viernes, 26 de noviembre de 2010

Samuel Kunz (1921-2010). Uno de los criminales nazis más buscados

Rafael Poch de Feliu (La Vanguardia)

Tema: Historia
Samuel Kunz vivió hasta el final, una vida de 89 años. Nació, vivió, trabajó, cuidó su huerto de jubilado y murió en la cama. Sucedió el pasado jueves en su casa del Rhein-Sieg-Kreis, distrito renano de los alrededores de Bonn. La noticia la divulgó ayer una fuente judicial en Bonn, donde se le iba a juzgar en calidad de presunto criminal nazi. Era el número tres en la lista de criminales del Centro Simon Wiesenthal de búsqueda de nazis. Otro nazi impune que se muere de viejo.

Aunque era étnicamente alemán, Kunz había nacido en la URSS. Pertenecía a los alemanes del Volga, los descendientes de los colonos alemanes de Baviera, Baden y otras regiones, que fueron enviados a Rusia para repoblar las soledades del Volga en los años sesenta del siglo XVIII por iniciativa de la emperatriz Catalina II. En 1941 ante la invasión hitleriana, la comunidad fue deportada en masa a Kazajistán y otros lugares, desde donde han venido regresando a Alemania en los últimos 25 años.

Kunz era uno de los matarifes de tercera fila del holocausto. Estaba acusado de haber matado directamente a diez y de complicidad con la muerte de centenares de miles. No era ni un alto responsable, ni un oficial, simplemente un ayudante reclutado por las SS en calidad de subalterno, que prestó sus servicios en el campo de exterminio de Belzec, en Polonia.

Belzec ocupa un lugar especial en el holocausto. Fue el primer campo de exterminio organizado por los nazis y en el encontraron la muerte entre 400.000 y 500.000 judíos, además de importantes colectivos de presos gitanos y polacos, sobre los que apenas hay cifras. Belzec es especial por la escasez de supervivientes que registró. De ahí el interés por su caso que debía verse a principios del 2011.

Kunz no era un desconocido para la justicia germana. Su destino ilustra la incongruencia de la política de no perseguir y encubrir a los criminales nazis, que caracterizó la crónica oficial alemana occidental de forma ostensible hasta 1968. En los años sesenta Kunz y otros oficiales y empleados de Belzec fueron juzgados, y, como en la mayoría de los casos, absueltos, alegando que “obedecían órdenes”. Fritz Bauer, el meritorio e incómodo fiscal desnazificador de los seis procesos de Auschwitz, seis juicios celebrados entre 1963 y 1968, contra 27 responsables directos del campo de exterminio, oficiales de las SS y la Gestapo, recordó antes de morir en extrañas circunstancias en 1968, cómo los acusados eran saludados militarmente por la policía al entrar en la sala del juicio, mientras él recibía anónimos amenazantes.

Kunz salió impune de aquella simbólica criba, pero su causa se reabrió en el contexto del caso de Iván Demianiuk, otro matarife de origen ucraniano nacionalizado estadounidense, cuyo caso se juzgó en marzo en Munich. Kunz estuvo en Belzec desde enero de 1942 hasta julio de 1943. Tras la derrota huyó a Alemania, cuya ciudadanía recibió. Había sido operario y empleado del Ministerio Federal de Construcción alemán hasta su jubilación.

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