sábado, 27 de noviembre de 2010

Otras miradas sobre un mismo problema

Maria Dolors Renau (El Periódico de Catalunya)

Tema: Mujer

Estamos tocando techo. Siguen muriendo mujeres a manos de sus compañeros sentimentales, de sus amores. Miremos atrás: primero llegó el escándalo, que sustrajo los malos tratos de la naturalidad y la privacidad en la que yacían. Solo la fuerza del principio de que los derechos de las mujeres son derechos humanos ha ido arrinconando tanta naturalidad. Luego, gracias a las movilizaciones feministas, llegaron las leyes, las medidas administrativas, etcétera. Bien útiles han resultado, pero sigue habiendo víctimas, mortales unas, no mortales otras. No estamos ante una mala ley, sino ante una ley que no puede abordar sola los complejos entramados personales que subyacen en las relaciones sociales y afectivas de la vida en compañía. Una ley marca caminos pero no puede recorrerlos sola.

Hay que acercarse al problema desde la cercanía del trato y con saberes que nacen de las ciencias sociales. Hay que buscar en otras direcciones, revisar los espacios donde se construye la socialización de las personas, ver qué pasa en la educación, en los servicios sociales, en las relaciones familiares y en los patrones afectivos que estamos proponiendo a nuestros jóvenes. Ver de qué tipo de amor les estamos hablando, qué tipo de masculinidad y feminidad les estamos mostrando. Tal vez lo más determinante se halle en la educación. Está comprobado que desde muy pronto se reproducen en niños y niñas patrones de relación que respetan poco las diferencias, no solo entre los sexos sino en otros muchos campos de la variedad humana. Hemos juntado a niños y niñas en una misma aula, pero no les coeducamos. No dejamos de transmitir patrones que otorgan sellos de masculinidad a conductas competitivas y violentas, en aras de la superioridad simbólica y física. No educamos en el respeto y la creatividad que ofrecen las diferencias.

Nos espera una larga tarea para recomponer identidades masculinas y femeninas diferentes. Para reconstruir formas de relación democrática, igualitaria y respetuosa con las diferencias. Las víctimas son mujeres, pero muchos hombres están ya comprometidos en la búsqueda de nuevos modelos de masculinidad que los hagan sentir seres humanos que no necesitan la violencia como forma de autoafirmarse ante el mundo y las mujeres. Allí donde no alcanza la ley, deben llegar todas las personas, profesionales o no, que quieran que los derechos básicos de toda persona pasen por delante de los antiguos modelos patriarcales de dominio, supremacía y violencia. Tal vez con ello disminuya o se interrumpa esta sangría social que resulta ser una vergüenza colectiva.

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