sábado, 27 de noviembre de 2010

Alta tensión entre coptos y musulmanes en Egipto. Muere un manifestante cristiano a manos de la policía

Tomás Alcoverro (La Vanguardia)

Tema: Religión

Los coptos, la gran minoría de Egipto, han vuelto a ser víctimas de su vulnerabilidad. La inminencia de las polémicas elecciones parlamentarias del domingo agrava este sangriento incidente. Pero no han sido como en tantas otras ocasiones anteriores, objeto de iras y rencores de militantes radicales islamistas, sino de la contundente represalia de las fuerzas de seguridad estatal.

En Guiza, la populosa localidad pegada a El Cairo, cuando un grupo de manifestantes de religión cristiana protestaban ante la sede del gobernador cuyos accesos habían bloqueado, fueron reprimidos por la policía con disparos que provocaron la muerte de uno de los suyos. La manifestación había sido organizada al denegar las autoridades un permiso para construir una iglesia. El gobernador de la plaza aseguró que los coptos habían violado la licencia que sólo se refería a edificar un local social y no un lugar de culto, para lo que necesitaban otra clase de autorización.

En Egipto es imprescindible para los no musulmanes obtener una licencia del presidente a fin de erigir centros religiosos y sólo se obtiene con el cumplimiento de numerosas condiciones.

Los congregados en los alrededores de la sede municipal quemaron, como es costumbre en los pueblos árabes, neumáticos en la calle, arrojaron piedras y explosivos de fabricación casera, y gritaron “con nuestra sangre, con nuestro espíritu sacrificaremos nuestras vidas por la Cruz”. Los proyectiles de fuego de la policía, que antes había usado gases lacrimógenos, hirieron a 15 personas. Alrededor de cien manifestantes fueron detenidos. A causa del hostigamiento de los protestatarios, 20 policías, entre ellos el subjefe de la fuerza de seguridad local, resultaron heridos.

El conflicto entre musulmanes y coptos, que se consideran los descendientes de la antigua civilización faraónica y que representan el 9% de la población egipcia, es latente. La violencia surge ya sea por una disputa de tierras, sobre la construcción de una iglesia o en ciertas festividades como Navidad o Jueves Santo. En el 2006, un grupo de islamistas irrumpieron en tres iglesias de Alejandría y atacaron con armas blancas a los fieles presentes en la celebración litúrgica dando muerte a uno e hiriendo a varios.

Los coptos, estimulados por la acción de su activa diáspora en EE.UU. reaccionan cada vez más contra la discriminación. Se quejan de su falta de libertad que les impide, por ejemplo, edificar iglesias cuando los musulmanes levantan mezquitas por todas partes. Si en el siglo XIX alcanzaron una cierta dignidad civil e intelectual, con el régimen del presidente Gamal Abdel Naser establecido en 1952, y sobre todo bajo el gobierno de Anuar el Sadat, fueron marginados.

Algunos gestos de apertura del rais Hosni Mubarak, sin duda debidos a las presiones estadounidenses, como el nombramiento de un general cristiano como gobernador de la provincia de Qena en el Alto Egipto, no han cambiado su injusta situación. Como otras minorías apartadas del poder, los coptos se han refugiado en la religión. La religión es su patria y es su estado. Si el cristianismo, que fue predicado en Egipto en el siglo primero por san Marcos, ha calado tan hondo en este pueblo es, sin duda, porque entroncó con las creencias y misterios de la antigua civilización faraónica. La Iglesia copta de hoy es un museo viviente de los primeros tiempos del cristianismo. Los cristianos siguen siendo la sal de Oriente.

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