser arrestada con el pretexto de haber violado alguna ley, según las mismas fuentes.

La liberación de la premio Nobel de la Paz llega en unos momentos de gran incertidumbre política en Birmania. Se produce cinco días después de la celebración de las primeras elecciones legislativas en veinte años. Unos comicios que han sido fuertemente criticados por la comunidad internacional, que los considera amañados, y que sólo ha encontrado la comprensión de China, el gran aliado, junto con India, del régimen de los generales birmanos.

Precisamente, algunos analistas apuntaban ayer que los militares birmanos habrían optado por poner en libertad a Suu Kyi con el objetivo de desviar la atención política y diluir la atención sobre los resultados de estas elecciones, cuyos resultados aun no se conocen. Ni siquiera la tasa de participación, que fuentes de la oposición sitúan en torno al sesenta por ciento, si bien en las grandes ciudades sería de alrededor del treinta por ciento. Unos porcentajes que se explican por el fuerte rechazo de la población a participar en esta convocatoria electoral.

Miembros del poderoso y pro gubernamental Partido del Desarrollo y la Solidaridad de la Unión (USDP), del primer ministro Thein Sein, se han atribuido ya la victoria y señalan que han logrado más del ochenta por ciento de los escaños en juego. Se han asegurado ya 187 escaños en la cámara de Representantes, por 32 la oposición, de un total de 326 que estaban en juego, según la televisión estatal birmana.

A pesar de estos apabullantes resultados para el principal partido de los militares, reconvertidos en civiles, la elevada tasa de abstención y ahora la liberación de Suu Kyi, que evidentemente intentará proseguir con su actividad política, abren un periodo de incertidumbre política sobre el futuro de Birmania.

- El rostro de la resistencia.

1945.- Aung San Suu Kyi nace en Rangún, hija del general Aung San, héroe de la independencia, asesinado en 1947.

1972.- Se casa con un profesor británico, a quien conoce mientras estudia en Oxford.

1988.- Regresa a su país coincidiendo con las movilizaciones contra la junta. Funda la Liga Nacional para la Democracia (LND).

1989.- Primera detención.

1990.- La junta no reconoce la victoria aplastante de la LND en las primeras elecciones en casi 30 años.

1991.- Recibe el Nobel de la Paz.

1995.- Liberada.

1999.- Rechaza viajar a Londres al funeral de su marido por temor a que no la dejen volver.

2003.- Sale con vida de un atentado contra el convoy de la LND en el que viaja. Poco después, es detenida de nuevo.

2009.- La junta extiende su arresto después de que un estadounidense se salte el bloqueo y entre en su casa.

2010.- Llama a la abstención en las elecciones.

- Primer encuentro con su hijo en diez años.

En un gesto hasta ahora inusual, las autoridades de Birmania han concedido el visado de entrada en el país a Kim Aris, el hijo menor de la líder opositora Aung San Suu Kyi, para que viaje a Rangún. Allí esperará a que su madre sea puesta en libertad, según publicaba ayer The Irrawaddy, la principal publicación de la disidencia democrática, que se edita en Tailandia. El visado para poder viajar a Birmania fue aprobado por la embajada de este país del Sudeste Asiático en Bangkok. Ha sido la primera vez en diez años que la solicitud de Kim Aris ha sido aceptada. Hasta ahora todas las peticiones similares que se habían realizado en los últimos años habían sido rechazadas. Esta será, pues la primera ocasión en que madre e hijo se reencontraran en una década. Aunque los generales le tendieron un puente de plata para el exilio, Suu Kyi prefirió sacrificar a su familia y su libertad en aras de la democracia y optó por quedarse en Birmania. Esta decisión le acarreó a San Suu Kyi, entre otras penalidades y condenas de cárcel, la imposibilidad de despedirse de su marido británico, que murió víctima de un cáncer en el año 1999, a miles de kilómetros de distancia de Rangún, concretamente en Londres.

- Discrepancias generacionales.

La puesta en libertad de San Suu Kyi supondrá una auténtica prueba de fuego para su liderazgo político en las filas de la oposición. Su boicot a las elecciones del pasado domingo ya fue contestado por una parte de miembros más jóvenes de la LND, que disconformes fundaron otro partido, Fuerza Democrática Nacional (FDN), y participaron en los comicios.

- La Mandela de Asia. Aung San Suu Kyi, de 65 años, ha pasado quince de los últimos veintiún años encarcelada.

A lo largo de sus vidas no han tenido oportunidad de conocerse, pero comparten ideales y unas fechas muy concretas. El 12 de junio de 1964, la justicia sudafricana condenó a cadena perpetua a Nelson Mandela. Una semana más tarde, Aung San Suu Kyi cumplía diecinueve años y preparaba sus maletas para dirigirse a Oxford, para estudiar Filosofía y Ciencias Políticas y Económicas.

Veintisiete años más tarde, en 1990, Mandela recobró la libertad y se propuso dirigir a su país por la senda de la reconciliación democrática. Aquel año, Suu Kyi ganaba ampliamente unas elecciones legislativas –cuyo resultado el gobierno militar no aceptó–, pero en lugar de gobernar fue privada de libertad. Desde 1989 ha pasado, en periodos distintos, 15 años detenida o en arresto domiciliario.

Así, al igual que Nelson Mandela, Ang San Suu Kyi se ha convertido en un símbolo internacional de la resistencia heroica y pacífica de un país. En el rostro de la opresión. Y es que si Mandela fue en su momento la única esperanza para la población negra de Sudáfrica, Suu Kyi, a sus 65 años, representa para los habitantes de Birmania su mejor y quizás única esperanza de que algún día acabe la represión militar en su país.

Sin duda la mejor definición que nadie ha hecho de esta mujer menuda y aspecto frágil la hizo el entonces presidente del comité del premio Nobel de la Paz, Francis Sejested, cuando anunció la concesión del galardón a Suu Kyi por ser un “extraordinario ejemplo del poder de los que no tienen poder”.

Su presencia despierta tanto respeto entre la población birmana como odio entre la junta militar. En especial en su presidente, el general Than Shwe. No en balde es hija del general Aung San, el padre de la independencia birmana, asesinado el 19 de julio de 1947 por unos radicales, cuando ella tenía dos años y el país se encontraba en plena transición hacia su independencia.

A los quince años partió hacia India con su madre, Daw Khin Kyi, que había sido nombrada embajadora de Birmania en aquel país. De allí se fue a Oxford, donde cursó estudios de Filosofía y Ciencias Políticas y Económicas y allí conoció a su futuro marido, Michael Aris, con quien tuvo dos hijos, Alexander y Kim.

Después de trabajar en la secretaría de las Naciones Unidas y ser profesora en India, Aung San Suu Kyi decidió regresar a su país en 1988 para atender a su madre, gravemente enferma, a pesar de las amenazas del gobierno militar, liderado por el dictador Ne Win.

A su vuelta se encontró con una Birmania muy distinta de la que había abandonado casi treinta años atrás. El país se encontraba en plena agitación política. En agosto del aquel año estalló la revuelta, conocida como Levantamiento 8888. Miles de estudiantes, trabajadores y monjes salieron a la calle para exigir reformas democráticas. El régimen respondió con un sangriento golpe militar. “Como hija de mi padre, yo no podía permanecer indiferente a todo lo que estaba pasando”, dijo en un discurso en Rangún el 26 de agosto de 1988, y organizó un movimiento en favor de los derechos humanos y la democracia.

En julio de 1989 fue puesta bajo arresto domiciliario en Rangún. Un año más tarde, su partido, la Liga Nacional por la Democracia (LND), obtuvo el 82% de los escaños en las elecciones de mayo de 1990. El fracaso en las urnas de los partidos de los militares les impulsó a ignorar la voluntad popular, anular los resultados y confirmar la condena de San Suu Kyi, a quien le fue negado el contacto con su marido, el profesor británico Michael Aris, y sus dos hijos.

Reconocida como prisionera de conciencia por Amnistía Internacional, su sueño de que el drama birmano no cayera en el olvido fue recompensado en 1991 con el premio Nobel de la Paz, gracias al cual dio a conocer su combate al mundo entero rechazando el exilio propuesto a cambio de su silencio.

En 1995, la presión internacional forzó su liberación. Pero la Junta Militar la volvió a someter a arresto domiciliario en 1996 al constatar la creciente multitud que esperaba sus mensajes de esperanza los fines de semana.

Uno de los capítulos más duros de esta privación de libertad fue cuando su esposo, Michael, murió de cáncer en 1999, en Londres, esperando un visado que el gobierno birmano nunca le concedió para que pudiera despedirse de su esposa.

Desde entonces, la junta militar ha intentado minar su voluntad, liberándola un tiempo y arrestándola poco después. Su objetivo es mantenerla aislada y esperar a que su salud se vaya debilitando. Pero San suu Kyi parece incombustible a pesar de su aparente fragilidad. Aunque hasta ahora ha estado incomunicada ya ha anunciado, a través de su abogado, que en cuanto salga en libertad se abrirá una cuenta en Twitter para comunicarse con los jóvenes.

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