viernes, 26 de noviembre de 2010

Hay que ir a votar como Montanelli

Enric Juliana (La Vanguardia)

Tema: Elecciones

Italia estuvo en riesgo de golpe de Estado durante los años setenta. Terrorismo rojo y negro; grandes luchas sindicales; conspiraciones en el Arma de Carabineros; la CIA y el KGB jugando al ajedrez en las terrazas de Roma, y la mamma Democracia Cristiana, debilitada por más de treinta años de poder. En 1976, el robusto Partido Comunista Italiano, con injertos socialdemócratas, estaba a punto conseguir el anhelado sorpasso electoral.

Indro Montanelli, uno de los grandes periodistas europeos del siglo XX, escribió entonces un célebre editorial pidiendo que la gente votase a la Democracia Cristiana aunque fuese “con la nariz tapada”. Montanelli no era democristiano; su voto había sido siempre para el Partido Liberal. Era un hombre con una noción muy clara de su tiempo. Montanelli era un anticomunista riguroso. (No un anticomunista paranoico; en 1991, al desaparecer la URSS, dijo que el problema quedaba resuelto y se hizo amigo de la izquierda, intuyendo que el nuevo problema de Italia se llamaba Silvio Berlusconi.) En 1976, todo el arco sur de la OTAN estaba en máxima tensión. Henry Kissinger había barajado la invasión de Portugal, Grecia se tambaleaba y la evolución de España aún no estaba nada clara. Montanelli temía que la victoria del PCI abocase Italia al golpe de Estado –temor compartido por los más lúcidos dirigentes comunistas– y optó por el mal menor.

Hoy, el nuevo peligro para la democracia se llama indiferencia. Las astracanadas de la presente campaña ha incrementado la desmoralización. Hay cúpulas políticas entregadas al teatro del absurdo. El partido del voto en blanco crece y muchos ciudadanos se inclinan por la abstención. El pasado sábado, Gregorio Morán, con su afinada pluma, coloreaba en La Vanguardia las razones del abstencionista crítico.

A 619 kilómetros de distancia, sólo puedo apuntar lo siguiente: España está entrando en una fase de reajuste brutal que afectará al disco duro de las relaciones de poder; la ansiosa consigna del golpe de timón vuelve a circular por Madrid; la autonomía real de Catalunya estará en el foco de las tensiones que vienen, de manera que la ridiculización de la política catalana es hoy objetivo estratégico de los que sueñan con el Gran Bandazo. (¿Todos los pasajes grotescos de la campaña han sido accidentes involuntarios?).

Viene una época dura. Un tiempo de males mayores. ¿Hay que taparse la nariz? Cuidado con el melodrama. Hay asuntos feos en Catalunya –algunos de ellos aún pendientes de investigación y juicio–, pero la política de este país no es la más corrupta de España. Con toda rotundidad puede afirmarse que no lo es. Hay que atender a Montanelli en su sentido más profundo. Hoy, en medio de una crisis implacable, el mal mayor es la cronificación de la Catalunya- carnaval. Hay gente esperando que el próximo Parlament sea un cabaret. Doy fe.

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